Las distintas clases de amor

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más

 

 

Muchos se refieren a esta encíclica como el documento más importante que se haya escrito en largo tiempo en la Iglesia, quizás por la actualidad de su tema en estos tiempos terribles en que parece que el odio y el fanatismo se mezclan con la religión. Quizás porque –después de tantos años de cristianismo– hemos olvidado en cierta manera el principio y fundamento de nuestra fe. A veces nos hemos ido por las ramas sin pasar por las raíces y el tronco: es decir, la Revelación en el Antiguo Testamento, raíces de nuestras creencias, y el tronco que es Cristo, como los Evangelios y la tradición nos lo han revelado.

Y Benedicto XVI nos lo aclara con extrema sencillez y humildad pero profunda atención: «El amor de Dios por nosotros es una cuestión fundamental para la vida y plantea preguntas decisivas sobre quién es Dios y quienes somos nosotros». Es sorprendente el tono con que nos habla el Papa. En algunos tiempos tristes de la historia la Iglesia ha abusado imponiéndonos ideas desde arriba sin hacernos pensar. Hoy el Papa nos hace «pensar», precisamente como Cristo hacía en el evangelio. Su encíclica «Dios es Amor» se desarrolla desde dos puntos de vista: a) quién es Dios y b) quiénes somos nosotros. O sea, los efectos recíprocos de esa relación amorosa.

Pero el Papa nos pone en alerta de que hoy en día la palabra ‘amor’ se puede prestar a confusión:

«Se habla del amor a la patria, de amor por la profesión o el trabajo, de amor entre amigos, entre padres a hijos, entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor a Dios. Sin embargo, en toda esta multiplicidad de significados se destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible en comparación a la cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor. Se plantea, entonces, la pregunta: ¿Todas estas formas de amor, se unifican al final de algún modo, a pesar de la diversidad de sus manifestaciones, siendo en último término uno solo, o se trata más bien de una misma palabra que utilizamos para indicar realidades totalmente diferentes?»... 

Y ahí el Papa nos recuerda y nos aclara las diferencias entre los distintos modos del amor. Como lo explicaban los griegos: el amor «eros» define particularmente el amor entre hombre y mujer; el amor «ágape» sin duda denota algo esencial del cristianismo; y el amor «philia» que se identifica más como el amor de amistad. El carácter novedoso que aportó el cristianismo, tanto el amor ‘philia’ como el ´ágape´aparentemente se definieron más como contraposición al ‘eros’. Este fue relegado a un segundo plano, quizás por el elemento egoísta que parece tener.

Nos dice Benedicto:         

«En la critica al cristianismo que se ha desarrollado con creciente radicalismo a partir de la Ilustración, esta novedad ha sido valorada de modo absolutamente negativo».

«El cristianismo, según Nietzsche, habría dado de beber al ‘eros’ un veneno que, aunque no le llevó a la muerte, le hizo degenerar en vicio. El filósofo alemán expresó de este modo una apreciación muy difundida: ´¿La Iglesia, con sus precep­tos y prohibiciones, no convierte acaso en amargo lo más hermoso de la vida? ... ¿No pone quizás carteles de prohibi­ción precisamente allí donde la alegría, predispuesta en noso­tros por el Creador, nos ofrece una felicidad que nos hace pregustar algo de lo divino?´...  

Pero ¿es realmente así?, se pregunta el Papa, el cristianismo «¿ha destruido verdaderamente el ‘eros’ ?»