Introducción a la encíclica «Deus Caritas Est»

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más

 

 

«Dios es Amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él». 

 Con estas palabras de la primera carta del apóstol San Juan comienza su encíclica el Papa Benedicto XVI que nos dice que «estas palabras expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y la consiguiente imagen del hombre y de su camino». Pero quizás no reparamos suficientemente en la importancia y pro­fundidad de esta declaración, tan insólita cuando se pronunció entonces como lo es en nuestros días.

En las civilizaciones antiguas los dioses habían sido descritos siempre como dioses de poder y majestad, pero nunca como dioses de amor. Por el contrario, se definían como egoístas, crueles y arbitrarios en sus caprichos. La creencia judeocristiana fue la única que nos trajo este concepto de que Dios es amor, con una audacia que no podía venir sólo del hombre sino reve­lada e inspirada por ese mismo misterioso Dios.

«Hemos creído», prosigue el Papa, «en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona (Dios), que le da a la vida un nuevo horizonte y, con ello, una orientación decisiva La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo nueva profundidad y amplitud». 

Ya el pueblo de Israel nos había sorprendido con un maravilloso y nuevo primer mandamiento: «Amar a Dios sobre todas las cosas». Y la encíclica del Papa nos declara:

«Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el amor del prójimo, contenido en el Libro del Levítico: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo´ y puesto que es Dios quien nos ha amado primero, ahora el amor ya no es sólo ‘un mandamiento’ sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro».

«En un mundo en el cual a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación al odio y a la violencia, éste es un mensaje de gran actualidad y con un significado muy concreto». 

Desgraciadamente, sufrimos hoy en día el terror de un fundamentalismo fanático que promueve la violencia creyendo hacer la voluntad de Dios. Ni la Iglesia ha estado exenta de ese error en nuestra historia, abiertamente negando la actitud que Jesús nos enseñó en los Evangelios.

Por otra parte algunos cristianos, basándose en algunos pasajes, ven al Dios del Antiguo Testamento como un Dios vengativo. Recordemos que la Biblia es el documento histórico del pueblo de Israel ‘creciendo en conciencia’ y, a veces como niños y adolescentes, en ese contexto expresaban su confianza en Dios, sólo en su aspecto de protector y defensor en contra del la opresión de sus enemigos.

También en Latinoamérica, con nuestros agudos problemas sociales, a veces hemos querido reducir a Dios a ser sólo un liberador político y social lleno de ira y nos hemos olvidado un poco de ese Dios personal del amor, verdadero libertador a todos los niveles.

Es quizás por eso que el Papa Benedicto XVI nos vuelve a aclarar el principio y fundamento de nuestra vida y de nuestra fe, que Dios es Amor. «Mi deseo –dice el Papa– es insistir sobre algunos elementos fundamentales para suscitar en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en respuesta humana al amor divino».