Emmanuel: Dios con nosotros

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más

 

 

Celebrando la Navidad, hemos oído lo que significaba el nombre de Jesús, el Mesías: Emmanuel, Dios con nosotros. En un mundo de hoy en que algunos tratan vanamente de expulsar a Dios de nuestra sociedad, de nuestras transacciones económicas y sociales, de la política. Hoy, en que hacemos del mundo una jungla, donde la moral es la ley del más fuerte, y del que habla más, y las leyes devoran a los más pobres y los más sufridos, nos llega ese misterioso nombre de Emmanuel, Dios con nosotros.

Comenzamos un nuevo año en pocos días y nos preguntamos asustados, ¿qué nos traerá este 2007 de distinto?. ¡No tenemos más remedio que confiar en Dios!. ¿Pero, podemos realmente confiar en Dios?. ¿No tratan algunos fanáticos de enseñarnos un Dios cruel donde la confianza se vuelve sólo miedo?

Primero que todo, revisemos históricamente nuestra idea de Dios, hoy que podemos comparar nuestra fe con tantas otras que circulan por el mundo. Cuando aparece revelado aquel Dios único en la historia del pueblo de Israel, llega a la humani­dad un concepto nuevo de Dios. En medio de la creencia en cientos de dioses, vengativos, crueles y arbitrarios de la anti­güedad, llega este Dios, amigo, protector, Dios de la vida y de la justicia, que quiere la salvación para todos los seres humanos. De lo que era una vida fatalista y de sufrimientos, nos viene una visión positiva en donde todo, hasta el sufrimiento, tiene un valor redentivo. ¡Una visión insólita!

Este Dios se va revelando hasta hacerse ver como el único Dios omnipotente y creador de todo con un «programa» de salvación que hasta incluye al hombre como participante y colaborador, y no como víctima.

Finalmente, anunciado por profetas y sabios, este Dios viene al mundo a enseñarnos una actitud de vida. Humilde y nacido de mujer nos viene como niño y por treinta años regenera la vida ordinaria y rutinaria para que todos entendamos que la vida diaria merece vivirse. Día a día Jesús nos enseñó cómo se crece y se aprende, cómo se vive en familia y se trabaja en comunidad. La vida oculta de Jesús, sin milagros ni espectáculos masivos nos hace más realista y llevadera la vida de cada uno.

No es hasta después, en su vida pública, que Jesús nos habla públicamente de una actitud de vida para todos los seres humanos, no importa la raza, la religión, ni la cultura. En el Sermón de la Montaña, en las Bienaventuranzas, nos explica esa actitud que es la única que nos llevará a todos a esa felicidad prometida que todos ansiamos. Esa actitud parece una contradicción, pues nos habla de negar nuestro egoísmo, darnos a los demás en amor de servicio.

Nadie en la historia del género humano había osado hablar en estas increíbles profundidades de pensamiento. Esta historia era demasiado fantástica para no ser verdad, para haber sido inventada por los humanos.

Y volvemos otra vez al anuncio del Mesías, Emmanuel, Dios con nosotros. Sólo ese Dios dentro de nosotros, marchando con nosotros, podía operar esta evolución en la humanidad. Un proceso cuya lentitud todavía no entendemos. ¿Por qué estamos todavía llevados por la violencia y la crueldad de nuestro egoísmo, en vez de ayudarnos unos a otros en amor y servicio?. Nunca en esta vida podremos contestarnos esa pregunta. Pero sí, creemos que El vive en nosotros y que está haciendo mover todo este proceso lentamente con nuestra mínima y humilde ayuda.

Al dejarnos Jesucristo aparentemente solos, antes de subir al cielo, dijo a sus discípulos: «No tengan miedo, yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos». Hoy nos reaniman esas palabras pues comprendemos que él es Emmanuel, ¡Dios con nosotros, hasta el final de los tiempos!