El premio al vencer el miedo

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más

 

 

Abraham, para el mundo occidental padre de nuestra fe, aparece llamado por Dios a una gran aventura de vida. Pero como en todo cambio de vida, Dios lo llama a arriesgarse, a dejar todo lo que tiene y arrojarse a una nueva experiencia. Sin embargo, Dios le da un aliciente para ayudarlo a lanzarse y seguir su llamado: Dios le hace una promesa que –aunque nunca viene explicada en términos concretos– le anuncia un futuro glorioso: Dios le promete que será padre de un gran pueblo y que su descendencia será más numerosa que las estrellas del cielo. Esta promesa, según ha sido interpretada a través de los siglos, implica la salvación de todo el género humano. ¡Por Abraham vendrá el salvador del universo!

Naturalmente, Abraham tuvo que haber sentido miedo de esa gran misión que se le anunciaba. Se le promete una dudosa paternidad, ya que su esposa Sara era estéril, y Dios le asegura que Sara le dará un hijo.

Al principio, el patriarca Abraham «cree a medias». A sugerencias de la propia Sara, toma a su esclava para ser madre del hijo prometido, pero Dios le ratifica su promesa y finalmente Sara da a luz a Isaac y Abraham aumenta su fe en aquel Dios que lo trataba como amigo. Abraham da un paso más en vencer el miedo y se va convirtiendo progresivamente en nuestro modelo de fe. Su confianza en ese Dios va creciendo a lo largo de su vida.

¿Ejemplo de fe para el ser humano de hoy?... Ya hemos indicado cómo nuestra cultura de hoy –a pesar de los siglos de historia– vuelve a caracterizarse por el miedo: aunque hemos avanzado extraordinaria­mente en tantos aspectos, tal parece que vivimos masivamente condenados a sucumbir bajo el miedo. Mientras más tenemos, más queremos poseer y «comprar» una seguridad ficticia e irrealizable.

Y hasta nos olvidamos de Dios. Nuestro Papa Benedicto XVI denuncia y nos advierte que el mundo occidental ha sacado a Dios fuera de nuestro mundo social, económico, político y hasta de nuestro mundo personal.

Tristemente, Abraham ha quedado como un olvidado personaje de la historia antigua. La actitud de fe de Abraham parece una fábula vieja que no nos sirve para afrontar los problemas de hoy. En vez de ser una figura para hacernos reflexionar como seres maduros y pensantes, Abraham –y su valiente postura frente a la vida– ha sido marginado y sacado fuera de nuestras vidas personales y de grupo. Abraham venció el miedo con su inquebrantable fe. Nosotros parece ser que por falta de fe, hemos sido vencidos por el miedo.

Nuestro Papa nos alerta de la falta de fe y el monopolio del racionalismo que atrofia nuestro desarrollo. Todos somos lla­mados a la vida. Somos llamados a una misión, cada uno según su capacidad. Todos somos llamados a colaborar con Dios en la evolución de nuestro mundo. A cada uno de nosotros, Dios le confirma y le ratifica sus manifestaciones de amistad y amor con pruebas íntimas y fehacientes que sólo cada cual puede reconocer. Sin embargo hemos sido sordos a su llamado.

Quizás hemos pasado por alto la promesa de Dios a Abraham. Dios le dice que al ser padre de un gran pueblo, todas las naciones bendecirán su nombre. ¡Su mismo nombre será una bendición para toda la humanidad!. También nosotros, si al oír el llamado de Dios nos arriesgamos y lo seguimos, vencemos el miedo, nos lanzamos a la misión de ser luz del mundo y sal de la tierra, también nosotros recibimos, sin merecerlo, esa promesa como un regalo de Dios.

Seremos bendición para los demás y hasta nuestros nombres serán una bendición. Cada uno de nosotros, al haber vencido el miedo como Abraham, será fuente de fe, bendición de paz y de esperanza en este mundo que tanto lo necesita.