Cambiar al individuo primero

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más   

 

 

Seguimos descubriendo, a fuerza de golpes y desengaños, que para cambiar nuestras sociedades tenemos que cambiar primero al individuo. Si todavía no estábamos convencidos de que tenemos que cambiar nuestras sociedades, sólo con ver las noticias en todo el mundo nos damos cuenta de que no podemos seguir así. El mundo en guerras. Nuestras ciudades en violencia y delincuencia. Los gobiernos en crisis por la abierta corrupción. El pueblo apático que parece sólo pedir «pan y circo» o sea, consumismo y diversión. Y los cristianos, acostumbrados a no pensar y a huir de su responsabilidad, dejando hacer y dejando pasar.

Sin embargo estamos observando con aguda atención cómo en la Iglesia se escribe un nuevo capítulo. Nuestro Papa Bene­dicto XVI no pierde oportunidad para situarnos ante una nueva actitud para el Tercer Milenio. Esta actitud nos está haciendo conscientes, primero, de que tenemos que transformar este mundo muy pronto, o llegaremos a destruirlo; segundo, que necesitamos, cada uno de nosotros, cambiarnos para poder hacer cambiar nuestro mundo. El Papa también está convencido que sólo el cristianismo, el catolicismo universal, como fue propuesto por Cristo y extendido por sus apóstoles puede producir esta transformación del mundo.

Benedicto, inteligente y conocedor de la historia, especialmente de los abusos que la misma Iglesia cometió en siglos de confusión, nos trae ahora una nueva actitud. Esta actitud ya se había venido gestando por los últimos Papas que han devuelto a la Iglesia su verdadero poder espiritual. Benedicto sabe cómo traer el mensaje universal de Cristo a este mundo occidental que ha empujado a Dios fuera de la vida política, económica y social. También nuestro Papa conoce y denuncia los peligros de religiones que usan la política para oprimir a los pueblos con miedo y la supresión de los derechos humanos, de la vida, de la mujer, de la libertad de expresión.

Benedicto XVI no sólo denuncia, sino también anuncia. Y nos anuncia un mensaje rescatado de los Evangelios. Nos anun­cia al Dios del amor, del perdón, que pide responsabilidad en las acciones de todos los seres humanos. Un Dios que nos hace partícipes en la evolución del mundo y la creación.

 El Papa está convencido y trata de que todos los cristianos nos convenzamos de que la solución cristiana es la única que nos puede salvar. Y no nos quiere imponer el cristianismo por la fuerza, como desgraciadamente se hizo en la edad media. Ahora estamos volviendo realmente a la actitud de los primeros cristianos, la actitud que convirtió el poderoso Imperio Romano. El camino es la paz de Cristo. Esta paz no es la paz aburrida de una tenue religiosidad de aquel cristiano que solo cumple preceptos. La paz de Cristo es activa y vigorosa y contagia a los demás como fermento que mueve la masa. Con humildad y paciencia, pero sin perder el tiempo, el Papa nos reanima a ser consecuentes con nuestra fe y a convertirnos desde adentro.

Esperamos con gran expectativa la reunión del CELAM, de los obispos de Latinoamérica, que se celebrará en Brasil el mes de mayo. Ya se están preparando los temas y las propuestas para tratar de solucionar los grandes problemas que nos aquejan. Sin embargo, no se está tratando de imponer ni someter sino de hacer despertar nuestras con­ciencias, de hacernos res­ponsables. En estos preparativos estamos incluidos todos en la Iglesia, tanto sus autoridades como el pueblo, los laicos, mujeres y hombres.

En este gran encuentro se propondrán cambios para nuestras sociedades, pero siempre originándose en el principal cambio interno del individuo. ¡Y Dios está con nosotros!