El único mensaje de paz que puede salvar al mundo

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más  

 

 

Muchos cristianos de hoy, desgraciadamente, quieren volver al pasado, a una religiosidad medieval. Muchos prefieren no pensar y meter la cabeza bajo tierra, como si eso resolviera los problemas actuales. Pero éste ha sido siempre un problema latente que Cristo mismo sufrió con los religiosos de su época, los fariseos, que honraban a dios con sus largas oraciones y multitud de reglas y preceptos pero no daban su corazón a Dios.

En los dos mil años de cristianismo muchas de las herejías han caído en ese error no aceptando a ese Cristo dinámico que evolucionaba en la Iglesia: el Espíritu Santo nos explicaría todo y nos iría enseñando el camino, paso a paso. Siempre que la Iglesia cometió errores que gracias a Dios nuestros últimos Papas han reconocido y pedido perdón ha sido porque se apartaron de ese camino. Se mataron infieles y no infieles, se quemaron herejes, se bendijeron guerras santas, y muchos santos, pensadores y científicos sufrieron persecución y hasta prisión. Muchos teólogos fueron silenciados. Todos esos erro­res se hicieron no siguiendo las directivas del Evangelio sino todo lo contra­rio, en contra de las enseñanzas del mismo Cristo.

Hoy no matamos a los no creyentes y nos horrorizamos porque ese proyecto ha sido asumido por musulmanes fanáticos. Sin embargo, hoy queremos seguir negando a Dios y el Evangelio de Cristo. Unos dejándose llevar por ese materialismo cultural, racionalista y cínico basado sólo en el desarrollo económico personal que sólo lleva al abuso de unos pocos y a la deshumanización de todos. Otros niegan a Dios cerrándose al Espíritu que mueve a la Iglesia como signo de salvación para toda la humanidad y se vuelven religiosos elitistas que, en vez de llevar el mensaje liberador de Cristo a los demás, se enquis­tan en grupos de «conserva» que se reconocen porque quieren volver al pasado.

Pero el volver a Dios, a lo que nos invita el Papa Benedicto en su visita a Baviera, no significa regresar al pasado. Dios es siempre futuro. El pasado nos enseña a vivir en el presente, aprender de los errores, y levantar la cabeza al futuro. Dios está con nosotros. La nostalgia sólo nos lleva a un enfermizo falso orgullo que nos impide mirar hacia el futuro con la humildad que sólo el que cree en Dios puede llevar.

Querer llevar todos a Dios con formas de religiosidad que hoy nos llegan vacías y hasta con visos de superstición, no tiene sentido en el mundo de hoy. El Papa nos recomienda revisar esas formas de religiosidad que quizás ayuda a muchos, pero a las que se les debe sacar la verdadera sustancia y profundidad. Esta sustancia es la actitud de vida contenida en los Evangelios. Nuestras formas de religiosidad nos tienen que llevar diáfana y claramente al mismo Cristo. Por lo tanto, todas nuestras devociones deben dirigirnos a los sacramentos en los que Cristo mismo se manifiesta personalmente, especialmente la Eucaristía. Por supuesto, nuestra religiosidad no se puede convertir tampoco en un mero racionalismo, sino tiene que expresar una espiritualidad tanto personal e íntima con Dios como una espiritualidad social comunitaria de Iglesia.

Tenemos que volver a Dios, principio y fin de todo. El Dios del pasado, del presente y del futuro. Nuestro modelo nos explica el Papa es María, madre de Dios y madre de todos nosotros. Ella dio su «sí» al ángel, poniéndose en manos de Dios («Hága­se en mí según tu pala­bra»), asumió el pasado anuncio de los profetas sobre el Cristo Jesús, siguiendo después a su Hijo y colaboró con él en su misión, como en las bodas de Caná. Después, María en oración con los apóstoles recibió al Espíritu Santo en Pentecostés y acompaña a la comunidad llamada Iglesia desde entonces hacia el futuro.

Volvamos a Dios y llevémoslo a todas las naciones como el único mensaje de PAZ que puede salvar al mundo. El está con nosotros hasta el fin de los tiempos, no hay duda alguna. María, su ejemplo, su actitud, nos conducen a él.