Dicen que el latinoamerica no hay guerra

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más  

 

 

Sí, es verdad, en estos momentos nuestros países latinoamericanos no están en guerras como, desgraciadamente, ocurre en el Medio Oriente. ¿Pero cómo podemos llamar paz a la zozobra que existe en nuestras ciudades?... No podemos referirnos, con cara seria, a una «falta de guerra» cuando existe delincuencia, corrupción política, pobreza e injusticia que están carcomiendo nuestras sociedades. La delincuencia, por una parte, afecta a todos, ricos y pobres, y la injusticia hace que los jóvenes pobres busquen un dudoso futuro en la delincuencia misma o en abandonar su país, emigrando a los países catalogados como ricos. ¡Eso no puede ser paz!

Pero, ¿qué logramos con reconocer que no vivimos en paz si no nos preocupamos por reconocer las causas? ... ¿De qué nos sirve quejarnos de los factores que contribuyen a la violencia, si no hacemos algo por cambiar la situación?

Hace unos días el Papa Benedicto XVI en su visita a Baviera, señalaba y hasta acusaba al mundo occidental por su falta de Dios, de valores y de principios espirituales. Se vive cínicamente buscando excusas racionalistas en una carrera desenfrenada hacia lo material, el dinero, la competencia económica. El resultado sin hacer caso a las excusas infantiles que dan esos mismos poderes que controlan los medios de comunicación es la destrucción y la deshumanización. Hasta en el plano individual, la soledad y el vacío devoran nuestro ser humano, falto de familia, amor y cariño, y que sólo recibe los mensa­jes distorsionados de la televisión. ¡No en balde los países del Oriente nos acusan a todos de ser inmorales y de carecer de valores espirituales! ¡No en balde sus líderes nos llaman infieles y con sus aberrantes motivos políticos nos amenazan con el exterminio!

Solamente el Papa denuncia valientemente nuestra apatía y nuestra falta de valores espirituales. Pero lo hace con humildad, pues él bien sabe que también la Iglesia se ha quedado algunas veces callada frente a las causas que provocan esas situaciones de injusticia. El bien conoce que la Iglesia ha hablado demasiado de obediencia, sin haber insistido en una sincera concientización de todos.

En muchos países de la América, como en Europa, el cristianismo parece haber perdido la atención de los obreros, de las mujeres, de los líderes intelectuales y de los jóvenes.

Sí, le damos razón al Papa en su descarnada denuncia y llamado de emergencia. Hemos abandonado a Dios, las ense­ñanzas de Cristo, y nuestra propia salvación. Nos vemos amenazados por religiones que enarbolan un dios vengativo para extinguirnos con violencia y terrorismo. Y nuestros países, que entre comillas se llaman cristianos, responden sólo con la guerra para demostrar que son más fuertes, con una arrogancia que sólo aumenta el odio y la reacción violenta e irracional.

Por lo menos ya se oyen declaraciones de musulmanes moderados y vemos ya alguna señal de reflexión. Días antes de que el Papa acusara la falta de Dios en nuestro occidente, el expresidente iraniano Mohammad Khatami denunciaba que los terroristas que matan a inocentes no van al paraíso, como creían los terroristas. Esas atrocidades suicidas o no suicidas, dice el expresidente Khatami, son doblemente crímenes: primero, por matar a gente inocente y, segundo, por hacerlo a nombre del Islam. Esta es la primera vez que una autoridad islámica se atreve a contradecir en público a sus propios fundamentalistas.

Volvamos a Dios, como nos aconseja el Papa y alejémonos de esa locura y materialismo que sólo nos llevan a la angustia y al «estrés». Volvamos a escuchar a Cristo en los Evangelios y reflexionar sobre la actitud que el mismo Dios nos enseñó. ¡Transformémonos en el Dios del amor, perdonándonos los unos a los otros y ayudándonos como seres humanos hijos de Dios y no arrancándonos los pedazos como perros rabiosos!... Dios es amor para todas las razas, todas las culturas y para todos los seres humanos pues, como el mejor amigo, dio su vida por todos nosotros.