¡Que la paz esté con Ustedes!

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más  

 

 

Nos intriga el saludo que Cristo daba a sus discípulos cada vez que se les presentaba después de su resurrección, «Paz, la paz esté con ustedes». ¡Cómo sabía él bien que ése sería siempre nuestro problema!. Al Jesús dejarnos solos, aunque el Espíritu estaría siempre con nosotros, el tener paz entre nosotros los humanos sería nuestro mayor desafío.

Dios nos da la mente para pensar, el corazón para sentir la emo­ción, y la razón para reflexionar, entender y aprender en todo momen­to. Pero como él nos crea libres y respeta nuestra libertad, nuestro egoísmo dejado a rienda suelta puede traicio­narnos y hacernos rebeldes a todo ese progreso que nos conduce a la felicidad y a la vida eterna. Y podemos rebelarnos personalmente dejándonos llevar por el miedo, la angustia y la cobardía, que parece que no nos dejarán nunca en paz con nosotros mismos.

Nos rebelamos a ese camino fascinante y misterioso de la vida que nos llama a unirnos, a ayudarnos y, sí, a amarnos como Cristo nos enseñó. Cuando nos separamos no podemos vivir en paz. Cuando no nos ayudamos y no trabajamos unidos, no podemos vivir en paz. Cuando nos odiamos, no sólo la paz desaparece de nuestras propias vidas sino de nuestras socieda­des y hasta de la misma creación universal.

Y vuelve a ser el egoísmo nuestro principal enemigo, aunque en nuestras mentes infantiles y adolescentes se nos presenta siempre como amigo y protector de «lo mío». El egoísmo siempre destruye la paz personal, social y universal. Si no, revisemos la historia. Analicemos las guerras del pasado que nos avergüenzan. Y ahora mismo, en el presente, las guerras, los terrorismos, las dictaduras, los sistemas deshumanizadores y opresivos que nosotros mismos creamos y ali­mentamos. Todo está causado por el egoísmo de alguno, manipulador del egoísmo de muchos. Si hubo alguna vez en la historia guerras verdaderamente patrióticas e idealistas, hoy en día vemos las guerras presentes que sólo responden a razones económicas. Ni siquiera la prensa y los medios de comunicación que parecen estar controlados por esos poderes, nos pueden ocultar las verdaderas razones de las guerras. El egoísmo de unos, el egoísmo de muchos, causan muerte y destrucción. Hoy, no nos avergonzamos, sino que encontramos mil excusas insuficientes para justificar la guerra.

Y sólo la idea cristiana vuelve a resonar en nuestros oídos como salvación del mundo. En estos momentos en que religiones monoteístas, que se dicen creer en el mismo Dios, usan sus religiones para matar y destruir y quieren dominar el mundo– las palabras de Jesús vienen a calmarnos la fatiga y la angustia: «La Paz esté con ustedes».

En medio del caos, de la indiferencia, de la apatía o incapa­cidad de obsoletas organizaciones internacionales, la única voz que se levanta es la de nuestro Papa Benedicto XVI. ¡Hay tantos líderes mundiales que no se quieren meter, tantos líderes de iglesias que se dicen cristianas pero que en estos momentos se esconden para no tener que opinar!... Guardan silencio.

El Papa Juan Pablo II habló del escándalo de Rwanda cuando todos le viraron la espalda. Cuando el otro escándalo de Bosnia que abandonó a los croatas a la buena de Dios, volvió a hablar. Así Juan Pablo II denunció injusticias cuando no era «políticamente correcto» hablar de eso. Sin embargo, a la larga, el mundo vio y comprendió. Cuando murió Juan Pablo, la juventud del mundo se volcó en Roma a rendirle honores a quizás la única voz de respeto que había quedado en el mundo.

Y hoy, Benedicto XVI sigue ese mismo camino elevando su voz para defender la verdad y la justicia. A través de él, y reforzados con su liderazgo espiritual, todos los cristianos y no cristianos tenemos que buscar la paz. ¡No dejemos solo al Papa! ... Todos recibamos el saludo de Jesucristo, que la paz esté con nosotros. ¡Vayamos al mundo a hacer realidad este saludo!