¡Necesitamos paz en este mundo!o

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más  

 

 

«Y Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad»...

 No, no estamos en Navidades. En los pasados años en Latinoamérica ya tuvimos nuestra dosis de violencia con consecuencias trágicas en nuestros países, pero en un mundo de guerras y violencias tenemos que hablar de paz en la humanidad.

Aunque en el presente estemos en una relativa calma, conviene reflexionar sobre la paz que en estos momentos no existe en muchos países del Oriente Medio ni en muchos lugares del continente africano. Y aunque en Latinoamérica estemos lejos de esos continentes que viven en guerra, tenemos que ayudar a buscar soluciones económicas, políticas y sociales. Primero, no podemos volver la espalda a estos pueblos que tanto sufren. Segundo, no podemos dejar que en nuestros países latinoamericanos vuelvan a brotar esos focos de violencia.

Nuestra humanidad nos hace ciudadanos del mundo y por necesidad nos necesitamos los unos a los otros. En medio de crisis terribles de guerras, masacres de inocentes, terrorismo y maniobras políticas avasalladoras, tenemos todos que ser solidarios con los que más sufren. Ante el presente escándalo de la pasividad de organismos internacionales, que se supone hemos creado para salvaguardar la paz y la justicia en el mundo, no podemos quedarnos callados. No podemos olvidar cuando hace unos años estos organismos internacionales dieron la espalda al genocidio de Rwanda. Y al conflicto de Bosnia.

Nuestras sociedades frívolas, donde nuestros jóvenes sólo parecen vivir para divertirse y no pensar, tienen que cambiar. ¡El consumismo devora a nuestros jóvenes!... Nuestras juventudes tienen que ser más responsables e interesarse en los proble­mas actuales...

Y este fenómeno nos lleva a considerar la segunda alarma que tiene que hacernos despertar en nuestros países latinoame­ricanos, no podemos dejar que surja otra vez la violencia. Y que surja como consecuencia de dos factores principales. Uno, las situaciones de injusticias, económicas, políticas y sociales; el otro, la demagogia de muchos políticos que sin ninguna seria preocupación por los pobres y sufridos, se enriquecen y se hacen populares sólo criticando, denunciando y dividiendo, sin siquiera poner los medios para con discreción cambiar las estructuras.

Nuestra Iglesia nos orienta con soluciones, no demagógicas sino con la reflexión valiente e inteligente de hijos de Dios que viven en comunidad respetándonos y ayudándonos. Habrá muchas opiniones que debemos escuchar y sopesar; tendremos que defender nuestros principios y valores, nuestros derechos y también nuestros deberes; tenemos que contribuir y multiplicar, no dividir.

Nuestro egoísmo personal y también el social tienen que ser considerados para poder transformarlos en un factor positivo en búsqueda de soluciones «con todos y para el bien de todos», como nos enseñó el apóstol cubano José Martí. La guerra nos tiene que hacer reflexionar. Las injusticias que causan las guerras tienen que ser atendidas a su debido tiempo, rápidamente.

Pero algo esencial para que ocurra esta transformación de nuestro mundo hacia la paz, tiene que ser nuestra buena volun­tad. Todos tenemos dentro ese germen de vida que produjo la encarnación de Dios en la humanidad. Todos tenemos a Cristo en nuestros corazones, aunque Él respeta nuestra libertad y podemos también usarla para el mal. Trabajemos en liberarnos de la mala voluntad y transformarla en buena voluntad. Dejemos nuestro egoísmo destructivo a un lado. No pongamos obstáculos a esa pujante presencia de Cristo en nuestros corazones y nuestras sociedades. ¡Tengamos buena voluntad¼ y tendremos Paz en la tierra!