Pautas para salvar la familia de la extinción

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más  

 

 

¿Y qué debemos de hacer los que defendemos la familia? –Ya hemos dicho que en nuestro continente latinoamericano, cristiano católico, todavía la familia es lo primero.

En el reciente Encuentro Mundial de la Familia en Valencia, España, se dieron pautas para seguir. Después de escuchar las opiniones de familias venidas de todas partes del mundo, se pudieron sacar conclusiones esperanzadoras.

Existe un gravísimo problema, la institución familiar está siendo atacada por muchos factores reales y concretos. La sociedad se atomiza más cada día. Basta ver en televisión algunas series producidas en los Estados Unidos que ya se distribuyen en todas las lenguas por todo el mundo. Estas «comedias» retratan la vida de mujeres solas y hombres solos buscando en el sexo y el cambio constante de pareja, una felicidad efímera que los ayude a vivir un día más. Otros programas siguen la vida de supuestos amigos que también se entremezclan en relaciones sexuales. A veces estos personajes se dan consejos seudo espirituales unos a otros. Lo peor es que son programas muy bien escritos y simpáticos, con actores atractivos y populares.

Lo que los jóvenes televidentes no advierten es que esos personajes aparecen como si nunca hubieran pertenecido a una familia. Sus apartamentos, sus cosas y una vida de constante diversión y supuestos «amigos», eso es todo lo que tienen. La familia aparece ignorada completamente. De vez en cuando se da algún consejo sano y provechoso pero en un contexto tan superficial que nunca puede calar muy adentro. Y este tipo de gente se nos presenta constantemente como el ideal para el tercer milenio, el adulto del presente y de mañana: ¡solo!.

Hace muchos años ya se estudiaba en psicología y sociología que el ideal para el sistema consumista era que cada persona fuera una entidad independiente. Así, lo que antes se poseía en familia ahora cada uno podría adquirirlo y «disfrutarlo» individualmente. Cada uno viviría en su propio apartamento, con su televisor, sus aparatos de música, su automóvil y todas la demás cosas que antes se compartían en familia. Así la gente, cada uno, tendría que adquirir por fuerza más aparatos eléctricos y nuevos inventos para mejorar su calidad de vida En muchos lugares eso es ya una realidad.

Lo triste es ver la soledad, la alienación que este sistema de vida ha producido en nuestras sociedades urbanas de las grandes ciudades. Se ha querido sustituir la familia por la independencia individual. El resultado es cada vez más catastrófico. Y ni siquiera hemos querido mencionar la influencia del Internet en esta nueva institución individual. Hoy en día hay jóvenes que conocen a otros jóvenes sólo por mensajes del Internet. Se hacen amigos y hasta se enamoran por el Internet.

Otra vez nos preguntamos, ¿qué debemos hacer?... Volver atrás, a la sociedad rural no es ya posible. Pero si solamente estuviéramos conscientes de estos males del presente ya estaríamos dando un gran paso. Porque lo peor es que la mayoría de la gente ni se da cuenta que esto está pasando.

Al conocer los peligros que el consumismo nos trae, podemos, primero darle más valor a la familia que todavía existe en nuestras comunidades latinoamericanas. En segunda, tenemos todos que encontrar nuevas formas de crear sistemas de grupos de apoyo que suplan la falta de familia.

Ahí tenemos que fortalecer nuestras estructuras parroquiales y nuestros grupos juveniles, de matrimonios y de familia, que ya se están convirtiendo en una necesidad en nuestras grandes ciudades. Estos grupos necesitan de un liderazgo espiritual y no autoritario, no sólo del sacerdote o párroco sino también de laicos, hombres y mujeres comprometidos. ¡El V Encuentro Mundial de la Familia nos ha llenado de esperanza!