¿Funciona la familia tradicional en el mundo de hoy?

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más 

 

 

En el V Encuentro Mundial de la Familia en Valencia, se trataron temas álgidos en referencia a la institución social de la familia. Indudablemente la familia ha sufrido un notable deterioro en el mundo moderno. Las causas de este fenómeno son complejas. Existen tantas opiniones y tantos factores políticos que se entremezclan, que nos vemos alarmados por la confusión reinante. Entre otros factores, está involucrado la discriminación de la mujer que no existe sólo en los países dominados por gobiernos fundamentalistas islámicos. También en nuestras naciones occidentales, quizás en menor escala, la mujer sigue oprimida y maltratada en nuestros sistemas económicos, políticos y sociales. Como hemos dicho antes, la familia se funda en la mujer como madre. Y la mujer esposa junto con su esposo, amándose y apoyándose mutuamente constituyen una comunidad donde sus hijos crecen sanos con principios y valores.

Muchos hoy en día atacan la familia tradicional arguyendo que los cambios históricos exigen nuevas estructuras y formas familiares. Algunos hasta proponen familias constituidas por «matrimonios» homosexuales con hijos adoptados.

No podemos negar que muchas familias tradicionales no funcionan, que sus hijos son ignorados o abandonados física o psicológica­mente por sus padres. No podemos negar que la desaparición de la familia extendida, la inexistencia activa de los abuelos y parientes del hogar, la ausencia de los padres por exigencias de trabajo y manutención económica, las presiones psicológicas, todos esos factores contribuyen al fracaso de muchos núcleos familiares a través del mundo.

Podríamos estar discutiendo semanas y semanas sobre los factores que han contribuido al deterioro de nuestras sociedades, en especial de la familia. Sin embargo, no damos importancia suficiente a la causa principal de todos estos males. Y si buscamos nuevas soluciones pasando por alto esa causa principal, no haremos más que perpetuar estos males con nuevos tonos y colores.

Hablamos del egoísmo humano. Un egoísmo con el que nacemos como instinto de conservación, pero que si no lo vamos controlando, domesticando y sublimando, nos llega a dominar y hacernos verdaderos monstruos. El egoísmo es la causa de la incomprensión entre los esposos, de la irresponsabilidad en el cuidado de los hijos, de la falta de una seria entrega personal al constituir una familia. El egoísmo nos separa, nos aísla y nos destruye. El egoísmo es la causa de nuestra falta de paciencia, de nuestra terquedad, de nuestra ceguera a ver las necesidades de los demás, a hacernos capaces de perdonar o aceptar el perdón. El egoísmo es la negación del amor.

No puede haber matrimonio sin el amor. No puede existir ninguna forma de amistad, ni relación humana permanente con los demás sino está basada en el amor. No puede funcionar la familia si no es por el amor real, adulto y práctico. Inventemos lo que inventemos, si nuestras soluciones no están fundamentadas en el amor, nunca funcionarán. La mayoría están basadas en el egoísmo. Si estuvieran centradas en el amor serían más consecuentes con la sociedad en general y no ofrecer soluciones absurdas, hirientes y faltas de respeto a la sensibilidad de los demás. Si estuvieran abiertas al amor, de verdad, no esgri­mirían consignas políticas ofensivas al bien común y hasta a la historia de nuestra civilización. El comunismo quiso destruir la familia y quedó en ridículo destruyendo la sociedad entera.

Tenemos todos que encontrar soluciones que mejoren nuestro mundo para que no vengan generaciones más traumatizadas en el futuro. Jesucristo nos dejó responsables de construir su reino de paz, justicia y amor. Sólo el amor salvará nuestro mundo por medio de la familia.