Latinoamérica recibe al Espíritu Santo

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más 

 

 

¿Qué significa el Tiempo de Pentecostés en Latinoamérica?...

Repasemos de nuevo nuestra historia de cómo llegó al cristianismo a la América hace 500 años. Hoy en día nos es difícil comprender, fuera de aquel contexto histórico, político, económico y social, el impacto que causó en los europeos descubrir que existían pueblos desconocidos.

Ya se conocían los pueblos del oriente y las riquezas de la China, el Japón y la India. La América ‘desconocida’ colocada en el medio, fue confundida con esos pueblos del oriente y por eso equivocadamente se llamó «indios» a sus habitantes. Los españoles se escandalizaron al observar costumbres muy diferentes. Cuando llegó Hernán Cortés a México se estaban celebrando festivales al ‘dios sol’ en cuya pirámide se sacrificaban 14,000 jóvenes cuya sangre corría como ríos escale­ras abajo. Muchos de los conquistadores acusaban a los indígenas de salvajes, de que no eran seres humanos y que no tenían alma.

Sin embargo los misioneros defendieron con vehemencia a esos «indios» y llevaron el grito de justicia a España, a la Reina Isabel la Católica. En el faro a Colón en Santo Domingo, República Dominicana, aparece en un costado el párrafo de una carta de Isabel exigiendo que se tratara bien a los indios y se respetara su cultura y sus costumbres. Los misioneros evangelizaron tanto a los indios como a los españoles. A los unos para que dejaran sus costumbres bélicas y de canibalismo, a los otros para que dejaran su actitud de conquistadores y respetaran la dignidad de los indígenas a quienes los misioneros anunciaron la buena nueva del cristianismo y los bautizaron con el Espíritu Santo.

Y desde entonces oficialmente entró el Espíritu Santo en nuestra Latinoamérica. Se empezó a vivir el Pentecostés, un nuevo proceso en nuestro evolucionar histórico. Equivocadamente, creemos que al tener al Espíritu Santo ya automáticamente llegamos al cielo, pero el Espíritu Santo viene como todo en la vida: en un proceso de tiempo. Jesús nos lo mandó para que nos hiciera entender, para que nos enseñara. Bien sabemos lo que cuesta aprender personalmente, el esfuerzo, los golpes, el crecer en experiencia. Y así ha ocurrido en la historia de Latinoamérica. Durante 500 años nos ha costado sangre, sudor y lágrimas entender la vida, la historia, y nuestra responsabilidad en ella incluida.

Tenemos los ejemplos de grandes patriotas que lo dieron todo por la libertad de los oprimidos y por construir un mundo mejor. Pero también tenemos los tristes ejemplos de gobernantes déspotas, dictadores y abusadores del pueblo. Nos deprime ver hoy en día tiranos que son capaces de todo por mantenerse en el poder y otros con campañas demagogas por alcanzar ese codiciado poder. Todavía nos queda mucho por entender y aprender...

Sin embargo, el Espíritu Santo sigue su trabajo misteriosamente desde dentro. Y su soplo lo sentimos cada uno en nuestros corazones. Lo sentimos universalmente, a pesar de nuestros sistemas deshumanizadores que nos esclavizan tanto con la economía como con la desmoralización organizada. Se nota más que nunca un hambre de lo espiritual. El Espíritu Santo no descansa en inspirarnos para pensar y reflexionar en nuestro propósito de la vida. No somos animales, no podemos vivir sólo de instintos.

En ese despertar que el Espíritu nos inspira, abrimos los ojos a un nuevo amanecer. Y nuestra América Latina se vuelve otra vez el continente de la esperanza, pero no por nuestros gobernantes corruptos o por los demagogos dictadores. Sino por el pueblo de Dios, todos aquellos que reciben al Espíritu y ponen en práctica su inspiración de justicia y de amor.