Una nueva etapa en el pensamiento de la Iglesia

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más 

 

 

Cuando parecía que en el mundo de hoy el catolicismo se había entibiado, el Papa Juan Pablo con su gran carisma y santidad atrajo otra vez a los jóvenes que parecían haberse dispersado, instigados por tanta propaganda de consumismo, diversión, y placer adolescente e irresponsable. A la muerte de Juan Pablo, millones volvieron su mirada hacia ese Papa afable y cariñoso, un Papa que parecía haberse quedado solo en su imagen de líder espiritual de todo el mundo.

En este mundo regido por el poder y la economía, Juan Pablo con toda valentía había denunciado las injusticias, la guerra, los abusos y las diferencias sociales que se agravaban cada vez más. El hablaba la verdad, gustara o no gustara, en contraste con los líderes políticos mundiales cuyas declaraciones parecen obedecer a sus propias y variables conveniencias siempre con un trasfondo político y económico.

Y todos comprendieron que en un mundo dominado por la mentira, había una voz que siempre decía la verdad. Al morir Juan Pablo el mundo entero le rindió masivamente su expresión de agradecimiento y admiración.

Y el Espíritu Santo nos ha mandado ahora a Benedicto XVI que, como decíamos, se ha empeñado en hacernos reflexionar y razonar para poder conocer mejor nuestra fe y la responsabilidad que ésta nos demanda a cada uno en el mundo de hoy, con la crisis de principios y valores en todos los niveles que nos está animalizando y consumiendo. No podemos quedarnos solamente a nivel de devociones y prácticas religiosas, muy significativas para muchos pero tristemente equiparables a meras supersticiones para otros.

Jesucristo, hijo de Dios, explicó y actuó su profundísimo mensaje. Nos hizo reflexionar y pensar con sus parábolas y su vida. No hubo nada de superficialidad en su mensaje, sino la enseñanza de una actitud de vida a seguir, personal y socialmente. Cristo nos enseñó una doctrina que va por encima de todo sistema social, político y económico, pero que también incluye esos niveles. Su doctrina está centrada en la dignidad de los seres humanos a los que Dios les ha dado un carácter espiritual, divino y eterno.

Respetando las devociones y prácticas religiosas de siglos, el Papa Benedicto insiste en la educación cimentada en la fe que profesamos, el estudio de la historia de la salvación entretejida misteriosamente en nuestra historia humana.

En nuestra Latinoamérica, los cristianos hemos descuidado la verdadera evangelización, tanto de los líderes como de las masas. Nos hemos quedado a la altura de las devociones populares y del miedo al infierno, cuando la riqueza e importancia del mensaje de Cristo nos insistía a los católicos en ser apóstoles, mensajeros activos de un mensaje de salvación. Benedicto no pierde oportunidad de referirse a nuestro deber y responsabilidad, ya sea hablando en el campo de concentración de Auschwits como en todos sus mensajes al mundo entero desde su ventana sobre la Plaza de San Pedro en Roma.

Estamos en el tiempo de Pentecostés. Hemos recibido todos y cada uno –como Iglesia– a ese Dios Espíritu Santo como fuego e inspiración y no simplemente un «calorcito» tenue que se enfría rápidamente en el desabrido ambiente. Cristo nos dijo: «Fuego he venido a traer sobre la tierra, y qué quiero sino que arda». Sigamos poniendo en práctica nuestra fe escuchando la voz del Espíritu Santo que, como nos había anunciado el Cristo, nos haría entender su mensaje en cada momento. Y demos gracias a Dios por un Papa que con humildad nos instruye y nos enseña.