La sabiduría de los años...

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más   

 

 

Como decíamos la semana pasada, la cultura propiamente dicha viene con los años de experiencia. Esta experiencia se va desarrollando tanto en nuestra historia personal como en nuestra historia universal. Las enseñanzas, los errores, las penas y trabajos, las alegrías y momentos de inspiración, todo se va asimilando e integrando en nuestra mente personal y también la social. La vida no es una serie de sucesos encadenados uno tras otro sin sentido, sino una elaboración continua donde todos los sucesos son asimilados por nuestra mente pasando por las dimensiones de nuestra niñez, adolescencia y poco a poco en la adultez.

Así ha ocurrido en nuestra cultura latinoamericana de 500 años. La historia nos ha hecho integrar miles de sucesos que nos invitan a reflexionar. Bajo esa luz, todo cobra sentido. Hemos ya reflexionado sobre el encuentro de la cultura indígena y la colonización europea, el desarrollo de una mentalidad nueva que llega a producir la independencia de Europa con una idiosincrasia completamente nueva y distinta.

Pero la llegada al tercer milenio, cuando la injusticia y los contrastes económicos y sociales todavía nos escandalizan, tiene que afectarnos profundamente. Sobre todo, porque no hemos podido aplicar a cabalidad ese cristianismo de amor y comprensión que los misioneros vinieron a anunciarnos. No entendemos las dictaduras ni la corrupción general que hoy existe, no entendemos la injusticia causada por el egoísmo o la negligencia culpable o no culpable.

Pero, al igual que revisando nuestras vidas personales no podemos ignorar todo lo que ha influido en ellas, no podemos nunca sacar esos sucesos fuera de contexto. ¡Que difícil es explicarle a los demás nuestros problemas sacándolos de contexto! Pero tal parece que esta tendencia es muy propia de estos tiempos en que la reflexión, el análisis, el estudio histórico, se pasan por alto. Hasta parece que cualquier anunciador de televisión tiene más credibilidad que todos los estudios de siglos. Una revista o un periódico, sin ningún fundamento, pueden cambiar la historia comprobada y nadie razona ni protesta. Salen al mercado películas y novelas que tergiversan la historia de siglos con ideas absurdas, resaltando y aislando hechos históricos fuera de contexto.

Recientemente una novela llevada a la pantalla que, entre otras ideas históricamente ridículas, nos trae la interpretación de que fue el emperador romano Constantino en el siglo IV quien «inventó» que Cristo era el Hijo de Dios ... ¿Cómo es posible que se puedan ignorar siglos de historia, de Evangelios, de estudio, de testimonio de apóstoles y de hombres y mujeres que fueron al martirio por los tres siglos anteriores solamente por defender su fe?... Sin embargo, una novelita de «suspenso» siembra dudas y llega a confundir en un mundo que está cada día más hambriento de fe y de espiritualidad. Por supuesto, esta novela y su película dejarán una espectacular ganancia económica a su autor y a las compañías cinematográficas

¡Qué fácil es atacar a la Iglesia que a pesar de su tormentosa historia es la única institución existente que proclama el amor, la justicia y la comprensión! Una Iglesia que denuncia el mal y anuncia el bien. En un mundo donde el dinero está sobre los principios y valores. Un mundo que esclaviza a los países pobres y que fomenta la guerra por motivos económicos. Un mundo desmoralizado y confuso.

Frente a la deshumanización actual en todos los niveles, nuestra fe en Cristo nos vuelve a reanimar e inspirar. Y ese Dios que vino a redimir a la humanidad y llevarla a la plenitud de su dignidad humana y espiritual nos invita hoy a poner en acción nuestra fe. ¡Estudiemos nuestra historia en todo su contexto! ¡Reflexionemos y aprendamos de nuestros errores! Nuestra fe y nuestra cultura cristiana nos invitan a ser valientes y a seguir transformándonos.