Madurez o inmadurez de la cultura Latinoamericana

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más   

 

 

Nos decía Carl Jung, el famoso psicólogo y escritor del siglo pasado, que «la madurez trae la cultura». Jung decía que el ser humano después de los cincuenta años de edad era que podía ya «legar cultura». Después de estudiar, encontrar una posición activa en la sociedad y vivir experiencias, era entonces que la persona humana era capaz de dejar una huella en la historia del mundo.

Jung se refería no sólo a la madurez individual sino también a la madurez social de los pueblos Aunque nuestra civilización occidental parece que sólo da importancia a la juventud y al «producir del joven adulto» sabemos que, bajo la superficie, son las personas maduras con sabiduría y experiencia las que realmente siguen moviendo al mundo. En las civilizaciones antiguas las sociedades estaban regidas por un consejo de ancianos. Los libros ayudan y la energía juvenil también, pero la verdadera sabiduría sólo llega con los años. Las experiencias pasadas incluyendo los errores, contribuyen activamente a una reflexión pausada, analítica de lo que realmente es historia, tanto personal como social.

Socialmente también la «edad» es muy importante. Nuestros países de la América Latina son mencionados como países jóvenes, y realmente lo somos en comparación con otros países cuyas historias se remontan a la antigüedad prehistórica.

Pero realmente nuestros países ya no son tan jóvenes. Nuestra historia ya pasa de los 500 años, sin contar con las culturas indígenas algunas de las cuales se remontan también a la antigüedad. Como todos los pueblos, hemos cometido muchos errores y los seguimos cometiendo, pero la edad madura de nuestros pueblos ya se puede reflejar en nuestra cultura que podemos definir como ‘continental’.

Latinoamérica es única por su historia, su integración de razas, su dependencia de Europa por varios siglos y por su independencia y adquisición de una mentalidad nueva y diferente. Es curioso comprobar cómo todos los movimientos independentistas surgieron ya de los propios hijos de emigrantes europeos. Ya no se llamaban europeos, aunque tuvieran 100% de sangre europea, y querían independizarse de Europa. También el mestizaje, que nunca ocurrió en los Estados Unidos de Norte América, ayudó a componer culturas bien definidas con pensamiento propio, manifestaciones artísticas propias. Las culturas de Latinoamérica están ya bien definidas.

Sin embargo, hoy vemos que las diferencias sociales y económicas nos dividen, quizás influenciados por países más desarrollados cuyo materialismo contagia. Realmente tenemos que reconocer que hay verdadera injusticia en la mayoría de nuestros países. Tenemos que reconocer que existe todavía una inmadurez política que produce dictadores cuya demagogia confunde a muchos y manipula a todos.

Hoy vemos cómo, desde fuera, tratan de dividirnos usando la misma religión, con ideas extranjerizantes, fundamentalismos que son realmente opio del pueblo para mantenerlo contento y no pensar ni cuestionar los problemas sociales y las injusticias. Sectas llamadas cristianas no se cansan de atacar a la Iglesia, que ha sido la única que defiende a los pobres y que trata de desarrollar a los que se han quedado olvidados en el camino.

Y es la Iglesia la única institución que además de enseñarnos nuestros derechos y deberes, nos invita hoy a reflexionar, a aprender de los errores del pasado, a no escapar ni huir de nuestras responsabilidades. Jesucristo nos dejó los Evangelios para hacernos pensar. Reflexionemos pues, con nuestra sabiduría de siglos, con nuestros errores presentes para construir verdaderamente una cultura latinoamericana.