A los que no quieren reflexionar

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más  

 

 

Volvemos a insistir en la reflexión. Si hay algo que realmente nos distingue de los animales es nuestra capacidad de reflexionar. Si eliminamos ese valor en nuestras sociedades, ése sería el fin de nuestra civilización en el mundo. Si por egoísmo nos dejamos llevar por la corriente estamos perdidos, pues el reflexionar nos lleva a ser respon­ables, creativos y a «trabajar». Si por cansancio nos damos por vencidos, perderíamos por completo el sentido de la vida.

Quizás por eso en muchos países de Latinoamérica las grandes masas pueden ser fácilmente manipuladas por algún demagogo de turno que ni siquiera posee los ideales verdaderos para luchar por los derechos del pueblo. ¡Tantos que podrían cambiar las cosas se han dado por vencidos! ¡Tantos están cansados de no ver resultados! ¡Tantos otros que no reflexionan ni razonan, porque no les convendría! Y a estos últimos queremos dirigirnos hoy.

Con un mínimo de sentido común, nos tenemos que dar cuenta de que ya no hay dónde esconderse. Quizás en el pasado era más fácil echarle la culpa a los demás de las injusticias y de los desastres económicos que todos hemos causado. Hoy, en medio de esta situación de emergencia, no nos queda más remedio que levantar la cabeza, con valentía y sentido de responsabilidad, y colaborar en la solución y reconstrucción de Latinoamérica. Para encontrar soluciones, indudablemente, tenemos que reencontrar nuestra fe cristiana. Si no es sobre esta base, terminaríamos bien rápido matándonos unos a otros.

Revisando las demás posibilidades, inclusive otras religiones, nos damos cuenta de que ninguna doctrina escapista nos ayudaría hoy en nada. Y debemos incluir aquí no sólo las doctrinas marxistas sino también las sectas fundamentalistas cristianas que endrogan las mentes de los infelices. Esas doctrinas, curiosamente basadas en el odio nunca en el amor, dividen y destruyen nuestras sociedades y envenenan con vanas esperanzas a los sufridos. Esas tendencias siguen hoy atacando nuestras verdaderas raíces cristianas basadas en la actitud que Cristo nos enseñó en los Evangelios hace 2000 años. Pero una actitud de vida cristiana y no de una «frasecita» conveniente que tanto el marxismo como los fundamentalistas cristianos usan por activa y por pasiva. La actitud emanada de Cristo tiene que ser completa, fundamentada en el amor, amor de entrega a los demás, amor de sacrificio, esfuerzo y trabajo.

Y ahí tenemos que confesar que los católicos también nos hemos relegado a un cristianismo de pura conveniencia: escogemos lo que nos viene bien. Hemos sido grandes defensores de la fe sin oír las necesidades de los demás, huyéndole al llamado de ser responsables. Defendemos con gran perfeccionismo nuestras reglas y cumplimientos como hacían los fariseos. Sin embargo, el corazón está vacío. ¡Cuánto criticó Jesús esa actitud! Él fue más que comprensivo con los pecado­res, sin embargo fue duro con aquellos fariseos hipócritas que se escondían detrás de la ley mientras su espíritu estaba muy lejos del amor a Dios y al prójimo.

Si hemos hecho esto por ignorancia, pidamos perdón a Dios. Si lo hemos hecho por egoísmo pidamos perdón a Dios, pero también a todos los demás. Sabemos que seremos perdonados. Pero el arrepentimiento exige un cambio de actitud. El despertar a un nuevo amanecer necesita de «un plan de trabajo» poniendo en acción ese amor que nos trajo el perdón.

Y sigamos pensando y reflexionando para no retroceder a la animalidad...