Las verdaderas raices cristianas de Latinoamérica

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más   

 

 

Como ya hemos dicho, nuestro continente latinoamericano se ve amenazado por muchos problemas políticos, sociales y económicos. Lo peor es que muchas fuerzas de poder están tratando de arrancarnos las raíces cristianas con las que nuestros países se formaron.

Quizás los abusos de la colonización han herido profundamente a nuestros pueblos. Muchos usaron el cristianismo malintencionadamente para oprimir y sojuzgar, no para liberar y crear pueblos que vivieran y se desarrollaran verdaderamente cristianos.

A pesar de todo todavía quedan esas raíces en nuestro carácter, en la especial amistad que no nos avergüenza expresar, en nuestro calor humano que nos une, de todas las razas y procedencia... En los valores y principios familiares arraigados muy profundamente en nuestras sociedades... En nuestra alegría y música y baile que animan a todos los continentes y países del mundo.

Todo tiene su origen en nuestras raíces cristianas de un Dios que nos quiere. Un Dios que se reveló como padre y amigo, que quería nuestro bien. Un Dios Jesucristo que vino al mundo a enseñarnos cuánto nos quería el Padre, el Jesús que vino humilde y fue perseguido, que dio su vida por nosotros y por nuestra salvación... Y que resucitó, contra toda lógica humana, para demostrarnos que era Dios. Todavía estamos tratando de poner en práctica sus enseñanzas que no son fáciles¼ Todavía queremos desarrollar nuestros países añorando su reino de paz, de justicia y de amor.

Y ya que nos hemos referido al Padre y a su hijo Jesucristo, no dejemos atrás a la tercera persona de nuestro Dios: el Espíritu Santo. Jesús nos lo mandó para que ese Espíritu nos enseñara y nos ayudara a entender todo lo que significaba su «plan de trabajo». Ese Espíritu es el que nos alienta e inspira, el que nos hace crecer honestos y en la verdad, el que nos hace unirnos y trabajar como seres humanos y no como animales. Dios respeta esa libertad con que él mismo nos creó. Nunca nos fuerza. Y a pesar de la opresión con que queremos dominar a los demás, inventada y alimentada por nuestro egoísmo, Dios Espíritu Santo sigue trabajando en nuestros corazones. ¡Seamos pacientes con nosotros mismos!

Al Espíritu Santo lo hemos representado en nuestras pinturas latinoamericanas, siguiendo nuestra tradición bíblica, en forma de paloma. Una imagen que nos ha venido muy bien en la historia y hoy también, en este mundo de tanto odio y violencia, terrorismos y guerras. La figura de la paloma, aceptada por todos universalmente, simboliza la paz.

Y volviendo a nuestras raíces cristianas, esa paz sólo puede venir de Dios. Al presentarse Cristo ya resucitado ante sus discípulos su saludo era siempre: «¡La paz esté con ustedes!»

¡Qué bien nos viene hoy ese saludo! ¡Qué bien podemos distinguir entre el bien y el mal usando ese criterio! Todo lo que da paz viene de Dios. San Ignacio de Loyola identificaba cualquier pensamiento que venía de Dios con la paz. No puede haber paz si no hay justicia en nuestros corazones y en nuestras sociedades. No hay verdadera justicia si no hay amor.

¡Cuánto nos queda por aprender para realmente desarrollarnos a la luz de nuestras raíces cristianas, pero el Espíritu Santo sigue enseñán­onos y haciéndonos entender!¼ No podemos desesperarnos ni desfallecer, Cristo nos ofrece en los Evangelios una actitud de vida bien clara. Sabemos que Dios Padre nos quiere y nos perdona. ¿Qué esperamos para construir entre todos un mundo más justo y más humano bajo la luz del Dios que nos ama?