¡Resurrección!

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más 

 

 

¡Y Cristo resucitó! Contra todas las expectativas. En contra de los religiosos de su época. Los fariseos y escribas lo habían condenado a muerte por hacerse Dios: Jesús perdonaba los pecados, cosa que era una blasfemia más que una locura. ¡Sólo Dios podía perdonar los pecados y Jesús no perdonaba en nombre de Dios, sino de Él mismo porque claramente él era Dios!

En contra también de las expectativas de sus propios discípulos, Jesucristo resucitó. Aunque lo habían visto caminar sobre las aguas y resucitar a su amigo Lázaro, no creían. Aunque les había hablado que debía morir para después resucitar, no creyeron. El miedo les hizo olvidar todo. El miedo los hizo gritar de terror cuando Jesús, ya resucitado, se apareció en medio de ellos a puertas cerradas. Tomás, ni siquiera creyó a sus compañeros hasta que metió sus dedos en las llagas. Y todavía hay algunos que dicen que los apóstoles inventaron el «cuento» de la resurrección y que simplemente habían robado su cadáver.

En el recuento de la resurrección, los apóstoles han quedado en ridículo para toda la historia: por cobardes, por traicionar a Cristo, empezando por el principal, Pedro, que lo negó tres veces... ¿Cómo estos apóstoles pudieron haber inventado semejante cuento?... Además, el cuerpo de Jesús estaba custodiado por los soldados romanos. Miles de personas lo vieron después de resucitado, los apóstoles hablaron y comieron con Él, se llenaron de valentía y salieron a la calle a anunciar la buena noticia. Y dieron la vida por esto.

Hoy, con mucha insidia, se nos quiere confundir. Por la televisión, el cine, y novelas baratas se elaboran teorías falsas que pueden engañar a cualquiera. Muchos, que hasta se dicen cristianos, predican a Jesús en nuestros países en desarrollo como un gran hombre y profeta, un liberador social y hasta político pero ocultan –o hablan muy bajito– de la divinidad del Cristo. ¡No mencionan su resurrección!, terminan la vida de Jesús con su muerte y su gran «legado» para la humanida

Si Jesús hubiera sido sólo un gran hombre, el declarar él mismo que era hijo de Dios lo haría un loco. ¿Estaríamos acaso por dos mil años siguiendo a un loco y hasta dando la vida por él?

Con Cristo no podemos ser agnósticos y declarar que sólo fue un gran profeta, que su doctrina del amor y del perdón venía sólo de un gran hombre. Hoy, que todas las religiones humanas se han quedado atrás, obsoletas, incapaces de encontrar soluciones a los problemas del mundo, la única doctrina que tiene sentido y que nos puede salvar de la extinción, es la de Jesucristo... ¡Pero ese Jesucristo «completo», Hijo de Dios! ... Como dice Pablo en sus epístolas, ¡Si Jesús no resucitó, vana es nuestra fe!

Tanto Pablo como Pedro murieron mártires. Y como ellos, murieron muchos en los circos romanos, despedazados por leones para divertir a la concurrencia. Historiadores romanos testimonian que estos cristianos cantaban... ¡Cantaban frente a los leones, con alegría!... Y que al verlos, muchos espectadores se tiraban de las gradas a los leones viendo a aquellos mártires muriendo con alegría para alcanzar la resurrección.

Así entró el cristianismo en nuestra civilización occidental. Los prime­ros cristianos fueron víctimas, perseguidos por un mundo de corrupción y hedonismo. La revolución pacífica más grande que registra la historia. Los cristianos daban su vida por un tal Jesús que murió por nuestra salvación y resucitó prometiendo la resurrección y la vida eterna a todos los que creyeran en Él y, unos a otros, se amaran.