Responsables, ¿sólo en Cuaresma?

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más   

 

 

Siguiendo nuestras reflexiones para este tiempo de cuaresma, tenemos que darnos cuenta de que nuestra fe, nuestra creencia, no es algo fuera de nosotros mismos, algo que nos ponemos y nos quitamos a conveniencia como una túnica. De nuestra fe depende el encontrar­nos con nosotros mismos, encontrarnos y reconocer a los demás y, como consecuencia, encontrar a Dios.

Jesús, con una pedagogía maravillosa, en los Evangelios nos enseña a pensar. La riqueza de las parábolas llegaba al corazón de las multitudes que lo seguían. En todas sus parábolas hay siempre algo que nos mueve a reflexionar, todavía dos mil años después, con un valor universal para todos los tiempos.

Hoy, con los problemas terribles que afligen al mundo que no parecen encontrar soluciones, tenemos que indagar más profundamen­te. Ni las soluciones económicas en que tanto confiamos y que nos desesperan, ni los cambios políticos y sociales que tantas promesas falsas nos ofrecen, nos pueden augurar un nuevo amanecer.

Casi por exclusión tenemos que llegar al fondo de la responsabilidad personal humana. Los gobiernos, las multinacionales, el comercio de la droga, la delincuencia y la corrupción, todo tiene detrás «caras humanas». Son seres humanos los que componen, hacen y deshacen las decisiones que producen esos problemas. Seres humanos que, con sus egoísmos, violentan la libertad humana dada por Dios para el bien. Sin embargo, estos seres humanos hacen el mal consciente o inconscientemente.

Pero sería demasiado fácil culpar a otros sin reparar en nuestro propio egoísmo que nos hace ignorar los problemas. Es muy fácil culpar a los demás y librarnos entonces de nuestra responsabilidad. La apatía, la insensibilidad, también tienen caras humanas. Y todos, de una u otra manera, somos culpables.

Sin embargo, también tenemos virtud que Dios planta en nuestros corazones. Hasta los más culpables tienen dentro esa llamada de Dios. Y nunca es tarde para recapacitar, para liberarse de la esclavitud del egoísmo, para volver a encontrar a Dios en uno mismo, en los demás, en la maravillosa creación que Dios puso en nuestras manos para convertirla en su Reino de Paz, Justicia y Amor.

En este tiempo de Cuaresma en que la Iglesia nos invita a recapacitar, nos viene un nuevo aliento a cambiar, a buscar la paz y la alegría. La misma Iglesia ha pedido perdón, por medio de sus últimos Papas, por los errores del pasado. Pidamos también cada uno de nosotros, que somos Iglesia, perdón por los errores del presente. Convirtámonos al Evangelio. Busquemos en ese maravilloso testamento que Jesús nos dejó la actitud de vida que es la única que nos puede salvar, indivi­dualmente y colectivamente. Seamos responsables con esa misión que Dios nos ha dado en este mundo. No hay que hacer heroicidades, basta con hacer el bien todos los días, cada uno según su capacidad. ¡Que esta Cuaresma transforme nuestras vidas!