¿La Cuaresma nos puede ayudar a encontrar el camino a la felicidad?

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más   

 

 

Con nuestros problemas sociales, económicos y políticos, que no podemos olvidar en esta cuaresma, atendamos también la propia hambre personal del espíritu.

Queremos arreglar naciones, continentes y el mundo entero. Criticamos todo y a todos. Nos volvemos cínicos creyendo que esto no tiene arreglo

      Si pensamos y reflexionamos, algo propio y único de los seres humanos, nos tenemos que dar cuenta de que ese mundo está compuesto de gente como nosotros. ¡Gran misterio el de esa pluralidad humana! Cada uno es un mundo diferente y sin embargo vivimos todos en ese mundo global.

Un teólogo me decía un día que ninguna de las pruebas de la existencia de Dios le convencía tanto como el darse cuenta de la pluralidad humana. Sólo Dios podía haber creado semejante confusión de tantos caracteres y personalidades distintas y que todavía pudiéra­mos tener sentido de comunidad global.

Por eso, si estamos inconformes de cómo va el mundo, si quere­mos resolver los graves problemas económicos, políticos y sociales que afectan a Latinoamérica y al mundo entero, tenemos que empezar por «casa», por cada uno de nosotros. Tenemos que reflexionar, y con toda honestidad y humildad, mejorar, cambiar, transformar nuestra actitud.

Al fondo de toda reflexión nos encontraremos siempre con nuestro egoísmo personal que tiene que domarse, controlarse, canalizarse. ¿O es que para cambiar tenemos que esperar a que el dictador de turno nos envenene la mente con odio para unos y promesas falsas para otros?...

Todos queremos ser felices, pero casi siempre buscamos la felicidad donde no está. No podemos ser felices si –al menos– no nos sentimos satisfechos, queridos y amados: lo personal. No podemos ser felices si nuestra felicidad se logra a costa de los demás, ignorando, oprimiendo, usando a los otros: lo social. No podemos ser felices si no nos sentimos creativos y capaces de participar en una maravillosa crea­ción que nos invita a trascender al infinito: lo universal. Si falta alguno de estos tres niveles en nuestras vidas, nunca podremos decir que hemos encontrado el camino a la felicidad.

Y mirando y comparando las creencias que nos saltan a la vista en el mundo de hoy, descubrimos que sólo el cristianismo tiene una respuesta a nuestros problemas personales, sociales, políticos y universales. Todas las demás creencias han caído y se han vuelto obsoletas al llegar este Tercer Milenio.

La Iglesia, humildemente, nos ofrece el camino de la reflexión en la cuaresma. «Conviértanse y crean en el Evangelio», se nos dice en el Miércoles de Ceniza. Nuestra vida es una constante conversión ya que el egoísmo individual y colectivo nos acecha y deshumaniza. Con esa pluralidad, Dios nos creó. Sin embargo, Jesús en la última cena pidió al Padre que todos fuéramos «uno». Ese será siempre nuestro ideal, que todos vivamos en paz, justicia y amor.

Aprovechemos estas semanas de cuaresma para limpiarnos y purificarnos. Recapacitemos, volvamos a liberarnos de nuestro egoís­mo. Convirtámonos y creamos en la Buena Nueva del Evangelio.