La Cuaresma y nuestra intranquilidad política y social

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más   

 

 

Indudablemente, en esta Cuaresma debemos tener presente los problemas políticos, económicos y sociales de nuestro continente. Estos problemas nos afectan a todos, tanto individualmente como colectivamente. No podemos tampoco excluirnos de un mundo donde en otros continentes estos mismos problemas se entremezclan y se afectan mutuamente.

En un mensaje reciente de la Pontificia Comisión para la América Latina, con motivo de conmemorarse el «Día de Hispanoamérica» en las diócesis de España, se ha escogido el lema: «Compartimos el pan de la tierra y el pan del cielo». Este lema seleccionado, nos recuerda que tenemos el deber de salir al encuentro de dos formas de hambre que hay en el mundo de hoy: hambre de pan y hambre de Dios. A veces nos olvidamos de estas dos vertientes que tenemos los seres humanos y somos olvidadizos tanto de la una como de la otra.

Necesitamos resolver los problemas económicos que sufren nuestros países en desarrollo, sobre todo en estos tiempos de globalización cuando una desmesurada competencia amenaza nuestras tradiciones y culturas, con todo lo que esto conlleva. No sólo las tradiciones y costumbres nuestras son amenazadas sino también nuestra institución de la familia, base de nuestras sociedades. Afectada está nuestra sanidad psicológica y, por lo tanto, nuestra esperanza de llegar a encontrar el camino a la felicidad en este mundo. Esa insatisfecha hambre de pan nos afecta íntimamente en nuestra dignidad personal.

Nuestros pueblos también tienen hambre de Dios, especialmente los jóvenes que siempre miran al futuro. El vacío interior, la desesperanza y la angustia pueden ser más devastadores que el hambre de pan. Lo peor es que muchos no saben ni que tienen hambre de Dios: o porque nunca les han hablado de El, o porque se les ha hablado de un Dios «equivocado». ¡Cuántas veces –quizás con la mejor intención– se nos ha enseñado un Dios cruel, incomprensible, falto de ternura y misericordia, siempre listo para castigarnos por el menor error!... ¿Dónde está ese Dios del Antiguo Testamento capaz de perdonar mil veces al pueblo de Israel de sus infidelidades?... ¿Por qué hay gente hoy en día que prefiere no creer en Dios, ya sea por miedo o porque creen que Dios nunca los podrá perdonar?

Constantemente el Antiguo Testamento nos menciona el perdón como una de las características «especiales» de ese Dios que perdonó a David de su horrible pecado.

¿No nos dio Jesucristo suficiente prueba de su amor y su perdón?... Basta leer el pasaje de la adúltera a punto de ser apedreada por los fariseos, hipócritas cumplidores de la ley y su religión. Después que los desenmascara, las palabras de Jesús son conmovedoras y una vez solo con ella le dice con ternura, «Yo tampoco te condeno. Vete y no peques más¼»

En esta Cuaresma encontremos a ese Cristo que nos invita a conocerlo más como amigo. Ese amigo capaz de pasar por alto nuestras debilidades. Encontremos a ese Dios verdadero que los hombres nunca hubiéramos sido capaces de inventar; el que nos dice, «Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré».

Dios nos invita a todos y a cada uno de nosotros a dar pan a los que tienen hambre y sed de justicia. Nos invita también a llevarlo a El a los demás en amor y perdón.