Latinoamérica: Continente de Esperanza

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más 

 

 

Hoy comenzamos un nuevo ciclo de programas dedicados a la cultura y la tradición en nuestra América hispana. En estos tiempos tan confusos, cuando nuestro continente se debate entre crisis económicas y sociales, conviene reflexionar sobre la realidad de soluciones prácti­cas que nos orienten a todos a seguir evolucionando en la historia. Para entender mejor lo que llamamos tradición tenemos que revisar nues­tros orígenes en ese desarrollo histórico.

Nuestra América fue descubierta para el mundo europeo hace 500 años. Existían ya en este continente varias culturas, algunas primitivas y otras muy desarrolladas. Por otra parte en Europa eran tiempos de guerras, lucha de poderes económicos y políticos, y esa misma mentalidad guerrera y de conquista llegó a América como fenómeno natural. Aunque hubo abusos, y gente que se aprovechó del descubrimiento para sus propios intereses, los conquistadores trajeron consigo las nuevas ideas y filosofías occidentales que desde tiempo de los roma­nos se venían haciendo universales. En ese contexto, el cristianismo fue traído entonces a nuestro continente.

Pero fueron los misioneros quienes realmente trajeron el cristianismo a la América. Los misioneros cumplieron con un doble e importantísimo papel en la llamada «conquista». Por una parte defendieron a los nativos e inclusive respetaron sus culturas, llevando esta idea de vuelta a Europa donde algunos creían que los nativos americanos no tenían alma. Por otra parte, los misioneros cristianos llevaron la fe en el amor y un mensaje de salvación a pueblos que también vivían en conflictos bélicos y abusos entre unos y otros. Muchos misioneros fueron martirizados por vivir esa fe del amor y del perdón que caracte­rizaba el cristianismo.

La América latina se fue desarrollando y en contraste con la América del norte anglosajona, se propagó el mestizaje, la mezcla de razas y de culturas. El arte, la música y hasta las mismas expresiones religiosas, mostraban la integración de esas culturas.

Hoy, sin embargo, la América latina se desenvuelve a duras penas bajo una terrible polarización. La diferencia entre la clases pobres y ricas se hace más cruda. La corrupción generalizada de los gobiernos y los partidos políticos divide cada día más a los pueblos: las clases pobres y desesperadas buscan la soluciòn en socialismos y comunis­mos; las clases poderosas, con miedo a hacer cambios, defienden un indefendible status quo.

Por experiencia sabemos que en medio del caos, con burda demagogia algunos políticos se aprovechan de las clases desesperadas para terminar en el callejón sin salida de la dictadura. Estos políticos se reconocen siempre, pues su método es el odio y la lucha de clases que ya sabemos nunca ha solucionado nada en la historia. Por otra parte todos esperan, quizás demasiado pasivamente, un cambio radical que no haga tambalear la democracia.

Si creemos realmente que Dios es amor, como nos lo declaran el Papa y nuestra tradición cristiana de siglos, tenemos que encontrar las soluciones a la luz del amor. Pero este amor requiere la entrega a los demás y el esfuerzo por buscar honestamente soluciones, sacrificio inclusive, para crecer juntos en solidaridad y justicia. ¡Latinoamérica nos pide despertar de nuestro letargo!

Reflexionemos en las próximas transmisiones, poco a poco, sobre nuestra tradición y nuestra cultura. Latinoamérica ha sido llamada muchas veces el continente de la esperanza. Hoy día, es realmente el continente católico por mayoría. Hagamos esto una realidad y busquemos en los Evangelios una actitud clara y viva para desarrollarnos y llevar también esta actitud al resto del mundo.