La esperanza es un hecho activo.

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

El Papa Benedicto XVI nos explica en su segunda encíclica “Spes Salvi”, que el mensaje cristiano llevado por los discípulos de Cristo a Roma, no era sólo una “buena noticia”, sino una comunicación que lleva a la acción, a hechos que cambian la vida con una nueva actitud y comportamiento. “La puerta oscura del futuro había sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva”.
 
“En nuestro lenguaje se diría: el mensaje cristiano no era sólo ‘informativo’, sino ‘performativo’. Eso significa que el evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida”. Esta había sido la gran diferencia entre la predicación de Jesucristo y la interpretación religiosa de los fariseos de su tiempo. El mensaje de Jesús no era un simple cumplimiento de reglas y preceptos, era un mensaje de cambio de actitud de vida de lo interior hacia lo exterior. ¡Qué falta nos hace volver a entender ese mensaje hoy donde todavía algunos promueven ese fariseísmo ignorando flagrantemente las enseñanzas de Cristo tan claras en los evangelios! 
 
Esta nueva encíclica del Papa nos ayuda a entender mucho mejor la actitud para el cristiano de hoy. Tenemos la única fe, el único mensaje que tiene respuestas para todas las naciones y todos los tiempos. El cristianismo no es una “religioncita” más, sometida a características culturales locales. Es el único mensaje que habla al corazón del individuo y lo hace responsable con los demás, en familia, en comunidad, en sociedad. Sólo el cristianismo habla de amor y de paz por encima de nuestros egoísmos personales, sociales y políticos. El cristianismo nos viene como esperanza en nuestras angustias y sufrimientos personales, pero también en nuestras violentas divisiones e injusticias sociales. Ya nos lo anunciaba el profeta Isaías:      ¡habrá paz entre las naciones!
 
El Santo Padre nos sigue insistiendo a reflexionar sobre la entrada del cristianismo en el mundo romano. “La religión de Estado romana se había esclerotizado convirtiéndose en simple ceremonial, que se cumplía escrupulosamente pero ya reducido sólo a una ‘religión política’”.  “El racionalismo filosófico de los romanos había relegado a los dioses al ámbito de lo irreal. Se veía lo divino de diversas formas de fuerzas cósmicas, pero no existía un Dios al que se le pudiera rezar”.
 
También en la historia de la Iglesia se corrompió el cristianismo haciéndolo “religión política”. Las fuerzas de poder del oscurantismo quisieron controlar a Dios. Se llegaron a ignorar las enseñanzas de Cristo y sacarlo a él mismo del ámbito real. Se vivía de supersticiones mágicas.
 
Hoy también se quiere ignorar al Dios Vivo, Dios personal de amor y esperanza. Hasta muchos cristianos caen en la trampa del relativismo y del materialismo. Para ellos Benedicto XVI ha escrito esta encíclica. Esa esperanza tiene que ser basada en verdades profundas y trascendentales, y no en interpretaciones parciales y relativas. Nos dice el Papa: “No son los elementos del cosmos, las leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona. Y si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros, entonces el poder de los elementos materiales  ya no es la última instancia; ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora somos libres”.
 
En esa libertad está basada nuestra activa esperanza cristiana. La libertad conque nos creó ese Dios personal que nos ama y nos ha prometido la salvación eterna.
 
Sigamos reflexionando sobre la esperanza cristiana.