¡Y líbranos del mal! ¡Hoy y cada día!

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

El Santo Padre en su libro “Jesús de Nazaret” sobre la oración del Padrenuestro, nos dice que los primeros cristianos usaban esa frase refiriéndose a la amenaza inminente de la persecución del Imperio Romano. Pero que aunque aquel imperio y su ideología no existen más, ¡cuánta actualidad tiene hoy esta petición a Dios! El imperio del “mal” sigue activo en el mundo.
 
Nos dice el Papa, que de una parte tenemos las grandes potencias del mercado, del tráfico de armamentos, de drogas y hasta de seres humanos. ¡Cuántas formas de mal podríamos agregar a esta lista en Latinoamérica en particular! De la otra parte  la engañosa ideología del éxito y del bienestar nos trata de arrancar la idea de Dios de nuestras vidas como una ficción y pérdida de tiempo. El mundo nos repite: “vive la vida y disfruta cuanto puedas…” ¡Qué infantil falsedad!
 
El Padrenuestro nos vuelve a advertir que cuando el ser humano pierde a Dios, se pierde a sí mismo. Basta ver la descomposición del mundo de hoy. ¡La amenaza del mal está más viva que nunca!
 
¡Señor, líbranos del mal! No sea que por buscar los bienes materiales, te perdamos a ti, Dios, que eres el verdadero bien.
 
Al pedir a Dios que nos libre del “mal”, no hay ya cosa más grande, profunda e inminente que podamos pedirle. Nos ponemos libre y activamente en manos de Dios, principio y fin, origen de todo bien. Esta fue la convicción que llenaba de alegría a los primeros cristianos cuando eran llevados al martirio. Era el profundo y verdadero triunfo del bien sobre aquel mal que parecía exterminarlos por la fuerza. Los mártires afrontaban la muerte como la verdadera liberación de aquél mal dominante y opresor. San Pablo, también perseguido y mártir, nos comunica en una de sus cartas su convicción y su fe: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? … ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Acaso las pruebas, la aflicción, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?... Pero no; en todo eso saldremos triunfadores gracias a Aquél que nos amó. Yo sé que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni las fuerzas del universo, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas espirituales ya sean del cielo o de los abismos, ni ninguna otra criatura podrán apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”.
                                                                                              (Rom. 8: 31-39)
 
Ese mensaje escrito por Pablo de Tarso hace 2000 años nos ha inspirado en el cristianismo a través de terribles crisis históricas. Sus palabras nos llenan de entusiasmo y luz de esperanza en las tinieblas del mundo de hoy. El mensaje de Pablo nos ayuda en esta carrera de obstáculos de la que él mismo salió triunfante.
 
Por lo tanto, nos dice Benedicto XVI, con la ultima petición del Padrenuestro regresamos a las primeras tres: pidiendo la liberación del poder del mal, pedimos en definitiva el reino de Dios, la identificación nuestra con su voluntad, la santificación de su nombre. Como en la antigua oración de la Misa , precisamente después del Padrenuestro, pedimos: ¡Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres del pecado y protegidos de toda perturbación!... 
 
Reconozcamos el “Mal” principal que está ue estáquqpor arriba de todos los males particulares: el verdadero Mal que nos impediría el encuentro con Nuestro Padre y con nuestra anhelada felicidad eterna. Y pidámosle: Señor, Padre Nuestro que estás en los cielos, en la tierra y en cada uno de nuestros corazones, ¡líbranos de ese Mal, contrario al amor! AMÉN