España, aparta de ti este cáliz

Autor: Emilio de Armas

 

 

La frase que encabeza este artículo es casi del poeta peruano César Vallejo. La escribió ante el holocausto de la Guerra Civil Española. Hace ya muchas décadas que no corre la sangre por las tierras de España, pero ahora el país de cuya cultura somos herederos, se enfrenta a una nueva y angustiosa prueba: la de verse convertido –según resulta cada vez más evidente– en uno de los laboratorios mundiales para ensayar la embestida “final” contra los valores del cristianismo.

Desde la toma de posesión del nuevo gobierno, y al amparo de la incuestionable libertad de expresión, en España se ha visto levantarse una verdadera ola de “reclamaciones” que, bajo la atractiva cobertura de garantizar los derechos de quienes han sido tradicionalmente discriminados, no es sino la “punta de un iceberg” formidable, según lo denunció recientemente el obispo de Segorbe-Castellón y Presidente de la Comisión Episcopal de la Familia, Mons. Juan Antonio Reig Pla, al asegurar que el proyecto de ley que equipara las uniones entre personas homosexuales y el matrimonio, “seguido de una fuerte campaña mediática plagada de engaños, no es más que la punta del iceberg de un plan demoledor concebido desde el laicismo militante y el feminismo radical”, y cuyo verdadero objetivo es minar y finalmente destruir la civilización cristiana a través de la manipulación del lenguaje, la imposición de la “ideología de género” y de una concepción anárquica de la libertad.

Poniendo al descubierto las raíces ideológicas del plan, el obispo señaló que “este programa completo, junto a la distorsión de la sexualidad como dimensión de la persona, pretende la imposición de la ‘ideología de género’, en la que se concitan reductos del pensamiento marxista y neoliberal radical para conseguir una sociedad sin clases… de sexos”.

Mons. Reig Pla precisó que lo que se trata de imponer es el “concepto marxista de sociedad sin clases, en este caso sin sexos definidos… Se trata de un concepto anárquico de libertad… Para ello se toma como pretexto la inclinación homosexual y la exaltación de la mujer, destruyendo el estorbo de la naturaleza humana”.

El objetivo último de todo esto, afirmó, “es destruir la civilización cristiana, ya que en ella se ha gestado la ‘antropología adecuada’. Para ello se manipula el lenguaje hablando de ‘nuevos derechos’ inexistentes, se cambia la identidad de la persona (unidad cuerpo-espíritu); se borran las huellas de la diferencia sexual (varón-mujer) encaminada a la reciprocidad mutua y el don de sí; se destruye la institución matrimonial (comunidad de vida y amor orientada a la procreación) y se dinamita la familia con las consiguientes relaciones familiares: paternidad-maternidad-filiación”.

Madrid, “Capital Mundial de la Familia”

Por su parte, el obispo de Málaga, Mons. Antonio Dorado Soto, declaró recientemente que, aunque en la España actual “no se aplica a los católicos la tortura física”, sí se los somete a torturas psicológicas, “que no son menos dolorosas y graves”.

“Estas actitudes intransigentes”, advirtió el obispo, “están creando un clima de tensión que puede hacer un gran daño a la convivencia pacífica, a la libertad de pensamiento” y religiosa. “Los católicos tenemos derecho al respeto debido a nuestras creencias y a nuestros símbolos, también por las personas que no se consideran creyentes. ¡Sólo exigimos respeto y tolerancia!”, afirmó.

“Es necesario que no ocultemos, por miedo, la fe en Jesucristo, ni callemos cuando se presente la ocasión de dar testimonio de ella”, proclamó.

Ante la grave amenaza que la legalización del “matrimonio” entre personas del mismo sexo representa para las bases de la sociedad cristiana, el 18 de junio tuvo lugar en Madrid una gran manifestación, convocada por el Foro Español de la Familia (FEF).

Quince federaciones internacionales con presencia en 60 países, y más de mil ONG de 27 naciones del mundo, respaldaron la manifestación, que convirtió a Madrid en la “Capital Mundial de la Familia”. El apoyo de estas organizaciones superó “con creces todas las expectativas de la Red Europea del Instituto de Política Familiar” (IPF), según un comunicado de dicha institución. Del millar de asociaciones que apoyaron la manifestación, 400 eran europeas, 650 americanas y 25 de Oceanía. De los 27 países representados, 16 eran europeos, nueve americanos, uno de África y otro de Oceanía.

Según señaló la representante de la Red Europea, “Madrid se ha convertido en la capital mundial de la familia”, pues 30 millones de ellas “se han adherido a través de asociaciones presentes en los cinco continentes” y han manifestado su rechazo al proyecto de ley, “mediante el envío de cartas y el anuncio de concentraciones en las embajadas españolas”.

El 18 de junio, más de un millón de personas procedentes de más de 40 ciudades de España se reunieron desde temprano en la Plaza de Cibeles, de Madrid, y desde allí marcharon hasta la Puerta del Sol, exigiendo al gobierno de dicho país que se abstenga de aprobar la equiparación legal de las uniones homosexuales con el matrimonio, así como la adopción de menores por parejas del mismo sexo. Según reportó la agencia informativa ACI, “integrantes de cientos de asociaciones familiares, educativas, de derechos humanos, partidos políticos de diversas tendencias, ciudadanos comunes, así como miles de feligreses de diferentes diócesis y miembros de movimientos eclesiales acompañados por una veintena de obispos” –entre los que se encontraban los arzobispos de Madrid y de Toledo, Cardenal Antonio María Rouco y Mons. Antonio Cañizares, respectivamente–, participaron en la manifestación, bajo el lema La familia SÍ importa.

Al concluir la marcha –que transcurrió “con normalidad y sin incidentes”, según informó la Dirección General de Policía–, la periodista locutora de la Cadena COPE, Cristina López Schlichting, dio lectura a un manifiesto en el que se recordó al gobierno del país que la familia es la institución más prestigiosa entre los españoles, así como la más solidaria y eficaz, y se exigió al Ejecutivo la protección del matrimonio y los hijos, el respeto a los derechos de la infancia, la garantía de libertad educativa y el respeto a toda vida humana.

El “terrorismo verbal” de la propaganda

El 22 de junio, después de un intenso debate, el pleno del Senado español vetó el proyecto de ley para equiparar las uniones homosexuales al matrimonio y permitir la adopción de menores por parejas del mismo sexo. La propuesta de veto fue aprobada por 131 votos contra 119. Ahora, el proyecto de ley a favor del matrimonio entre homosexuales será devuelto al Congreso de los Diputados –donde el partido de gobierno dispone de un respaldo mayoritario, para ser sometido a votación el próximo 30 de junio.

“Aprobar esta ley sin consenso sería una nueva muestra de la falta de voluntad del Ejecutivo de escuchar a numerosos sectores y de imponer sus proyectos sin ningún diálogo con la sociedad. Exigimos a Zapatero la retirada inmediata del proyecto de Ley del Parlamento”, declaró Ignacio Arsuaga, presidente de la plataforma que realizo la manifestación del 18 de junio en Madrid.

Con el fin de contrarrestar los efectos de esta marcha, los partidarios de redefinir la familia y el matrimonio sobre bases que desconocen que ambos se fundamentan en la pareja natural humana –hombre y mujer–, han convocado al “Día del orgullo gay”, programado para el 2 de julio en Madrid, donde aspiran a reunir a 1.8 millones de personas. Ante la magnitud de esta cifra, es preciso tener en cuenta el inmenso mecanismo de propaganda que se está moviendo tras la aparente defensa de los derechos humanos de los homosexuales, con su apelación a fórmulas muy bien establecidas para manipular el pensamiento de los individuos y de la sociedad. Y el blanco principal de este aparato de propaganda es la Iglesia Católica, la institución universal más efectiva en la defensa del matrimonio y la familia.

Para los voceros de este mecanismo de propaganda, la participación de entre 15 y 20 obispos en la manifestación del 18 de junio en Madrid representa “la vuelta del nacionalcatolicismo y de la extrema derecha”, declaró la presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas y Gays de España, Beatriz Gimeno, quien calificó la concentración de acto “ruin” cuyo “único fin es ir contra los homosexuales” y sus derechos. “Es la manifestación de la intolerancia”, sentenció Gimeno. La asistencia del arzobispo de Madrid y de otros obispos a la concentración “es una imagen sacada de hace 30 años”, afirmó.

Una aviesa pero muy efectiva demagogia se ha alzado ante la conciencia de los españoles, y de los ciudadanos de otros muchos países del mundo: el “terrorismo verbal”. Se trata de un viejo y eficaz procedimiento para manipular la conciencia social: aplicar a lo que se desea destruir “etiquetas” previamente establecidas y aceptadas como negativas. Se hizo en la Rusia soviética y en la Alemania nazi –por sólo citar los dos ejemplos más notorios en el mundo occidental– como procedimiento expeditivo para condenar el pensamiento de quienes no se plegaban al modelo oficial. Y se está haciendo ahora en las “democracias” hasta el punto de cuestionar la obra de la naturaleza y tratar de revertirla en nombre de los legítimos derechos de las minorías. En nombre de estos derechos, se está tratando de chantajear a la sociedad occidental y cristiana para que se avergüence de sus legítimos valores y se despoje de ellos, a cambio de una “libertad” que hoy exige redefinir el matrimonio como “la unión legal de dos personas independientemente de su sexo”, y que más tarde podría proponer fórmulas aún más “abarcadoras”, como lo sería “la unión legal de dos o más personas independientemente de su sexo”.

El proyecto de redefinir el matrimonio, realmente, no se propone defender las “preferencias” de quienes viven su sexualidad de manera contraria a la natural, sino imponer a toda la sociedad el desquiciamiento de sus instituciones básicas –el matrimonio y la familia–, para convertírselas en dos ruinas que un día habría que mirar con nostalgia si hoy no se defienden con firmeza.

La sexualidad humana es demasiado fuerte –en todas sus manifestaciones– para que las estructuras legales puedan reprimirla. Las más encarnizadas y horrendas persecuciones no lo han logrado nunca, ni lo lograrán jamás. El sufrimiento de los perseguidos de todas las épocas es un clamor que aún se escucha en el mundo. Pero es una horrenda falacia utilizar ese sufrimiento para lograr la “magia” del consenso democrático en favor de una monstruosidad como nunca antes se había visto en el planeta: la abolición de leyes tan naturales como las que se fundamentan, primero que todo, en la antropología; leyes que nunca se había considerado necesario estipular en ningún texto, simplemente porque son tan consustanciales al género humano como el instinto de conservación que éste comparte con todo lo que vive.

Lo que está sucediendo en España no es un hecho aislado. Al contrario, es una manifestación muy visible de un proceso que ya se ha puesto en marcha en muchos países del mundo, entre ellos el nuestro.

Como señaló el obispo de Málaga, Mons. Antonio Dorado Soto: “Es necesario que no ocultemos, por miedo, la fe en Jesucristo, ni callemos cuando se presente la ocasión de dar testimonio de ella”.

Emilio de Armas es director de la Voz Católica, Periódico de la Arquidiócesis de Miami