Que María hable en cada cuadro

Autor: Emilio de Armas

 

 

Frances Muñoz pinta sus Vírgenes como si les estuviera orando. Ya se trate de Nuestra Señora de Guadalupe, o de Chiquinquirá, o de Coromoto, o de la Caridad del Cobre, en cada uno de los cuadros que integran su exposición “La Santísima Virgen María en los pueblos de América”, el rostro y la mirada de María parecen responder a la devoción que la Madre de Jesucristo ha encontrado en toda Latinoamérica.

En cada cuadro, el rostro de María es diferente, pero en cada uno hay una intensa maternidad interior, que puede expresarse de muy distintos modos, pero que permanece en el lienzo y desde allí mira a quien lo contemple. En la Inmaculada de los nicaragüenses, esa maternidad se concreta en una fina y juguetona sonrisa; en la Caridad de los cubanos –y también, ya, de todos los inmigrantes–, la maternidad de María se expresa en una tristeza cargada de protección; en la Virgen del Carmen, la maternidad es mucho cielo y un amplio gesto de acogida.

En todas ellas se reconoce lo que la propia artista afirma de sus cuadros con inocente orgullo, al revelar que, al pintarlos, aspira a dejar que María hable en cada uno y diga lo que en ese momento quiera decir. Tratándose de arte sinceramente religioso, esto es expresión de fe y petición de gracia.

Su estilo –ya que algo ha de decirse siempre del estilo– combina los colores vivos y secos, las líneas fuertes y definidas, las perspectivas ingenuas de la pintura religiosa popular y muchas veces anónima, con una expresión de interioridad vital que parece venirle de sí misma.

Frances comenzó a pintar sus Vírgenes en respuesta a una petición, a un encargo; pero, mientras pintaba, descubrió que amaba a María –es decir, que era amada por Ella.

La trascendencia de sus cuadros estriba en que plasman una experiencia compartible.

 

Emilio de Armas es director de la Voz Católica, Periódico de la Arquidiócesis de Miami