Ángel Gaztelu: amor a Dios y a la belleza

Autor: Emilio de Armas

 

 

El sacerdote y poeta Ángel Gaztelu Gorriti, una de las figuras principales del grupo literario Orígenes –que marcó el desarrollo de la poesía en Cuba desde mediados de los años 40– falleció el 29 de octubre en el Hospital Mercy, de Miami. Contaba al morir 89 años de edad.

Ángel Gaztelu nació en Puente la Reina (Navarra, España), el 19 de abril de 1914. Llegó a La Habana, junto con sus padres y cinco hermanos, en 1927. Cinco años después, y siendo ya estudiante de la carrera eclesiástica en el Seminario Conciliar de San Carlos y San Ambrosio, de La Habana, inició su amistad con el poeta José Lezama Lima. “Lezama me ayudó a encauzar mi vocación literaria”, diría después Gaztelu, refiriéndose a los años iniciales de lo que después sería un movimiento cultural de envergadura, en cuya gestación y desarrollo colaboró estrechamente con Lezama Lima, junto a figuras tan destacadas como los poetas Gastón Baquero, Cintio Vitier, Justo Rodríguez Santos, Eliseo Diego, Fina García Marruz, Octavio Smith y Lorenzo García Vega; pintores y escultores como Amelia Peláez, Alfredo Lozano, Mariano Rodríguez y René Portocarrero, y músicos como Julián Orbón. Fue colaborador sistemático de las revistas que dieron expresión a este grupo: Verbum, Espuela de Plata, Nadie Parecía ( fundada por él junto con Lezama Lima), y la más importante de todas, Orígenes, de la cual tomó su nombre aquel excepcional conjunto de escritores y artistas

Como poeta y como sacerdote, realizó una obra integradora en la cual se conjugaron el amor a Dios y el amor a la belleza y el arte. Llevó a cabo una notable restauración de la iglesia de Bauta (en la provincia de La Habana), ayudado por amigos y compañeros de generación, como Portocarrero y Lozano, quien también colaboró con él, destacadamente, en la restauración de la Iglesia del Espíritu Santo, en La Habana Vieja.

La obra poética del P. Gaztelu está formada por Poemas (1940), Gradual de laudes (1955) y Poemario (1994). En 1997, el Gobierno de Navarra incluyó a Gaztelu en su Colección Literaria, con una segunda edición de su libro principal, Gradual de laudes. En el prólogo escrito para dicha edición, Gastón Baquero afirmó: “Gradual de laudes es una de las joyas de ese breve e intenso tesoro que Orígenes sumó a la poesía cubana […] Lo nuevo y distinto de aquella voz armonizaba a fondo con lo nuevo y distinto de la poesía de ese grupo. Es decir, que entre los origenistas, Ángel Gaztelu fue, por derecho propio, uno de los mejores tonos de la gran melodía total”.

El eminente crítico y poeta Cintio Vitier, compañero generacional de Gaztelu, ha señalado que en la poesía de éste “hay una fina captación de lo cubano como interior y como paisaje […] que no constituye nunca una obsesión ni un objeto de búsqueda, sino como un leal instrumento, en humilde sitio mantenida, de gloria diáfana y venturoso cántico”.

“La desaparición de Mons. Gaztelu es una pérdida lastimosa”, dijo el poeta Ángel Cuadra, presidente del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio. “Se pierde una figura limpia de nuestra poesía, alguien que formó parte de un grupo tan destacado como Orígenes, y que prestigió culturalmente el exilio con su presencia”, dijo Cuadra. “Además, ha sido un sacerdote entregado toda su vida a la fe cristiana”.

“Antes que nada, fue un sacerdote de Dios entregado a las almas”, afirmó el P. Emilio Vallina, su amigo de toda la vida y párroco de la iglesia San Juan Bosco, en Miami, donde Gaztelu ejercía su ministerio parroquial desde el año 1984.

En homenaje a este gran poeta y ejemplar sacerdote, La Voz Católica reproduce uno de sus poemas antológicos.

Parábola

I
Sombra de la noche
yerra por los álamos.
Su secreto a voces
recorre los ramos.

Altos son los caños
de la serranía,
donde bala el aire
y el águila anida.

Altos son los caños
donde el agua suena,
despertando el duro
sueño de la piedra.

Altos son los caños
de la noche fría,
donde gime el agua
su sueño de espiga.

Por los altos caños,
norte del balido
subía buscando
la flor del aprisco.

Por los altos caños
donde daba el agua,
batía la luna
albricias de plata.

Con la noche oscura
se alejaba el río.
Su sombra de ciervo
creaba el hechizo.

Creaba el hechizo
pecho de azucena,
isla de la nieve
que una flor gobierna.


II

Sombra de la noche
corre por los caños
altos de la sierra.
Plata de los álamos

Sus hojas preguntan;
suspiros y pasos
suspenden los aires
y tiemblan los ramos.

El agua callaba
silencio de piedra.
A golpes de alondras
brotan cinco estrellas.

Cruzando la noche
contra las corrientes,
a punta de zarzas
las huellas florecen.

Cuando la encontraba
por los altos riscos,
puro y reluciente
cuajaba el rocío.

Cuando la encontraba
y la requería,
blanca y colorada,
la rosa nacía.

Lucero hechizado
disuelve su nieve.
Raudas hieren altas
gargantas celestes.

Altos son los caños
anchos de la sierra,
donde el agua canta
ganancia de piedra.

Altos son los caños,
altos, que relumbran.
A paso de ciervo
huía la luna.

Por las blancas selvas
que el alba florecen.
A paso de ciervo
huyen las corrientes.

Agua amanecida
cítara de plata
canta el aleluya
raudo de la gracia.

Agua amanecida
rauda de la gracia,
mi secreto a voces
por las ramas canta.

(De Gradual de laudes)

 

Emilio de Armas: es director de la Voz Católica, Periódico de la Arquidiócesis de Miami