Halloween

Autor: Eduardo Rivas

 

 

Halloween, una palabreja de esas que aprendemos a usar, que la enseñamos y la repetimos con mucho entusiasmo, y que sin embargo de la que no sabemos nada. ¿Qué quiere decir, de dónde viene, qué representa, y cómo nos influye?  

Con seguridad, todos hemos tenido alguna vez una conversación con alguien, tratando de explicarle que esta fiesta no debería ser celebrada por los católicos, que nos perjudica, que es una mala costumbre para nuestros niños, que es una fiesta pagana, que celebra al demonio y a todo lo tenebroso, etc., etc., y también es seguro que todos hemos recibido las mismas respuestas:

 

à        Hay, no seas fanático, si es solo una vez al año.

à        Nada tiene que ver con el demonio, es solo una costumbre más…

à        Si solo lo hago por los niños… ellos se divierten sanamente.

à        Lo hago porque no puedo aislar a mis hijos en el colegio, porque todos los niños festejan juntos y ni modo que los míos no…

à        Prefiero que se dediquen a eso en lugar de estar pegados al televisor o a Internet…

 

O muchas otras con que la gente se justifica cuando hace algo “por seguir la corriente”, o “para no aislar a los niños de los juegos de los demás”. Pero no nos ponemos a pensar que de esta manera, seguimos sujetos al deseo moderno de “matar a Dios”, o en el mejor de los casos,  “crear” para nosotros un dios acomodaticio, cómodo y complaciente, que se conforma con que “no mato, no robo, ni hago daño a nadie, a Dios yo lo amo, aunque no vaya a Misa ni me confiese,  y por lo tanto soy un católico que no necesito seguir a los curas”.  

¿Cuántos mártires que hoy festejamos en los altares no lo hubieran sido, si hubieran pensado tan cómodamente como la gente de hoy?  

Quiero ahora proponerles una prueba de cuales son las consecuencias de esta manera de pensar:

 

  1. Vamos a suponer que estamos en una reunión de tu colonia (barrio). Esta noche, vas a salir acompañando a los niños para recorrer las casas vecinas para hacer el “Trick or Treat”, y tienes que hablar con los vecinos para anunciarles la visita. Ante esta situación:
    1. Te sientes confiada, segura, y no tienes problemas en hacerlo
    2. Sientes vergüenza, eres tímida
    3. Hablas con rodeos, disimulas, explicas con mucho cuidado
    4. Comentas sobre los disfraces de cada niño, explicas su entusiasmo y no tienes problemas en sugerir lo que más les gusta

 

  1. Ahora, suponemos que estás en la misma reunión, pero lo que tienes que hacer, es invitar a tus vecinos a tu casita de oración, para orar por los fieles difuntos.

Ante esta situación:

    1. Te sientes confiada, segura, y no tienes problemas en hacerlo
    2. Sientes vergüenza, crees que serás criticada o ridiculizada.
    3. Hablas con rodeos, disimulas, explicas con mucho cuidado
    4. Comentas sobre los beneficios de la oración por los difuntos, y no tienes problemas en sugerir el rezo de un Rosario adicional por el bienestar del barrio o colonia.

 

¿Qué tal? Te doy diez segundos para que encuentres la verdad, comparando cuáles fueron las respuestas a cada grupo.

Puede ser cierto que amas a Dios, que no matas, no robas ni haces daño, pero es más cierto que eso no es suficiente.

Mateo 10 – 32 y 33:  «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; 33 pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos.  

Piensa y actúa por favor, ¿No sería bueno volver nomás a festejar el día de difuntos en lugar del Halloween? ¿No sería una buena idea comenzar por disfrazar a los niños de algún santo que les sirva de ejemplo a seguir? En concreto ¿No sería mejor transformar la fiesta del terror en la fiesta de Todos los Santos como era antes?