¡Que nada nos detenga!

Autor: Eduardo Rivas
 

Si yo sufro solo soy nada: miserable, pero si sufro unido a Jesús, soy rico, tan rico que mi valor puede ayudar a salvar a la humanidad, aumentar el número de cristianos católicos y reducir a los que entre ellos son malos.  

Debo Esforzarme más. Dios no tiene necesidad de mi, ni yo soy indispensable para esta obra, pero el escogerme a mi, una nada, lo glorifica y me  purifica. Así, todo lo que Dios posee, quiere compartirlo conmigo.  

Su Espíritu Santo es mi guía y consejero, Es Dios quien Ha hecho en nosotros todas las siembras, y ahora nos quiere por todas partes. Quiero ofrecerle mi  concurrencia como un sacrificio. Debo ir a los que me envía, no me abandonará, ni me dejará.  

Debemos ser generosos entre nosotros, generosos como Dios es generoso. Debemos ser honestos entre nosotros como Dios es honesto. Conoce nuestras pruebas y nuestra pobreza extrema. Por tanto no tengamos miedo de ir a Él así como somos. ¡La pobreza lo fascina! Vayamos en paz y seamos testigos de Quien nos ama. De Quien nos Ha ofrecido Su Sagrado Corazón.  

Que nada nos detenga, ni las trampas del demonio, ni los ardides de sus seguidores, ni las calumnias; porque tratarán una y mil veces de separarnos, dividir su equipo, sembrar cizaña... Pero si nos mantenemos unidos, humildes con nuestros perseguidores, mansos con los perversos; entonces sí crecerá su obra. Es su promesa.  

Es seguro que mientras otros van destruyendo o queriendo destruir, nosotros estaremos construyendo. Podremos adivinar sus pensamientos: “¡Benditos hijos de Mi Sagrado Corazón, no están solos, Yo estoy siempre con ustedes para consolarlos y cuidarlos como se cuida la niña de los ojos!....”