La sonrisa perdida de Jesús

Autor: Eduardo Orellana 



¿Dónde quedó tu sonrisa, Jesús?

La he buscado afanosamente por todas partes:
en la Biblia, la Iglesia, los relatos históricos,
tus imágenes y hasta en las mismas Bellas Artes.
¿Y quieres que te diga cuál es mi resultado?
tristemente aún no la he podido hallar por ningún lado:
ni en el pasado, ni en el hoy, ni en éste ni en otro lugar.
¡No puedo imaginarme que no bromearas de repente
y que olvidaras sonreír con tus amigos o también jugar!

¿Dónde quedó tu sonrisa, Jesús?
Y es que mi obtusa razón se niega a aceptarlo todavía
de que hayamos heredado ese; tu gran mensaje de amor,
sin la desbordante fe que en todo proyecta luz y alegría.
¿Y quieres saber algo más de lo que aún no logro entender?
las extrañas razones por las cuales nos han intentado vender
esa imagen tuya siempre abatida por las penas que sufriste,
¿acaso no esbozaste ni tan siquiera una leve y triunfal sonrisa
al poder resucitar y mostrar que a la muerte por fin venciste?

¿Dónde quedó tu sonrisa, Jesús?
Y es que estoy casi seguro de que mucho en tu vida habrás reído;
es más, quizá hasta soltaste carcajadas en varias reuniones
que tuviste con tus propios amigos (por todo lo que yo he leído).
No puedo imaginarme una gran cena con vino y charla amable,
sin que circule algún chiste o anécdota de la cual alguien te hable.
¿Y qué decir también de tu asistencia a esas Bodas de Caná?
seguramente una fiesta repleta de alegría, canto, baile y risas,
o ¿acaso me vas a decir que realmente te apuraban las prisas
por salir siempre afuera a curar dolores, hacer milagros o predicar?
¡veo difícil que con alguien de tu mesa no hayas podido bromear!

¿Dónde quedó tu sonrisa, Jesús?
Y es que con tantos momentos tuyos de infancia y juventud
que se han quedado perdidos o diluidos en la misma Historia,
sólo se han podido rescatar los muy serios de dolor e inquietud;
esos que nos hablan del sacrificio que hiciste por borrar la escoria
del error humano o esa obsesión que dejan en nuestra memoria
sueños frustrados, traiciones inesperadas, enfermedad o senectud.
Por eso, Jesús, hoy quiero cambiar lo que otros muestran de Tí,
demostrar con mi propia vida que también supiste reír y cantar,
que con alegría enseñaste cómo la vida puede vencer a la muerte,
y que una sonrisa es simplemente la fe que festeja de antemano
su confianza y certeza de triunfar...¡basta de nada más aguantar!