¿Creación o evolución? Evolutiva creación

Autor: Padre Eduardo Barrios, S.J.

 

 

“¡Cuántas son tus obras, Señor! Todas las

hiciste con sabiduría, la tierra está llena de

tus criaturas” (Salmo 104, 24)

 

          A principios de agosto, el Presidente Bush apoyó que en las clases de Ciencias se les explicase a los estudiantes no sólo la evolución, sino también el diseño inteligente como respuesta a las maravillas de la naturaleza. Eso ha causado revuelo entre creacionistas y evolucionistas en Estados Unidos y en otros países también.

          Hay creacionistas fundamentalistas que toman al pie de la letra el relato del Génesis. ¡Tremendo ajetreo el de Dios para tenerlo todo listo en seis días de los nuestros! Y hay evolucionistas convencidísimos de que este inmenso y portentoso Universo surgió por arte de birlibirloque, porque sí, a ciegas. Tras inexplicable explosión (“big bang”), casuales mutaciones y selecciones naturales han dado origen a seres perfectísimos (Cfr. Darwin).

          Ciertamente que todo lo macroscópico y microscópico nos deja estupefactos. Considérese, por ejemplo, a las abejas. Viven por millares en perfecta armonía dentro de la colmena. Salen con misiones específicas de traer agua, polen y néctar. Luego se reparten el trabajo para fabricar miel, cera, jalea real y propóleos sobre panales geométricamente invariables. Está bien que el científico observe, anote y explique el “cómo” de la miel. Pero no puede prohibir que uno reflexione y se pregunte sobre el último “por qué” o “de dónde” hasta llegar a concluir que un Diseñador Inteligente ha sido la causa primera de ésa y de todas las maravillas del Cosmos.

          ¿Y qué decir del ser humano tan complejo en sus dimensiones corpóreas, afectivas, anímicas, intelectuales y morales? Ciertamente que no desciende del mono. A lo sumo asciende, pero no por casualidad. Se necesita la intervención de quien ahora llaman,“Diseñador Inteligente”, el Creador.

          Cuando la Iglesia enseña la Creación no especifica sus mecanismos concretos. Se limita a decir: “El mundo procede de la voluntad libre de Dios que ha querido hacer participar a las criaturas de su ser, de su sabiduría y de su bondad” (Catecismo #295). También explica que la materia no es eterna. Sólo Dios existe necesariamente desde siempre. En el principio “Dios crea libremente de la nada” (Cat. #296). Si Dios hubiese contado con materia preexistente, ya no sería creador, sino listo manufacturador. Ahora bien, suponiendo que la “teoría” de la evolución se confirmase, nada impide que Dios haya dotado a sus primeras criaturas con la capacidad de evolucionar hasta el punto de que vayan surgiendo novedades.

          Pero no basta con afirmar que Dios actúa en los orígenes. Dios se mantiene creativo en el proceso evolutivo. Él también es el conservador providente, que acompaña el proceso inacabado de la Creación. La acción divina escapa a la observación científica, pero no a quien se pregunta sobre las causas últimas.

          Mejor no problematizar sobre el supuesto conflicto entre Ciencia y Religión. Multitudes de creyentes en Dios han dedicado sus vidas al avance de las Ciencias. Quizás no todo lector sepa, por ejemplo, que el botánico austríaco Gregor Mendel, descubridor de las leyes de caracteres hereditarios, era un monje agustino. El biólogo Pasteur,  los físicos Pierre y Marie Curie y una muchedumbre de matemáticos, astrónomos y científicos de diferentes campos han encontrado en la fe estímulo para la investigación, y sus descubrimientos científicos los han movido a alabar más al Creador. “Señor Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra” (Salmo 8, 2).

 

El autor es un sacerdote jesuita.

Ebarriossj@aol.com