El voluntarismo separatista de los Estatutos de Autonomía

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Los Estatutos de Autonomía, los aprobados y los que se nos impondrán por la fuerza y gracias al pasotismo de los ciudadanos, tienen unas raíces en las que han bebido las amargas consecuencias que nos esperan.

Los nacionalismos nacieron en el siglo XIX y se expandieron en el siglo XX, porque su objetivo político se centraba en el voluntarismo separatista de convertir una región o territorio perteneciente a una Nación y un Estado histórico, en una nación o estado que antepone una raza y un territorio reducido por encima y contra las ideas, los valores históricos y espirituales que son universales y dan lugar a las grandes naciones de la Historia Universal, como Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, Estados Unidos, España, etc. Los falsos nacionalismos siempre son enemigos de la tradición, de las raíces históricas de la Patria, del Estado y de la Nación ya que su objetivo prioritario es destruirlos para reemplazarlos por sus proyectos totalitarios. Los verdaderos nacionalismos son los que aman a la Patria, a la Nación y al Estado porque se basan en un nacionalismo justo, integral, que es el que quiere el respeto de los derechos, la Historia, y la prosperidad de todos fundamentada en el bien común.

El voluntarismo nacionalista, pues, no admite que la Patria, la Nación y el Estado de Derecho, se salgan con la suya porque defienden, para todos, la unidad, la identidad histórica, la esencia, los valores, el bien común y la soberanía nacional. Los desastres políticos, económicos, culturales y sociales los han sufrido ya Europa y España en los siglos XIX y XX con guerras civiles y con dos guerras mundiales: la I Guerra Mundial (1914) y la II Guerra Mundial (1939-1945) y la guerra interétnica y genocida: la Guerra de los Balcanes (1991-2001) en la ex-Yugoslavia. Los cantonalismos regionales  y los nacionalismos acribillaron a España en los siglos XIX y XX, y más en concreto, los nacionalismos fascistas y de izquierdas, en coalición con el socialismo revolucionario y bolchevique, la abocaron a la Guerra civil de 1936.
Los nacionalismos radicales, se sirven de un voluntarismo irracional que consiste en inventarse naciones o estados, porque así ha sido la voluntad de los individuos de un territorio y una etnia. Es la tan machacona y repetitiva decisión libre de una voluntad separatista e independentista a la que se trata de dar la categoría de derecho porque se ha sometido a un plebiscito popular, manipulado por los políticos pragmáticos del ultranacionalismo voluntarista.

Nuestras burocratizadas e impersonales autonomías, en manos del nacionalismo voluntarista, han roto la unidad, la solidaridad territorial y la soberanía nacional que la Constitución Española (1978) reconoce al pueblo español.

El nacionalsocialismo laicista en el poder, ha propiciado una ruptura del Estado de Derecho, al dar vía libre a Estatutos de Autonomía que encubren y promueven naciones y estados voluntaristas y ahistóricos que quieren  aniquilar a España y reemplazarla por un caos de comunidades colectivistas independientes que serán gobernadas, o mejor dicho, gestionadas por políticos burócratas de mentalidad asistencial e intervencionista, enemigos de la democracia participativa y de la subsidiaridad del Estado, y defensores de la democracia formal o de gestión ya que proclaman defender, y luego en la práctica niegan, el derecho a la participación social y política de los ciudadanos.

Con el nacionalsocialismo laicista, la Nación Española vive el acoso sistemático de los referendos perpetuos de un voluntarismo ultranacionalista alimentado por el fracaso de las autárquicas e insolidarias autonomías que en otras democracias más avanzadas y experimentadas que la nuestra, se están empezando a abandonar porque ya se ha comprobado que traen muchísimos más inconvenientes que ventajas. Para nuestra escuálida democracia constitucional, para nuestra España, han sido un nido de serpientes, las serpientes del los ultranacionalismos que con sus anillos de terror, abrazan tanto a la rosa como al hacha y a los privilegios del poder, pero estrangulan, lentamente, al Estado de Derecho que debe garantizar nuestra libertad.

El voluntarismo de los ultranacionalismos se atiene sólo a las decisiones irracionales de los sentimientos de una raza y un territorio. Estos son sus simples argumentos emocionales y subjetivistas que se nos quieren imponer contra la razón de ser del Estado de Derecho.