Antihispanismo y anticatolicismo

Autor: Diego Quiñones Estévez

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En Hispanoamérica, con nuestras entrañables naciones hermanas de sangre y cultura, de lengua española y portuguesa y de Religión Católica, está sucediendo lo ya acontecido allá por el siglo XVIII, cuando las ideas de la Ilustración, del despotismo ilustrado, las ideas de la Revolución francesa, fueron exportadas por los españoles de tendencias ilustradas y masónicas, enemigos de las instituciones históricas de la América española, como la Monarquía y la Iglesia Católica.

El antihispanismo y el anticatolicismo, fructificaron con las sangrientas guerras civiles de las revoluciones liberales cuyo ejemplo fue el idolatrado, y masón en su juventud, el venezolano Simón Bolivar (1783-1830), que admiraba a la Francia de la Revolución Francesa y a la Inglaterra de la Revolución Industrial. Ya antes, en el siglo XVIII, las ideas ilustradas de los librepensadores habían preparado el camino con la expulsión de las misiones de la Compañía de Jesús en tiempos del despotismo ilustrado del rey borbón Carlos III. Sus ministros masones y volterianos, lanzaron por España e Hispanoamérica, la mentira liberal-masónica de que los hombres salvajes son superiores a los de las grandes civilizaciones como el Cristianismo: es el mito del buen salvaje del filósofo enciclopedista Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) que ha ido contaminando a las democracias occidentales, utilizado contra ellas por las dictaduras socialistas y comunistas. En su obra el “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres” (1755), Rousseau defiende que el hombre en estado natural es superior al hombre deformado por la cultura, el progreso, la Religión y las instituciones históricas que han contribuido a la Civilización. El mito del buen salvaje sólo fue un pretexto para dominarlo ya que el progreso de la razón ilustrada material cuando cae en manos del liberalismo, del socialismo y del comunismo lo esclaviza y explota, o bien, lo hace desaparecer para siempre. La Historia nos lo ha corroborado: en la América española, la cultura, las lenguas de los pueblos indígenas se han mantenido porque el Catolicismo no permitió la esclavitud ni la explotación de sus recursos naturales. La Evangelización les abrió los ojos a la dimensión universal de la Historia de la Salvación de Cristo, los dignificó como personas humanas e hijos de Dios y de la Iglesia. En cambio, el destino de las comunidades indígenas de América del Norte, que cayeron en el radio de acción del economicismo y del Protestantismo anglosajón, fue la extinción. 

La Evangelización, y la Hispanidad de ella nacida, fueron abortadas porque llevaron y siguen llevando a los pueblos indígenas de América, la libertad, el desarrollo basado en equilibrio espiritual y natural y en la consideración de ser hijos de Dios con una misión universal de salvación eterna. La Iglesia Católica, desde la Evangelización en el siglo XVI, defendió los derechos humanos de las personas de un Nuevo Continente. Las Leyes de India y el Derecho de Gentes o Internacional del Padre Francisco de Vitoria (1492-1546) y de Francisco Suárez (1548-1617) así como de otros juristas y teólogos españoles, cumplieron con el mandato de Cristo de llevar el Evangelio sin imponerlos por la fuerza sino por el convencimiento de la razón para aceptar la fe en Dios y en su Iglesia. La defensa de la dignidad de los pueblos indígenas se mantuvo siempre como el primer principio moral y legislativo como lo ratifican las cartas de nobleza de los Reyes Católicos, la Bula de Alejandro VI de 1493, y luego todas las instrucciones que dan los reyes posteriores en multitud de cédulas y ordenanzas para que las cumplieran, con todas sus consecuencias, los virreyes y encomenderos.

No resulta extraño, por tanto, que en algunas naciones de Hispanoamérica, en estos inicios del siglo XXI, se sigan cometiendo los mismos atropellos contra los ciudadanos a los que se debe gobernar desde la máxima consideración a su multisecular creencia católica y la de sus culturas precolombinas que fueron respetadas por la cultura recibida de la civilización cristiana a través de las lenguas española y portuguesa.

Los políticos de Hispanoamérica, siguen con el mismo empeño heredado de la Ilustración, del liberalismo ateo, agnóstico y economicista, así como del marxismo y del socialismo populistas e indigenistas, que tantísimo daño han hecho a las naciones hispánicas, sobre todo en los siglos XIX y XX. Quieren que los pueblos de Hispanoamérica, sean despojados de su creencia en Dios y más en concreto de su creencia secular en la Iglesia Católica. La Iglesia es santa porque Cristo, su fundador es santo, pero también es pecadora ya que ha cometido equivocaciones que siempre ha reconocido y pedido perdón, pero que si ha seguido en pié, y lo seguirá por los siglos de los siglos, es porque ha mantenido vivo el Evangelio de forma prioritaria con los más pobres y necesitados. Sus enemigos históricos conocen perfectamente esto: el liberalismo, la masonería, el socialismo, el comunismo, el marxismo, el capitalismo, el colectivismo, el relativismo, las herejías, las sectas viejas y nuevas, el populismo y el indigenismo que son manipulados por las ideologías, saben que desarraigar a los hispanoamericanos de sus raíces históricas y espirituales, es alcanzar el dominio sobre sus vidas y conciencias. Las explotaciones de toda índole que han sufrido a lo largo de la Historia, tienen unos culpables que son las ideologías que buscan dominarlos, por mucho que proclamen, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la solidaridad interesada, los derechos humanos, la propiedad privada o colectivista.

Estas ideologías de dominio totalitario, sean neoliberales y neomarxistas, llevan en sus programas políticos el antihispanismo y el anticatolicismo. Muchos serían los ejemplos actuales, pero basta con ahondar un poco para constatar la persecución  contra la presencia de la Religión Católica en la vida pública de Hispanoamérica. Al igual que en nuestra madre Patria España, el laicismo radical tanto en manos del neoliberalismo y, como ahora, del neomarxismo socialista y laicista, quieren excluir la presencia en la participación democrática de los católicos en la vida pública. Se aprueban leyes contra la familia, como aquellas que la equiparan con uniones de diversas tendencias sexuales o el divorcio exprés; leyes contra la vida, como el aborto libre; leyes de manipulación genética que atentan contra el derecho a la vida del embrión; leyes educativas laicistas, ateas, enemigas del pluralismo cultural y del derecho de los padres a elegir la educación moral y religiosa según sus convicciones religiosas o filosóficas.

Con estos dirigentes antihispanoamericanos, ávidos de llegar y mantenerse en el poder, engañando a sus compatriotas, lo mejor que podrían hacer es que lo abandonen para el bien común de todos, o bien que  cambien de actitud, porque si perseveran en la misma, históricamente se demuestra que se equivocan y perjudican a todos.

En América española, pues, las revoluciones tanto liberales como marxistas, siempre han tenido dos objetivos prioritarios[1]: a) persecución de los intereses comerciales y empresariales de los españoles; b) la persecución de la Iglesia Católica y de las órdenes religiosas que encarnan la presencia histórica del Catolicismo en América.

Si en la América española, hubiera políticos con sentido del Estado de Derecho y de la democracia participativa, ya se habrían percatado de que las instituciones históricas como la Iglesia Católica, siempre han ayudado y contribuido al bien común, al desarrollo de los pueblos hispánicos. Su labor humanitaria, religiosa, social y cultural a lo largo y ancho de la Historia, raramente ha sido reconocida por los responsables políticos, más bien ha sido perseguida, marginada o manipulada.

El antihispanismo provocado sobre todo por los españoles ávidos de poder y enemigos de su Patria, se acentúa a partir del Desastre de 1898, cuando España pierde las últimas colonias de Cuba y Filipinas que supuso un trágico golpe para los españoles. El fin del Imperio Español, es el fin de la presencia política y cultural de España en Hispanoamérica, ante una nueva potencia mundial emergente: Estados Unidos. La guerra contra Estados Unidos, descubría el viejo conflicto[2] entre España o la Hispanidad y los pueblos anglosajones, entre la Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica, y el cisma del Protestantismo.

Dos figuras clave en el siglo XIX en la independencia de la América española, confirman el antihispanismo y el anticatolicismo: el libertador Simón Bolivar y el argentino Faustino Domingo Sarmiento (1811-1888). El primero, se percató del peligro que representaba la secta de la masonería para lograr sus ideales de independencia ya que los intereses filantrópico-financieros y políticos, tenían como objetivo la eliminación del Cristianismo Católico del cual ha tomado unos principios y valores pero a los que seculariza y relativiza, quitándoles su sentido transcendente y eclesial. Simón Bolivar renuncia a la masonería porque era consciente de que el Catolicismo estaba muy arraigado y asimilado de forma natural por la inmensa mayoría de los pueblos de Hispanoamérica. Lo acepta para evitar que su proyecto liberal de independencia de las naciones de la América española, no naufrague. Sin embargo, sí que mantuvo vivo el antihispanismo político y el antiespañolismo ya que rechaza las instituciones del Imperio Español porque eran un estorbo para alcanzar sus fines políticos.

Simón Bolivar, no cayó en el radicalismo independentista antihispánico, anticatólico y antiespañol del argentino Faustino Domingo Sarmiento. Éste fue también un político masón, pero sobre todo un pedagogo político[3] que introdujo en Hispanoamérica, el laicismo ilustrado copiado de la Europa laicista y jacobina, y por tanto, el concepto luego enarbolado por el marxismo, el nacionalsocialismo y el fascismo, de la enseñanza laica, única, pública, obligatoria e igualitarista. Además de ello repudiaba el mestizaje indígena y a los propios indios a los que aspiraba hacer desaparecer con la inmigración europea no hispana y de modo especial con la economía y la moral pragmática del Protestantismo anglosajón al que consideraba superior al Catolicismo.

El antihispanismo y el anticatolicismo lo vuelven a reactivar en el siglo XX, aquellos intelectuales, escritores y políticos que se formaron en Francia o en Hispanoamérica bajo la influencia de movimientos culturales como el Modernismo que es el culto a la belleza sonora y sugestiva del lenguaje, al relativismo y eclecticismo religioso y cultural, al ocultismo, al inmanentismo, a la mitología grecolatina, al indigenismo y exotismo como evasión del mundo, al erotismo sacrílego y autodestructivo[4]. El Santo Padre Pío X en el Decreto Lamentabili(1907) y en la Encíclica Pascendi(1907), descubre el fundamento del Modernismo religioso[5]: es una herejía ya que propugna el inmanentismo o el subjetivismo relativista de las circunstancias culturales que se caracteriza por una distorsión de las nociones de Religión, Revelación, Verdad y de otros dogmas de fe del Cristianismo. Con una visión crítica y cientificista de la Historia de la Religión, considera que la Verdad y Dios sólo se alcanzan por la experiencia interior del subjetivismo vital, afectivo y agnóstico, sin necesidad de la razón, la fe y la vivencia de todas las dimensiones del Evangelio y de la Iglesia de Cristo. El posmodernismo del siglo XXI, va por estos derroteros ecléctico-relativistas que los ha heredado la secta multifuncional de la Nueva Era y sus difusores de la ignorancia religiosa e histórica que es El Código da Vinci de Dan Brown.

El difusor del Modernismo literario en Hispanoamérica y España, fue el gran poeta nicaragüense, Rubén Darío (1867-1916) cuya trayectoria poética y biográfica oscila entre el antihispanismo y una nueva fobia: el antinorteamericanismo. Él mismo, en su antihispanismo, llegó a exaltar en el poema de 1906 “Salutación del águila”, el nuevo poder del águila imperial norteamericana y ponerlo como el camino que deberían seguir los pueblos de Hispanoamérica, olvidándose de sus raíces hispánicas:   

“Bien vengas, mágica Águila de alas enormes y fuertes,

a extender sobre el Sur tu gran sombra continental,

a traer en tus garras, anilladas de rojos brillantes,

una palma de gloria, del color de la inmensa esperanza,

y en tu pico la oliva de una vasta y fecunda paz”.

(El canto errante). [6]

Hispanoamérica ha sido víctima propiciatoria del neoliberalismo capitalista y del marxismo, populista e indigenista. Sus políticos, han adorado al poder del dólar en las garras del águila o el poder del puño populista que se aferra a la dictadura proletaria de la hoz y del martillo. Rubén Darío, se pasa a la moda del antinorteamericanismo cuando en su poema de 1904 “A Roosevelt”, nos pone en aviso sobre los poderes que han amenazado a la identidad hispana de América, y que, antes como ahora, quieren arrancarle la creencia en Dios y en la Iglesia:

“Tened cuidado. ¡Vive la América española!

Hay mil cachorros sueltos del León Español.

Se necesitaría, Roosevelt, ser, por Dios mismo,

el Riflero terrible y el fuerte Cazador,

para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa; ¡Dios!”

(Cantos de vida y Esperanza, Los cisnes y otros poemas)[7].

 

Por Hispanoamérica, al igual que por España, vuelan las águilas y los buitres carroñeros del socialismo laicista, y del neoliberalismo explotador y ateo. En sus garras y picos de de la intolerancia, sobrevuela el peligro de apoderarse y destruir la Hispanidad, que es el ser espiritual, moral y político que la engrandece, pero que sus responsables políticos niegan a sus pueblos. Las interrogantes de Rubén Darío en el poema “Los cisnes”, aún siguen vigentes como una advertencia y una llamada a reconsiderar el presente y el futuro de Hispanoamérica:

“¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?

¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?

¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?

¿Callaremos ahora para llorar después?”

(Cantos de vida y esperanza, Los cisnes y otros poemas)[8].

 

Esta esquizofrenia por parte de los intelectuales, escritores y políticos de Hispanoamérica, se continúa en el siglo XX con escritores de extraordinario quehacer literario como los novelistas Mario Vargas Llosa (1936) y Gabriel García Márquez (1927). El  novelista peruano, se sumó al marxismo en su época juvenil, pero al comprobar los crímenes totalitarios de la Revolución cubana de Fidel Castro, se pasó al polo opuesto, al neoliberalismo anticatólico, y ahora al final de su vida, en España, se ha colocado al lado de los intereses políticos y mediático-culturales del laicismo radical socialista, de igual tinte anticristiano: y todo por el dinero, la fama, los honores y el ansia de un Premio Nobel de Literatura, que bien merece, pero que con esa trayectoria, se vislumbra como inalcanzable. Al menos el Premio Nobel de Literatura en 1982, el colombiano Gabriel García Márquez, se ha mantenido firme en su admiración por la dictadura castrista y por el marxismo. Frente a ellos, es de justicia reconocer, que ha habido y hay escritores de igual talla literaria que han reconocido el indiscutible legado histórico cultural y religioso, la irrefutable preocupación por los más pobres y necesitados, que la Iglesia Católica ha desempeñado en Hispanoamérica. El ejemplo es el del no creyente y mexicano, también Premio Nobel de Literatura en 1990, el poeta y ensayista, Octavio Paz (1914-1998).

En el siglo XX, la América española se ha visto invadida por la ideología marxista, asolando a sus naciones con guerras civiles con el pretexto de las revoluciones violentas de la lucha de clase, de las revoluciones bolcheviques del campesinado y los trabajadores, explotados por el imperialismo de Estado Unidos, según la propaganda socialista, encarnación del liberalismo capitalista salvaje. La América española, se vio sometida a una lucha por el poder mundial entre el Imperio Soviético comunista y el Imperio Norteamericano. Y una vez más, las revoluciones neosocialistas y neocomunistas así como las revoluciones neoliberales del capitalismo, utilizaron el antihispanismo y el anticatolicismo. De ellas nacieron dictaduras militares comunistas y socialistas, dictaduras y dictablandas capitalistas, que practicaron el terrorismo de estado, el terrorismo paramilitar y del narcotráfico. Las dictaduras del terrorismo de estado sumieron a los hispanoamericanos en  guerras civiles y entre naciones, asolándolos y hundiéndolos en la pobreza, la miseria, el hambre, la ruina social y económica del subdesarrollo.

Las dictaduras socialistas fueron antiespañolas y anticatólicas. Ellas llegaron a falsificar el Evangelio de Cristo y de la Iglesia, disfrazándolo con los postulados revolucionarios marxistas de la herética teología de la liberación. Cuando el marxismo es incapaz de arrancar de la realidad de los pueblos la Religión, la utiliza y distorsiona según las circunstancias históricas.
Las dictaduras neoliberales también fueron antiespañolas y anticatólicas. De igual modo, utilizaron la Religión Católica como un instrumento de poder sociopolítico. Las sectas de origen anglosajón, nacidas de las numerosas iglesias del Protestantismo en Estados Unidos, han sido la avanzadilla del relativismo religioso con la que el neoliberalismo salvaje trata de combatir las raíces cristianas católicas de los pueblos hispánicos. Siguen la misma trayectoria histórica que les ha marcado la secta de la masonería.

Hispanoamérica, en este siglo XXI, continúa cometiendo los mismos errores históricos, y hasta que sus dirigentes políticos, no cambien, la veremos sufriendo los traumas políticos, sociales, económicos y culturales de siempre.

Así ha sido el siglo XX y así hemos entrado en el siglo XXI, el antihispanismo junto al anticatolicismo, han sido utilizados por el antinorteamericanismo y por el antimarxismo de las  revoluciones bananeras. O viceversa, el antihispanismo junto al anticatolicismo, han sido utilizados por el neoliberalismo norteamericano o por el neomarxismo revolucionario, populista e indigenista. Hispanoamérica, en el siglo XXI, sigue con estas esquizofrenias del poder político, contracultural y económico.

A pesar de tanto antihispanismo y anticatolicismo ideológico, en España como en Hispanoamérica, la Iglesia Católica siempre estará dispuesta a colaborar con los poderes mundanos que piensen en el bien común de las personas y no en sus intereses. Entre todos los hispanoamericanos, podemos hacer un mundo más justo y fraterno, y para ello son imprescindibles la buena armonía entre el poder político-temporal y el poder humano y espiritual de la Iglesia Católica.


[1] Maeztu, Ramiro de, Defensa de la Hispanidad, Biblioteca Homo Legens, Madrid, 2006, págs. 99-102.

[2] Ibídem, pág.126.

[3] Bravo, Héctor Félix; “Domingo Faustino Sarmiento”, en www.ibe.unesco.org/publications/ThinkersPdf/sarmientos.PDF

[4] Estébanez Calderón, Demetrio,”Modernismo,  Diccionario de términos literarios, Edit. Alianza, Madrid 1996, págs, 685-688.

[5] Janse, T., Crf., “Modernismo”, en Revista Mercabá,  www.mercaba.org /

[6] Rubén Darío, Poesía, Edit.,RBA, Clásico del Siglo XX, Barcelona, 1987, págs, 164-5.

[7] Ibídem, págs 102-109.

[8] Ibídem, pásg 104-115.