¡Cuidado con los testamentos vitales laicistas!

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Una mañana me acerqué a la Notaría para llevar a cabo un derecho y un deber, primero como creyente, y después como un ciudadano español más que vive en un Estado aconfesional (tal y como indica bien claro nuestra vilipendiada Constitución Española de 1978): el Testamento Vital.

Entré con un “¡Buenos días nos dé Dios!” Y me dirigí a una joven secretaria a la que le dije que venía a hacer el Testamento Vital. Amablemente me indicó la ventanilla donde se gestionaba. Una vez que llegué a ella, saludé de la misma forma a un joven, de unos 25 años, al que le dije: “Soy cristiano católico y vengo a realizar el Testamento Vital.”

El joven que me atiende busca en el ordenador un modelo de testamento vital que  imprime y me lo presenta diciéndome que este es el testamento vital que más se está gestionando en esta Notaría. Le digo que soy creyente católico y que yo ya traigo mi propio Testamento Vital, el de la Conferencia Episcopal Española. Se muestra un tanto reacio y como extrañado, y me repite que el modelo que me ha impreso es el que habitualmente se tramita en esta Notaría:”¡Haga el favor de leerlo!”

Lo leo con un bolígrafo negro en la mano diestra. Nada más empezar el subrayado de los primeros párrafos, compruebo que es un testamento vital elaborado siguiendo las pautas de la administración autonómica a partir de lo establecido por las normas básicas del Estado en materia sanitaria: es una declaración de voluntad vital anticipada que la legislación deja en la ambigüedad, y la ambigüedad es la puerta a las modificaciones legislativas para la despenalización de la eutanasia activa y pasiva, bajo el propagandístico pretexto de la dignidad y autonomía personal para decidir y eliminar el sufrimiento y el dolor psíquico y físico de los pacientes con enfermedades terminales o en situaciones de muerte.

A medida que entro de lleno en él, se delata que sigue el modelo nacionalsocialista- laicista de eutanasia activa y pasiva. No aparece explícitamente la palabra “eutanasia”, ni tampoco los sintagmas sinónimos de ella como son “el suicidio asistido” o “la muerte digna”, pero están sibilinamente encubiertos por eufemismos sanitarios y médicos y en la enumeración de los casos de enfermedad terminal y otras circunstancias clínicas graves. Así, por ejemplo, leo que en la circunstancia clínica de que siendo anciano presente síntomas de demencia senil o se encuentre con una demencia senil irreversible que le incapacite, la autonomía del paciente, la voluntad anticipada del que suscribe el testamento vital, es que no se le propicien los cuidados paliativos, sanitarios y humanos para que se le cuide hasta que la muerte natural o Dios dispongan de su vida.

Debemos tener mucho cuidado porque este es el modelo de testamento vital laicista que ya se aplica en algunas autonomías y que se aplicará, si no lo evitamos y denunciamos, en el reciente y anticonstitucional Estatuto de Cataluña y en los futuros estatutos nacionalsocialistas que van a seguir sus pasos como el Estatuto de Andalucía. Cuidado con ellos porque ya asoman por las esquinas con la intolerancia y el desprecio a la dignidad de la persona desde que se es embrión hasta que alcanza la senectud.

Una vez leído y subrayado el testamento vital laicista, le digo al joven que me atiende que este testamento vital encubre la eutanasia activa y pasiva o el suicidio asistido. Me pone una cara de extrañado, como de no saber cuál es el significado de la palabra “eutanasia” y de las consecuencias  legales de la aplicación de la misma.

Le vuelvo a repetir que traigo mi propio Testamento Vital, el Testamento Vital cristiano-católico, y que si no se me tramita por esta Notaría ya lo haré en otra.

El joven me pide que espere porque se lo va a consultar al señor Notario. Al cabo de unos diez minutos, regresa y me ruega que le deje una copia de mi Testamento Vital para que el Notario lo lea. Se lo entrego en una memoria portátil USB. Le indico el nombre del archivo de texto: Testamento vital cristiano-católico.

Al cabo de unos diez minutos vuelve el joven para indicarme que el Notario me gestionará el Testamento Vital. Entro en su despacho, y tras saludarle y estrecharle la mano, lo primero que me dice, es que le disculpe por los inconvenientes que el joven me haya puesto: “¡Faltaría más que no tramitase su Testamento Vital!” Algunos no se han enterado todavía que vivimos en un Estado de Derecho donde todos tenemos la responsabilidad de hacer valer ante la ley nuestras creencias.”

Le comento, que la pluralidad y la libertad de creencia y expresión, se están olvidando en nuestra democracia constitucional. Me responde, que los españoles nunca aprendemos de nuestra Historia: “¡Tropezamos tres veces en la misma piedra!”

“¿Tres veces? ¡Mil veces, señor Notario, mil veces!” Le respondo.

Enseguida, el señor Notario tramita el Testamento Vital. Me lo lee en voz alta. Escucho con atención la lectura cadenciosa y segura del señor Notario. Este es el momento en el que el Testamento Vital empieza a adquirir su verdadera dimensión espiritual, moral, bioética, jurídica y humana.

Es responsabilidad de nosotros los cristianos católicos, así como de las personas de otras religiones, confesiones e incluso no creyentes, saturar todos los Registros de Voluntades Vitales Anticipadas de España, con Testamentos Vitales que amen el morir dignamente sin que te apliquen la eutanasia activa o pasiva de forma subrepticia o explícita. La vida es un don de Dios que nos abre el camino hacia la vida eterna. Como cristianos, la muerte es un paso hacia Dios, y si llegamos a una situación crítica, hay que afrontarla sin que se nos mantengan vivos por medio de tratamientos desproporcionados o extraordinarios, ni que tampoco se prolongue nuestra existencia de forma abusiva e irracional. Tan sólo debemos aceptar los tratamientos adecuados que nos ayuden a paliar el dolor y los sufrimientos.

La hora de nuestra muerte, ha de ser asumida cristiana y humanamente en paz, junto a nuestra familia y nuestros amigos y el consuelo de la fe cristiana de nuestro sacerdote que nos administra el sacramento de la unción de los enfermos y el sacramento de la eucaristía.