Las víctimas del 11-M y el método Tavistock

Autor: Diego Quiñones Estévez

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El tropel de intereses políticos y mediáticos, han convertido al mayor atentado terrorista ocurrido tanto en España como en Europa, en un laberinto donde han encarcelado no sólo el dolor de las víctimas, sino también la justicia y la verdad que se les niega y la reparación moral e histórica a la que tienen derecho ellas, sus familias, los españoles y la democracia de un Estado de Derecho, que, hasta ahora, se les ha escamoteado y falseado.

Han sido tantas las pruebas por no querer aclarar la verdad sobre el atentado terrorista del 11-M en Madrid de 2004, que ya la sociedad española está saturada y es incapaz de reflexionar y tomar conciencia colectiva de las consecuencias terribles que nos ha traído para nuestra convivencia social y política. Con el atentado terrorista del 11-M, se ha aplicado el método Tavistock[1] de manipulación global, pues, al 11-M se le ha aislado, se le ha rodeado de intrigas y traiciones, para conducir a la sociedad española a la confusión y desterrar de su conciencia colectiva todo rastro de lo que fue el atentado terrorista del 11-M. El método del Instituto Tavistock ha sido empleado en la política de EE.UU., para propagar el nihilismo neomarxista o socialista de la Nueva Izquierda, con el objetivo de provocar el caos y conflictos sociales y derrocar a los enemigos mediático-políticos para de esta forma imponer sus proyectos de un cambio total:

la legalización del aborto, de la eutanasia activa y pasiva, así como de las drogas; el control de la natalidad; la legalización de la homosexualidad; el fomento de la contracultura rock-drogas-sexo; el control de la psicología individual para someterla a los totalitarismos de poder; la ruptura de la familia y del matrimonio hombre y mujer, y su reemplazo por la ideología de género del feminismo radical neomarxista; la destrucción de las raíces y la identidad de las culturas como la Religión cristiana, la nación o el patriotismo; el control de la educación hacia un analfabetismo funcional que rebaja las exigencias en conocimientos y valores para adiestrar a los ciudadanos y someterlos a los intereses globales del poder totalitario; la tolerancia o negociación con el terrorismo para mantener en un estado de miedo perpetuo a la sociedad, y de este modo, someterla a los intereses del poder; y por supuesto, el control total de los medios de producción y de comunicación, de ciertas fundaciones y organizaciones, de las finanzas, de la legislación, de las políticas económicas y tecnológico- científicas, y de los gobiernos.

El periodista norteamericano, el Dr. Jhon Coleman, en su libro “The Tavistock Institute Britain´s Control of U.S. Policy”[2], describe el proceso de manipulación personal, grupal y global, el empleo de las tácticas de lavado de cerebro y de terror masivos que descubrió en los manuales secretos del Instituto Tavistock. Tal y como lo describe, se ajusta al mismo proceso que sufre la sociedad española después del atentado terrorista del 11-M, y más en concreto, al proceso que han sufrido y sufren las víctimas del 11-M:  

Una de las principales técnicas para romper la moral a través de una estrategia de terror, consiste en mantener a la persona confusa acerca de lo que quiere y lo que puede esperar de las circunstancias. Además, si se le aplican medidas disciplinares severas y promesas de buen trato al mismo tiempo, junto con noticias contradictorias, la estructura cognitiva de la situación se vuelve todavía más  confusa. El sujeto ya no sabe qué plan lo lleva hacia su objetivo o lo aleja de él. Bajo estas condiciones incluso las personas con unos objetivos muy definidos, y dispuestas a correr riesgos, se paralizan por los conflictos internos que sufren acerca de lo que debe hacer.  

El poder político, aliado con el poder de los medios de comunicación que controla en casi su totalidad, se ha encargado de ir saturando con desinformaciones, obstaculizaciones parlamentarias y judiciales la realidad de lo que fue el atentado terrorista del 11-M. Resulta demencial que un parlamento democrático, como se supone que es el Parlamento de España, se oponga, utilizando la mayoría del nacionalsocialismo laicista, a admitir la petición del partido en la oposición democrática, para que se aclare el 11-M en el Parlamento, el cual representa la soberanía popular, la voluntad de la democracia constitucional y no los intereses espurios de los partidos políticos.

También es inconcebible que no se permita que la justicia, que el poder judicial, actúe con independencia y nos aclare de una vez, lo que en cualquier democracia parlamentaria y representativa se hubiera permitido: la verdad de un atentado terrorista de la envergadura y de las proporciones trágicas del 11-M.

A los españoles de bien, poco les importa las siglas o las ideologías de los que se encuentren detrás de los asesinatos de 192 personas. Nos da igual que sea el terrorismo izquierdista del ultranacionalismo independista de ETA, del terrorismo fundamentalista islámico, o de ambos a la vez. A los españoles de bien y entereza moral, sólo les importa que la justicia descubra la verdad para sentirnos hermanados con el dolor de las víctimas y que los culpables directos e indirectos sean procesados y reciban el castigo que nuestras leyes democráticas determinen.

Aún quedan muchos españoles, que no quieren seguir aguantando más agujeros negros sobre el 11-M, como las incógnitas de los móviles utilizados en las mochilas-bomba; como la trama de los explosivos utilizados; como el empleo de un temporizador ST de explosivos de uso habitual por la banda terrorista ETA; o como lo último, la falsificación y manipulación del informe pericial sobre la composición del explosivo empleado en la fabricación de las bombas del 11-M, que eliminaba la presencia de ácido bórico, utilizado para enmascarar explosivos de uso militar. Éste último dato, ha sido minimizado por el poder político-mediático, hasta ridiculizarlo, porque para negar la presencia del ácido bórico en los explosivos, se ha dicho que el ácido bórico está al alcance de cualquiera, pues, se utiliza en la composición de insecticidas, pinturas, cosméticos y de otras sustancias químicas. Dicha negación contra la evidencia científica, lleva implícito una degradación moral más de las víctimas del terrorismo porque se las ha cosificado, se las ha degradado al chantaje macabro-demagógico de tratarlas como si fueran insectos o productos químicos, siendo personas, personas con cuerpos y almas, que merecen toda nuestra consideración y todo nuestro apoyo para que se clarifique la verdad que se les niega desde las vanguardias políticas y mediáticas de un poder sin escrúpulos. Como si no hubieran tenido ya bastante, al rebajarlas ante sus verdugos culpabilizándolas de haber sido el blanco mortal de los intereses totalitarios de los terroristas, con los cuales, cosa nunca vista en democracia, hay que dialogar para hacer viable un “proceso de paz”, que es un proceso de rendición y de demolición terrorista del Estado de Derecho.

Con la masacre del 11-M, no se puede bromear como si se tratara de un videojuego para pasar un rato macabro o como si fuera el simple gesto de apretar el botón fumigador de un insecticida para matar cucarachas, moscas y otros insectos insignificantes.

A estos extremos degradantes y deshumanizadores del método Tavistock, nos ha conducido la telaraña político-mediática del 11-M, mientras las víctimas y sus familias lloran y sufren en el silencio y en el olvido, ¿Hasta cuándo?


[1] Daniel Estulin, Club Bilderberg, Edit. Planeta, Madrid, 2005, pags 65-67.

[2] Ibídem, págs 66-67.