Despotismo pedagógico laicista

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Los ideócratas de una nación en descomposición llamada España, desprecian y utilizan la soberanía y la libertad del pueblo como hacía el despotismo ilustrado (siglos XVII y XVIII). El despotismo ilustrado, ha ido adquiriendo diversas formas según los regímenes políticos: el despotismo de la monarquía absolutista, de la masonería, del jacobinismo, del marxismo y del socialismo, del fascismo y de la democracia orgánica o totalitaria, tiene un amplio historial delictivo, que se oculta en los discursos y programas políticos. Hoy en día, se le camufla bajo el paraguas multifuncional de los vocablos “progresismo” o “laicismo” tan utilizados en las democracias formales o consensuadas por el poder.

Los ideócratas del despotismo político, llevan varios siglos, intentando destruir los valores de la cultura de Occidente, y de manera prioritaria, la Tradición y la presencia cultural cristiano-católica, que han sido y son la identidad de todas las naciones de Europa, a la cual, de momento, pertenece España.

Los dirigentes ideócratas (ciertos políticos, intelectuales oportunistas, empresarios y medios de comunicación ávidos de poder y dinero) han decidido utilizar la libertad de educación como medio de ideologización solapada: es el despotismo pedagógico. Para ello han dividido el campo de acción del despotismo pedagógico en dos partes: a) una educación sociológica y amorfa de las masas, que se lleva a cabo a través de los medios de comunicación, que en su mayoría, están subvencionados por el poder, y por eso cumplen sus consignas al pie de la letra; b) una educación estatal laicista, comprensiva y unificada, tal y como practicaban los regímenes totalitarios del siglo XX, pero que la camuflan y venden en sus programas con los rótulos consumistas de educación democrática para todos en igualdad. El objetivo de este despotismo pedagógico es un aprendizaje de conceptos y procedimientos mínimos y manipulables, destinados a que se adquieran unas habilidades prácticas y no un pensamiento crítico, creativo y responsable. Para los ideócratas del despotismo pedagógico laicista, la educación integral no existe, ya que la han reemplazado por la educación del integrismo y del fundamentalismo laicista. El ejemplo práctico es la imposición de una asignatura obligatoria en la enseñanza pública que viola el derecho a la libertad de educación según las creencias e ideologías que tengan las familias: “Educación para la ciudadanía y los Derechos Humanos”.

En la educación del despotismo laicista, se ha desterrado toda referencia a la verdadera Historia de España y a la Religión Cristiana Católica que la impregna. Si se habla de ellas, es tan sólo para vituperarlas con el desprecio y la soberbia de los necios y de los ignorantes. Dios y los principios de la moral natural, no tienen cabida en un sistema educativo romo en los valores que desde siempre han constituido la esencia de la auténtica pedagogía integral y que en la inmensa mayoría de Europa se tienen muy presentes en la enseñanza. 

Al despotismo pedagógico laicista, sólo le interesa que las actuales generaciones de niños, adolescentes y jóvenes sigan las siguientes consignas: afán por la diversión psicodélica y alienante, y no por el ocio sano y formador de las mentes en la cultura; el odio y la desobediencia a toda autoridad, y no la obediencia a la misma por ser fuente del bien común; el incentivo por la vagancia y la poltronería, y no el amor al trabajo y al estudio para crecer en responsabilidad y compromiso social; el dopaje con la mentira en los hechos y las palabras, y no incentivarlos en la búsqueda de la verdad que los haga libres y comprometidos; el impulso por una visión hedonista de la vida, y no en el amor a ella afrontando el dolor, el sufrimiento y la muerte digna; la proclama libertaria de que son libres para hacer lo que quieran, sin educarlos en las consecuencias y los beneficios del uso y abuso de la libertad; la negación del conocimiento de Dios y de la Iglesia de Cristo, cuando la transcendencia es un elemento esencial del ser y del existir de toda persona que busca dar sentido a la vida; la renuncia a la familia natural, al matrimonio hombre y mujer, a la Nación, a la Patria y al Estado, en vez de hacerles ver que todos ellos son el fundamento de nuestra identidad histórica, de nuestra unidad y de nuestra libertad personal y social como españoles y europeos.

El despotismo pedagógico del laicismo radical, en manos de los ideócratas neomarxistas, neoliberales, ultranacionalistas y neolibertarios, tiene una especial predilección absolutista porque los educandos adquieran habilidades mínimas centradas en el empleo de los instrumentos tecnológicos y en el desarrollo de las capacidades psicofísicas y sexuales.Y todo, ello, por supuesto, sin consultar con los máximos responsables de la educación de los hijos: los padres, las familias.
Así es la educación de nuestra España: la utopía progresista de un laicismo putrefacto que se empecina en la imposición totalitaria de un despotismo pedagógico, tan anacrónico en este nuevo siglo que vivimos.