El pacifismo es una enfermedad política

Autor: Diego Quiñones Estévez

Blog del autor

 

 

La política que se obsesiona por el poder sin más, suele estar repleta de intrigas e intereses de toda ralea. Se utilizan cuantos recursos y pretextos sean necesarios para medrar en las esferas del poder político. Uno de ellos es la de infectarnos con la enfermedad incurable del pacifismo o del antimilitarismo.

El pacifismo como enfermedad política, no tiene como objetivo prioritario alcanzar la paz, sino el rendimiento, la sumisión de las fuerzas políticas contrarias a las que se les acusa de belicistas o militaristas porque defienden la Patria, la Nación, el Estado, la cultura, la Historia, la Religión y los derechos humanos que los amigos del pacifismo desean destruir porque les estorba para sus proyectos pacifistas.

Los políticos pacifistas, no son los hombres pacíficos de las Bienaventuranzas del Evangelio que fundamentan la acción y las palabras en el amor a Dios, al prójimo y a los enemigos. Los pacifistas se caracterizan por el odio visceral al enemigo político de ideas contrarias a la suyas, aunque éstas sean superiores y más razonables que las suyas.

Los pacifistas también militan en organizaciones y movimientos civiles subvencionados por los poderes políticos y mediático-culturales, y no dudan en provocar intrigas, insurrecciones, revueltas, protestas violentas y otros gérmenes guerracivilistas. El  ejemplo más evidente son los iracundos grupos del movimiento de antiglobalización política, militar, cultural y económica.

La enfermedad del pacifismo es propia de las civilizaciones en crisis de valores morales y éticos, donde surgen políticos cobardes y traidores que no afrontan con ideas ni con principios los graves problemas de las sociedades y ante la más mínima amenaza que ponga en peligro su poder, se rinden enarbolando la miedosa bandera del pacifismo.

Los políticos pacifistas, los pacifistas, prefieren cambiar la libertad por la sumisión pacifista de la alianza de civilizaciones, del proceso de paz terrorista o de la paz perpetua sin verdad ni dignidad. El ejemplo lo tenemos en la España del nacionalsocialismo laicista: el nacionalismo radical y el terrorismo izquierdista, quieren imponer el pacifismo de sus proyectos independistas totalitarios, aliándose con el poder político que quiere perpetuarse a costa de liquidar las instituciones democráticas. Llegan hasta el deprecio del espíritu militar del ejército de la Nación que debe defendernos, al degradarlo con funciones humanitarias y asistenciales, y enviándolo lo más lejos posible de los gravísimos problemas de seguridad nacional que sufre España.

El pacifismo en la Historia Universal, ha conducido a la destrucción y a la barbarie a imperios y civilizaciones de las que sólo queda la huella de su enfermedad terminal: el pacifismo: el pacifismo del decadente Imperio Romano, generado por la degradación social y política del paganismo fue la principal causa que abrió las puertas a las invasiones de los pueblos bárbaros; el pacifismo del Imperio de Bizancio en el siglo XI, propiciaría que el mahometismo turco acabara con la Cristiandad del Este y luego estuvo a punto de hacer lo mismo con la Cristiandad de Occidente; el pacifismo del general Philippe Pétain en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), puso a Francia en manos del nazismo; el pacifismo antiamericano, antiglobalización, anticivilización occidental, antiliberal y pro neomarxista y anticristiano, rinde pleitesía y justifica al terrorismo islámico que amenaza con acabar con nuestra libertad.  

Ahora, España sufre la amenaza del pacifismo por parte de la política errática e intrigante del nacionalsocialismo laicista que no ha dudado en invocar las esencias del pacifismo para que no descubramos la verdad sobre el 11-M, el mayor atentado terrorista sufrido en Europa, y sobre las negaciones ocultas y claudicantes con el terrorismo ultranacionalista de ETA.

Pese a todo, para la enfermedad del pacifismo hay un tratamiento muy eficaz: es la de tener  conciencia del Estado de Derecho que nos ayudará a arrojar para siempre de las instituciones democráticas a los políticos enfermos del pacifismo cobarde y traidor a la Historia, a la democracia constitucional, a los derechos humanos y a la libertad de pensamiento y de Religión.