Imposición del saber hacer sobre el saber ser en la LOE.

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Todo sistema educativo, ha de atender a una enseñanza integral que comprende todas las dimensiones que permiten el pleno desarrollo de la persona humana: la intelectual, ética, moral, psíquica, física y la dimensión religiosa o transcendente. No cumplir con estas premisas fundamentales es tirar al cubo de la basura toda una jurisprudencia constitucional que las avala: la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), la Constitución Española (1978), el Tratado de la futura Constitución Europea (2004), los Tratados Internacionales firmados por el Estado español, entre ellos, el que regula la enseñanza de la Religión Católica que es el Acuerdo Internacional con la Santa Sede y el Estado Español sobre Enseñanza y Asuntos Culturales (1979).

Los ideócratas laicistas de la LOE, insisten en alargar hasta el infinito, el chicle usado de la fracasada LOGSE, pues, quieren que se haga realidad la dimensión neomarxista de una enseñanza basada en un aprendizaje de habilidades, del saber hacer que se impone sobre la dimensión humana y religiosa, del saber ser persona. La educación deja de cumplir su función primordial para convertirse en instrucción laica, en un instrumento de dominio, de control, de manipulación e intervencionismo por parte de la ideología en el poder. En los sistemas educativos de la Unión Europea, la desideologización  de la enseñanza pública es una realidad, y en España, para nuestra desgracia, una utopía.

Ya el sólo hecho de no situar en el cuerpo de la nada nueva ley de educación a la enseñanza de la Religión, y colocarla al margen de la misma, como si fuera un apéndice inservible, demuestra la intención del despotismo pedagógico laicista de arrinconar la dimensión religiosa en el aprendizaje de los alumnos. La dimensión teológico-espiritual, que procura que los educandos aprendan a ser personas, se quiere reemplazar por la amoralidad de la ideología de género y la instrucción política de una materia obligatoria que es Educación para la ciudadanía.

Para los ideócratas de la pedagogía laicista, el saber hacer se impregna del utilitarismo neomarxista y bergsoniano de instruir a la persona como homo faber cuya inteligencia ha de ser adiestrada para la fabricación y empleo de instrumentos. Ya decía el pragmático, vitalista y evolucionista, Henri Bergson(1859-1941) en su obra La evolución creadora(1907) que el homo faber estaba por encima del homo sapiens: “En lo que se refiere a la inteligencia humana, no se ha hecho notar lo bastante que la invención mecánica ha sido su paso esencial y que todavía hoy nuestra vida social gravita en torno a la fabricación y utilización de instrumentos artificiales que las invenciones que jalonan la ruta del progreso han trazado también su dirección (…)

Si pudiésemos prescindir de nuestro orgullo, si para definir nuestra especie nos atuviésemos estrictamente a lo que la historia y la prehistoria nos presentan como característica constante del hombre y de la inteligencia, no hablaríamos del hombre como homo sapiens, sino como homo faber. En definitiva, la inteligencia, considerada en lo que parece ser su marcha original, es la facultad de fabricar instrumentos artificiales, en particular útiles para hacer útiles, y variar indefinidamente su fabricación”.

Los ideócratas laicistas vuelven al pensamiento primario, pues, hablan de un aprendizaje de habilidades básicas, igual, que el homo faber y su equivalente paleoantropológico: el homo habilis, el primer hombre y el primer fabricante de utensilios y que ya sabe organizar su hábitat. Esta es también la antropología evolucionista del marxismo histórico que  añoraba las sociedades primitivas y  colectivistas, que Friedrich Engels (1820-1895) recoge en El origen de la familia y de la propiedad privada (1884).

El homo faber y el homo habilis, es el centro de la educación obligatoria en la LOE, que  se regirá por una pedagogía de mínimos, que son las llamadas competencias básicas. El aprendizaje de todas las áreas o materias, ha de atenerse a una selección de contenidos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación mínimos, que, al igual que en la LOGSE, conducirán a la más absoluta incompetencia e ignorancia histórica, científica, cultural, y ya no digamos religiosa, de los alumnos.

La LOE, como ya ha ocurrido con la LOGSE, no responde a la demanda de una educación de calidad y en libertad que desde hace décadas está pidiendo nuestra sociedad para no quedarnos atrás en el desarrollo cultural, científico-tecnológico y económico. Educar a los alumnos desde una pedagogía de competencias mínimas en conocimientos, procedimientos-destrezas o actitudes, es no atenerse a las recomendaciones educativas de la Unión Europea que aconseja competencias clave o fundamentales que permitan un desarrollo educativo integral y multidisciplinar que prepare a los educandos para afrontar los problemas de la vida.

Como ya es práctica manida en ellos, los ideócratas del despotismo pedagógico laicista, interpretan las orientaciones pedagógicas de la Unión Europea, atendiendo a los antojos de los intereses ideológicos del socialismo: las competencias claves fundamentales, las interpretan como competencias básicas de mínimos, de contenidos mínimos simplificados. Competencias mínimas que han de cumplir todas las materias y que se basan en las habilidades: en el saber hacer del homo faber y del homo habilis. De esta forma, en las Matemáticas, las competencias básicas parten de la habilidad para usar las operaciones mínimas; en la Lengua, en la habilidad para expresar e interpretar mensajes orales y escritos básicos. Para colmo de despropósitos antipedagógicos, estas áreas y todas las demás, en la LOE han de girar sobre dos competencias fundamentales: a) las competencias básicas de carácter tecnológico que propician las habilidades técnico-digitales como puede ser el tratamiento informático de la información: es la competencia digital. A esto bien se le puede llamar: la idolatría a la tecnocracia; b) las competencias básicas de “para aprender a aprender”, que es la competencia que permite alcanzar las habilidades de una pedagogía intervencionista, comprensiva, inmanentista y autónoma que propiciará un aprendizaje instrumental y afectivo-sexual, donde es seguro que estará muy presente el pansexualismo de las diversas orientaciones sexuales de la ideología de género neomarxista.

Vemos, pues, que no se prioriza ni el aprendizaje en Matemáticas, ni en la Lengua, ni en las ciencias naturales y tecnológicas, y como es evidente, se arrincona y margina el aprendizaje en materia religiosa, en las capacidades, en los valores morales tan esenciales para saber ser persona pues permiten dar un sentido humano y transcendente de la vida. El hombre religioso, la persona espiritual, Dios, la fe en diálogo con la razón, la cultura y el patrimonio religioso, desaparecen por la imposición despótico laicista del homo faber y del homo habilis, ahora, en el siglo XXI, esclavizados a las idolatrías de la tecnocracia digital y de la promiscuidad sexual de las diversas y confusas orientaciones de la ideología de género.

La educación siempre se ha de entender como una educación plural, integral e integradora ya que educamos a personas y no a instrumentos de usar y tirar, por ello, tienen que estar presentes todos los saberes: el saber ser, el saber conocer y el saber hacer. Estos tres saberes están interrelacionados y contribuyen a la formación completa de las personas.

La persona humana no sólo es saber hacer sino también saber ser persona para conocer las diferentes concepciones del hombre. La enseñanza de la Religión atiende a la totalidad del ser. Por tanto, el saber religioso es al mismo tiempo saber humano y transcendente para amar, para transformar y aceptar la realidad del mundo; para saber vivir y morir; para saber convivir en la pluralidad y la diversidad; para actuar con principios y valores morales y éticos; para ser responsable de nuestra libertad; para buscar y encontrarse con el Dios revelado en la Historia.

Si la sociedad, y en este caso, si los padres y alumnos, creyentes o no, no despiertan, y no toman conciencia del deterioro educativo en que nos quieren seguir hundiendo los políticos y sus correligionarios mediático-sociales de la pedagogía laicista fracasada de la LOGSE que se continúa con la LOE, seguiremos marcha atrás y estaremos renunciando, por miedo y cobardía moral y social, a nuestro derecho democrático a ejercer nuestra libertad, sea cual sea el partido político o la ideología que nos gobierne. El programa social-laicista educativo ya he empezado su andadura anticonstitucional con la aprobación por referéndum del Estatuto de Cataluña. Este fracasado modelo de enseñanza laica del nacionalsocialismo, es el proyecto-fotocopia que se extenderá a otros estatutos como el Estatuto de Andalucía, pisoteándose la libertad de enseñanza, pisoteándose la Constitución Española que defiende la aconfesionalidad del Estado, que no es un Estado laico. La utopía neomarxista de una enseñanza pública laica, obligatoria, única, comprensiva, atea y amoral, en manos exclusivas del Estado, es un viejo peligro que no debemos repetir porque nos jugamos el futuro de nuestras generaciones.

La enseñanza de la Religión Católica, y del fenómeno religioso en general, afecta a toda nuestra vida social y personal, de ahí que la crisis pedagógica del socialismo laicista trate por todos los medios de arrinconarla, y de ese modo ocultar su fracaso y no europeizarse, olvidando que en la Unión Europea, la Religión confesional y aconfesional es una dimensión natural de la educación integral, y que la calidad de la misma, por razones didácticas y psicopedagógicas, depende de tener en cuenta todas las dimensiones y realidades que hacen a las personas más libres. La dimensión religiosa del hombre es algo constitutivo de la Historia de la humanidad. No es algo superfluo y sin sentido, la Religión es una de las identidades universales de todas las culturas.

En el Tratado de Maastricht(1992) y luego en el de Amsterdam(1999), y en el Tratado para la futura Constitución de la Unión Europea(2004) se nos señala, que la calidad de la enseñanza viene dada por el principio de libertad, es decir, por impedir que el Estado controle la educación según los intereses partidistas. Su única obligación es ayudar al derecho que tienen los padres y los alumnos a ejercer la libertad de educación. El Estado no ha de ser el “pedagogo” y el “diseñador” de la educación sino quien promocione y capacite el derecho educativo que tienen las familias.

No se puede permitir que los políticos de la intolerancia religiosa y sus medios de información antipedagógicos, sigan ocultando a los padres y alumnos, que, la Religión está, en la inmensa mayoría los sistemas educativos de la Unión Europea, en las mismas condiciones académicas que las demás materias escolares, y que a ninguno de sus responsables en educación, se les ha ocurrido los retorcidos impedimentos y la persecución constante que sufre esta materia en la educación pública española. Si  ellos no quieren reconocer los valores morales que tanto necesitan las nuevas generaciones para salir del socavón moral en el que vivimos y sufrimos todos los días sus nefastas consecuencias, y que sobre todo afecta a la convivencia de las familias, será la sociedad, serán los padres y los propios alumnos los que tengan que tomar ya la iniciativa y poner en marcha una educación democrática participativa y no teledirigida por los intereses de los que no creen más que en su propia democracia formal de horizontes limitados y oscuros. Se trata de alcanzar un pacto educativo para que las ideologías en el poder no impongan sus modelos antipedagógicos, olvidándose de la realidad social e histórica, y secuestrando el derecho a la libertad de educación que tienen las familias.