Negros retazos de una República laica

Autor: Diego Quiñones Estévez

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De la afortunada y plural historiografía que existe sobre uno de nuestros períodos históricos más trágicos, la Guerra civil de 1936, salen negros retazos de una historia que algunos se empeñan en que se repita de nuevo, por el simple hecho de que no reconocen los errores que cometieron sus ascendientes ideológicos en un pasado que el tiempo ha puesto ya un limite razonable y reconocible en nuestra memoria histórica.

De las fuentes documentales de esa etapa negra para la Historia de España, que fue la II República (1931-1936), salen a la luz de la verdad objetiva, negros retazos de una historia que la mayoría de los españoles del siglo XXI, no estamos dispuestos a que se nos actualice por el infantiloide capricho de una política a la que bien se le pude aplicar el calificativo de despotismo demagógico. Así fue como definió la política de la II República, uno de sus máximos responsables de que ésta nos llevara a una guerra fratricida: el que fue presidente de la II República, tras expulsar al anterior, Niceto Alcalá Zamora, el republicano de izquierdas, Manuel Azaña.

El propio Manuel Azaña, sabía de los peligros que conlleva el despotismo demagógico porque él mismo lo puso en práctica en su vida política. Así, al igual que hoy, era consciente del peligro de los nacionalismos separatistas tanto de vascos, catalanes y gallegos. Ellos, como ahora, buscaban la quiebra de la unidad de España. Esto se evidencia con datos históricos o testimonios como las cartas de Azaña a Cipriano de Rivas Cherif[1]. En una de ellas, se nos da cuenta de la misma problemática que padecemos con los ultranacionalismos: terrorismo, independentismo, privilegios, amnistía encubierta de terroristas: “Estos catalanes parecen chiquillos y me dan mucho que hacer para traerlos al buen sentido. Aunque me esté mal el decirlo, las tres cosas: amnistía, readmisión de obreros y Estatuto, las resolví con elegancia y aparente facilidad” (…)

Y refiriéndose a la violencia, al terror, al caos contra orden público que violaba las legalidad de la II Republica, dice: “Hasta los desórdenes me los perdonaban (….) Ahora, vamos cuesta abajo, por la anarquía persistente en algunas provincias, por la taimada deslealtad de la política socialista en muchas partes, por las brutalidades de unos y otros, por la incapacidad de las autoridades, por los disparates que el “Frente Popular” está haciendo en casi todos los pueblos” (…)

El despotismo demagógico, vuelve a las andadas con las mismas divagaciones anacrónicas y radicales contra la Constitución Española de 1978, cuando algunos nostálgicos sin proyectos proclaman un inexistente estado laico. Nuestra Constitución defiende un Estado aconfesional. La obsesión por el estado laico, viene también de la II República, que era jacobina, masónica, laica y sobre todo, anticatólica. En el periódico oficial del PSOE, El Socialista, hay un artículo del 7-6-1936, que se titula[2]: España, República laica de trabajadores, no tiene relaciones con Rusia. Dentro del cuerpo del artículo, se lee un retazo ideológico del laicismo anticatólico:(…)“Volvemos a insistir en un tema que nos es particularmente grato: el de las relaciones de España y la U.R.S.S. A raíz del triunfo del Frente Popular, cuidamos de advertir que, entre los deberes de la nueva política, no era el de menos entidad el enlace diplomático de las dos Repúblicas de Trabajadores de Europa. Y alguna vez, al lamentar la situación de bochorno con que habían deslucido el rango de un Estado laico las reacciones de conciencia de su primer magistrado y los desdenes de la Santa Sede […] hubimos de aducir la paradoja de que nuestra amistad con Rusia careciera de delegados oficiales”. (…)

En el mismo órgano de propaganda y poder del partido, El Socialista, recoge el 11-2-1936, el esperpéntico discurso de un líder del Partido Comunista a unos jóvenes comunistas y socialistas que recuerda a la ignorancia de los discursos actuales sobre la ciencia como instrumento de progreso y bienestar material sin saber qué es la ciencia, ni cuáles son sus límites morales y éticos. El discurso demagógico, se sirve de la desgracia ajena: la ceguera de unas personas: (…)”Camaradas ciegos […] cuando podamos […] cambiar el régimen en beneficio de la clase trabajadora y de las masas populares, estoy seguro que muchos de vosotros, camaradas ciegos, gracias a la ciencia puesta al servicio del pueblo, recobraréis la vista”[3].

Este macabro retazo del despotismo ideológico, nos remite a las actuales propuestas del mismo tono que tanto practica el sentimentalismo tecnócrata del progresismo laicista, y que tiene su reflejo en la Ley de Técnicas de Reproducción Humana Asistida. Ésta ley totalitaria se nos ha vendido como la panacea de todas las enfermedades incurables, pero sin decirnos que será a cambio de pagar un altísimo y miserable precio: el asesinato de personas en un estado de indefensión total: los embriones humanos.

Y para acabar, y no ser reiterativos, un último y clarividente retazo negro del pasado de una República laica, que es el oportunismo político del que se sirve el despotismo demagógico. El oportunismo es una de las principales armas ideológicas y pragmáticas de los que buscan el poder sea como sea, sin importarles el estado de derecho y la democracia.

De oportunistas pragmáticos, está plagada nuestra Historia de España. Y así en la II República, tenemos muchos ejemplos de ellos, de los oportunistas que no tienen ningún reparo moral ni legal para justificar sus desmanes. En el órgano de propaganda del partido, El Socialista, el 19-5-1936, el líder socialista y gran amigo de Azaña, Indalecio Prieto, en uno de sus discursos, dice: “El Partido Socialista, si quiere ser revolucionario, ha de ser oportunista. Si examinamos la conducta de Lenin, en Rusia antes de la revolución y después de ella, vemos que responde a un oportunismo bien administrado (…)[4]

El oportunismo no es sino la mano negra del totalitarismo, es la coartada de los que atentan contra la paz, la libertad, la justicia, el bien común, el estado de derecho. Así fue en la II República: el oportunismo totalitario de los que querían imponer una dictadura del proletariado con una revolución sangrienta, fracasó y trajo consigo otro oportunismo totalitario: la Dictadura franquista. Y antes y después de ellos, los trágicos y terribles oportunismos totalitarios del nazismo de Hitler; del fascismo de Mussolini; del comunismo de Lenin, Stalín y Mao Tse-Tung; del terrorismo islámico del 11-S en Nueva York(2001), del 11-M en Madrid(2004) o del 7 de Julio de 2005 en Londres.

En nuestra  España constitucional y democrática, no queremos más políticos ni políticas que tan sólo traen despotismos demagógicos y totalitarios



[1] Moa, Pío, “Apéndice documental: “De las cartas de Azaña a Cipriano de Rivas Cherif””, en 1936: El asalto final a la República, Edit. Áltera, Barcelona, 2005, págs 256-258.

[2] Ibídem, “Apéndice documental”, op. cit., pág. 244.

[3] Ibídem, pág. 746.

[4] Ibídem, pág., 250.