No devaluemos más la palabra religión.

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

En el lenguaje de la comunicación escrita y audiovisual, se suele cometer una falsa analogía, una grave confusión conceptual cuando se emplea el vocablo “religión”. Como el objetivo de quien escribe y habla, ha de ser el de clarificar las ideas y desterrar confusiones y equivocaciones ideológicas, empezaremos por saber qué es la religión dentro  del campo semántico, el teológico-filosófico, que le corresponde.

Así,  podemos decir que la religión es la relación de alianza, comunicación y comunión con Dios, realidad suprema. “El hombre no tiene religión sino que consiste en religación o religión....Desde el punto de vista cristiano, es evidente que sólo el hombre es capaz de Revelación porque sólo él consiste en religación (...). La religación no es una dimensión que pertenezca a la naturaleza del hombre sino a su persona, si se quiere a su naturaleza personalizada(...)El sujeto formal de la religación es la naturaleza del hombre personalizada(...)Por esto, mejor que de religión natural, hablaríamos de religión personal”.[1] El cristianismo, como religión revelada y personal, por la encarnación y resurrección de Cristo, considera  que “la entrega personal a Dios, no es un mero estar “llevados” sino un  activo y positivo “ir” desde nosotros mismos a Dios. Es el acceso incoado del hombre a Dios: es Dios mismo quien por ser “pre-tensión” nos arrastra, desde Él hacia Él, sépalo o no lo sepa, quiéralo o no lo quiera el hombre”. Por eso, “la fe en Dios es el acto de entregarse a su realidad personal en tanto que verdadera. Es siempre entrega concreta, y por tanto, fe concreta” en  Dios. “Dios no es  una especie de inmenso espíritu o ánima sino que es realidad absolutamente absoluta”. [2]

Tampoco podemos olvidarnos que la “religión es un sistema solidario de creencias y de prácticas relativas a las cosas sagradas, es decir, separadas, prohibidas, creencias y prácticas que unen en una misma comunidad moral, llamada Iglesia, a todos los que se adhieren a ella”[3].  En la religión, los creyentes se sienten en perfecta armonía con Dios, que es quien sale a su encuentro en la Historia para darle sentido a sus realidades temporales que  siempre se proyectan en la inmortalidad, en lo eterno, en la salvación redentora de Cristo. El cristianismo es el fundamento de la religación porque Dios forma parte experiencialmente del hombre en sus tres dimensiones: la personal, la social y la histórica. De esta forma, “el hombre es una proyección formal de la propia realidad divina; es una manera de finita de ser Dios”.[4]  

Definida así, la religión religa al hombre con Dios, y lo compromete en cuerpo y en alma, con Él  y con  la vida, tanto como experiencia personal, como experiencia social o como experiencia histórica. No van por aquí,  muchas opiniones sobre la religión, especialmente a raíz de los ataques al margen de  toda razón, de un neomarxismo y neoliberalismo ateos y decadentes que ponen en práctica  un laicismo radical y antirreligioso. Algunos, por ejemplo, cuando comparan y defienden la religión de dicho laicismo o de ideologías  de pensamiento unidimensional, hablan de que no es lícito desterrar o sustituir la religión como tal, por “otra religión” de corte laicista o ideológico, o de sectas. Cuando caen en esta equiparación más que comparación, están infravalorando el concepto antropológico, teológico e histórico de lo que es la religión, porque la religión no es la imposición de las creencias y de los valores morales, por la fuerza, como sí lo es el laicismo jacobino, o las ideologías materialistas y ateas (el fascismo, el comunismo, el relativismo o el neoliberalismo individualista). Los ejemplos en el pasado, los tenemos en la Revolución Francesa y en el Despotismo Ilustrado (s.XVIII), donde se trató de destruir al Dios de la Revelación en la Historia y sustituirlo por la diosa Razón, progenitora, luego, de los totalitarismos irracionales del siglo XX. La religión es una opción libre en la conciencia del hombre, no se impone ni destierra otras formas de pensamiento que engrandecen la cultura del hombre (así lo muestran los textos sagrados y la tradición de la doctrina cristiana que nacen y crecen a partir de ellos en todas las circunstancias históricas). Otra cosa es la alienación, la instrumentalización ideológica  que de ella han hecho los poderes mundanos de la Historia. (Por ahí va lo que Karl Marx dijo de la religión como opio del pueblo). El concepto de religión, y no digamos la historia de la revelación de Dios, que en ella va implícito, y que alcanza su máximo exponente en el cristianismo, es un concepto de salvación, de libertad, de comunicación con Dios, de apertura recíproca entre lo transcendente y lo humano, y nunca un totalitarismo ideológico o fundamentalismo teocrático, nunca imposición y atropellos contra el deambular por la vida de los hombres y las mujeres de nuestra larga Historia.

No empleemos  más el vocablo “religión” desde las falacias de las generalizaciones precipitadas y sin fundamentos. Hagámoslo desde la coherencia, porque de lo contrario estamos devaluando y degradando la verdad de su historia y de la Historia, que al fin y al cabo, es la verdad de todo hombre que busca y encuentra en Dios, su dimensión humana y transcendente.


[1] Zubiri, Xavier, Naturaleza, historia, Dios.

[2] Ibídem, El hombre y Dios.

[3] Émile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa.

[4] Zubiri, Xavier, El hombre y Dios.