Educación ecuménica e interreligiosa.

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

Es una evidencia histórica, aunque negada por los más intolerantes enemigos de ella, que la Religión Católica, es la raíz de nuestra cultura y una realidad sociológica que se demuestra con las estadísticas (el 80% de los españoles se considera católico). Pero también, en España, ahora, como antes, por el fenómeno global de la inmigración, hay otras religiones (judaísmo e islamismo) y otras confesiones (las Comunidades de la Reforma y Comunidades Ortodoxas) que están presentes en nuestra convivencia plural y con las cuales se ha de mantener siempre un encuentro interreligioso y ecuménico.
El ecumenismo se define como el diálogo fraterno entre las comunidades cristianas separadas por diversas causas de la única de Iglesia de Cristo, que subsiste en la Iglesia Católica. Se busca la unidad de todos los cristianos que Cristo concedió a su Iglesia. Este diálogo no se puede entender como una pérdida de esa identidad eclesial fundamental, porque sería renunciar al don de la unidad dado por Cristo y mantenido vivo por el Espíritu Santo. Es la unidad que permite la diferencia y la diversidad: “Única es la Iglesia fundada por Cristo, pero son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como herencia de Jesucristo” (Concilio Vaticano II, Decreto Unitatis Redintegratio).
El encuentro ecuménico nada tiene que ver con el consenso político o parlamentario, donde cada ideología defiende su parcela de poder, ni tampoco se aproxima a la proclama del multiculturalismo de la progresía intelectual posmoderna. El multiculturalismo es la multiconfusión del pensamiento relativista, del laicismo sin horizontes que lo mezcla todo, para sacar sus tajadas en los mares de las confusiones. Lo único que pretende es un eclecticismo similar al de las sectas de la Nueva Era, pues, así como para éstas, ninguna religión histórica es verdadera sino que todas son iguales desde las apetencias de las infracreencias subjetivistas y seudoespirituales, para los relativistas del laicismo beligerante, todas las culturas son igual da válidas, o casi todas, porque cuando se trata de la cultura cristiana, el menosprecio y el arrinconamiento para ellos es la pauta de su pensamiento reduccionista.
El laicismo ha entablado una guerra programada contra todo lo que sea interculturalidad, interreligiosidad y ecumenismo, ya que en ellos se parte del conocimiento recíproco, del diálogo teológico, del encuentro y la colaboración entre los cristianos separados y los de la Iglesia de Cristo y entre otras religiones. Para el laicismo sus intereses ideológicos, consisten en reducir al hombre a simples esquemas neomarxistas o neoliberales, donde impere el placer, el dinero, el consumo, la cultura descafeinada, el trabajo productivo e incentivado, la globalización economicista, el ecologismo irracional, el comercio de productos y de personas, la antiglobalización violenta, las democracias de los poderosos, el pacifismo de las ideologías, etc., etc.
El laicismo cuenta con dos campos de entrenamiento de sus ejércitos silentes: los medios de comunicación y la educación. Tiene bien ocultas y activadas sus unidades de ataques. En los medios de comunicación se han instalado de tal forma que todo cuanto dicen por ellos nos suena a normal, por tanto repetirlo durante días, meses y años. Desde ellos se dedican destruir la teología de diálogo interreligioso y ecuménico que la Iglesia Católica lleva a cabo desde la comunicación de la verdad que es Cristo, que es una verdad universal que no excluye a nadie y que no se impone sino que se ofrece a todos las culturas, a todos los hombres y mujeres del mundo. La evangelización lleva implícito el encuentro dialogal ecuménico e interreligioso de la Iglesia de Cristo.
El otro campo de entrenamiento es la educación, donde tienen un enfermizo empeño por destruir la educación integral de las personas, persiguiendo la pedagogía y la didáctica de la religión con leyes antipedagógicas que arrinconan la enseñanza de la Religión.
Mientras el laicismo en guerra presume que el progresismo es la descristianización y el olvido de Dios, en Europa, salvo la desorientada y jacobina Francia, al menos, se mantiene y cuida la presencia del hecho religioso en la educación escolar y universitaria. Y ello es así, porque en la Unión Europea, la mayoría de sus 455 millones de habitantes se consideran cristianos, y el 58% de éstos se declaran católicos. Por eso, en Europa son concientes que es fundamental una convivencia entre creyentes y no creyentes. Todos sus estados estiman el valor que tiene el fenómeno religioso en sus sociedades pluralistas en creencias e ideologías: católicos, ortodoxos, protestantes, judíos, musulmanes, ateos, agnósticos, indiferentes.
Los políticos del diálogo laicista deberían aprender del diálogo ecuménico e interreligioso, y si ellos no quieren, porque sería mucho pedirles, que al menos sean honrados con las generaciones de ciudadanos de ahora y del futuro, y permitan la presencia legítima, democrática, intercultural, interreligiosa y ecuménica que es el Área de Sociedad, Cultura y Religión en nuestro sistema educativo. Éste área del conocimiento religioso permite que nos eduquemos en el diálogo y en el encuentro con las religiones y las confesiones presentes en nuestra sociedad.