A un difunto diamante humano.

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

Difunto ya no eres en mortaja,
dentro del ataúd y en tumba o nicho
con lápida de mármol en memoria
de tu muy fugaz vida por el mundo.
Y ya ni tan siquiera te han dejado ser 5
efímero recuerdo de cenizas,
olvidadas en aire, agua, tierra o fuego.

Tus familiares, vecinos y amigos,
se olvidaron darte el debido culto
con ritos y oraciones de exequias, 10
y entregaron tu fenecido cuerpo
al funerario negocio,
que transmuta el carbono de tus cenizas,
en un diamante de apreciados quilates
que esmaltará una valiosa joya. 15

Sí, difunto diamante humano eres
para ostentación de tus herederos
que, te exhiben por el mundo,
grabando tu nombre, en su interior, con láser.
En artificial piedra preciosa te han convertido, 20
pero sin la honra justa a todos los muertos,
sin la substancia espiritual del alma.