Vargas Llosa, también contra el Cristianismo

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

Parece mentira, pero así nos los ha demostrado en varios artículos y en sus opiniones en la prensa, Mario Vargas Llosa se ha alineado con la progresía decadente del nihilismo cultural, contra el Cristianismo. Increíble, que un escritor de su talla, se haya lanzado por el tobogán del laicismo intransigente. Lo mismo es que como ya no sabe lo que hacer, o si lo sabe, para que le den el Premio Nobel de Literatura, su máxima pretensión (según dicen las malas lenguas) y al que han llegado escritores pertenecientes a la ideología marxista a la que al principio de su carrera literaria estuvo él adscrito y de la que luego renegó tal vez al comprobar las aberraciones cometidas por la revolución cubana(1960) de la que él fue simpatizante, para después hacerse liberal fundando un partido de derechas en su país. Ahora, al parecer, ha vuelto a simpatizar con el comunismo cubano (que tantos escritores e intelectuales tiene en prisión) tal y como se ha demostrado con su encuentro con Fidel Castro, máximo paradigma del más vil y rancio neomarxismo que siguen Gabriel García Márquez o José Saramago, ciegos defensores de la dictadura castrista, y premios Nobel de Literatura. 
Es penoso, que un escritor al que ya se le ha acabado la vena de la creación pero que sigue siendo un gran articulista, como siempre, más que novelista, caiga en la facilona y vulgar descalificación y el menosprecio del Cristianismo, alegrándose de que Europa no haya reconocido en el Preámbulo de la futura Constitución Europea, lo que ningún intelectual decente se atrevería a poner en duda: históricamente sus raíces culturales son cristianas. Y que para colmo, también defienda las pretensiones absurdas y aberrantes del laicismo de las orgías perpetuas y la promiscuidad sexual, que se empecina en que el lobby homosexual logre equiparaciones imposibles al matrimonio y a la familia, cuando les han sido negadas en países como la laicista Francia, donde él se formó y escribió lo más lúcido que haya escrito: el ensayo sobre Madame Bovary y Flaubert, La orgía perpetua, ¿ Le gustaría a Vargas Llosa que se equiparara su ideología liberal progresista, en proceso reaccionario, con la ideología neomarxista, y mucho más reaccionaria, de Gabriel García Márquez, a quien tanto odio y tanta envidia tiene? ¡Seguro que no!
Muchísimo es lo que deben todos los escritores de América de habla española, a la tradición cristiana literaria que llegó con la Evangelización. La lengua con la que escribe Vargas Llosa y ha alcanzado fama, dinero y honores, vino de la mano de la Iglesia Católica. Sin ese sustrato cultural y realidad viva en los pueblos revitalizados por la lengua española y su espiritualidad cristiana, no se entiende la Literatura Hispanoamericana. Y si no, veamos lo que nos dice el Premio Nobel de Literatura (1990), Octavio Paz, que, aunque no se consideró creyente, sin embargo tuvo la entereza intelectual y moral de reconocer que su identidad histórica de mexicano se debía al Catolicismo: “La gran revolución que se ha hecho en México, la más profunda y radical, fue la de los misioneros españoles (...) En esto ha fracasado el liberalismo y ha fracasado la modernidad” (Proyección Mundial, 1988). Que aprenda de él, y regrese a su país (Perú), que regrese ya y no huya más de él, y que le ayude a salir de las miserias sociales, políticas y culturales donde lo han hundido políticos e intelectuales corruptos. Que vuelva a su país, y que también vuelva al realismo mágico. A ver si así se baja, que aún está a tiempo, del realismo pragmático de los poderosos que tanto ha criticado y denunciado en sus novelas y ensayos.
Mucho me temo que no seguirá estas indicaciones, porque es propio de los escritores en decadencia creativa seguir por ese camino ya que les interesa engordar su trayectoria con doctorados Honoris Causa, y sobre todo con premios literarios de alto rango, que tan sólo se conceden a aquellos que colaboran con los poderes políticos, las potencias editoriales y mediático-propagandistas, muchos de ellos impulsores de la cultura nihilista de la mentira y el destierro de la cultura cristiana, que aún sigue viva en España, en Europa y en América.