Difuntos y Santos para la vida junto a Dios.

Autor: Diego Quiñones Estévez

 

 

El viento de poniente se vuelve sagrado
cuando trae al cementerio, el toque de campanas
que anuncia la Oración del Ángelus
por mares y tierras, montañas y ciudades.

El sol alcanza ya cenit de luz
y el silencio de tumbas y nichos
se puebla de un murmullo apacible
de familias que están junto a los Difuntos,
para rendirles culto de oraciones y flores
en el día de amor a los Santos del cielo,
consagrados por Dios para la eternidad.

Duerme el cementerio,
duerme en ondas de luz y de muerte,
duermen en el sueño de la Resurrección,
nuestros familiares y amigos, ya Difuntos,
Difuntos de ayer y hoy
y de nuestro mañana junto a ellos,
en olvido de lamentos, dolor y sufrimientos,
en olvido de goces y alegrías,
en el gozo eterno,
en la comunión de los Santos junto a Dios,
junto a la gloria y paz de Cristo.

Sobre las lápidas del Campo Santo,
se graban los recuerdos para siempre
con la fe de las cruces y de los crucifijos,
con amor al Sagrado Corazón de Jesús
y las advocaciones a la Madre de Dios.
Tiemblan los labios ante los sepulcros
y palpitan las almas en el rezo.
Es la Liturgia de nuestra memoria
que une a los vivos con quienes no han muerto.

Cesa el viento sagrado de poniente,
y un eco de campanas en plegaria
acompaña a imágenes, flores y epitafios
que se marchitarán mañana con la muerte,
como todos nosotros cuando seamos Difuntos,
Difuntos en la tierra y Santos en el cielo,
para la vida infinita junto a Dios.

(Del poemario: Liturgia de la memoria).
Diego Quiñones Estévez