Los fanfarre-danzantes profanadores de la Iglesia de Cristo

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Cuando los símbolos religiosos son perseguidos en una sociedad, es que ésta sufre una crisis de identidad nacional e histórica, porque han entrado en picado sobre ella para bombardearla, es el caso actual de España, los aviones nihilistas de una guerra al servicio del nacionalismo y del laicismo radicales que bailan al socaire de las ideologías a las que se adhieren como garrapatas para chuparles la sangre y la vitalidad, que luego emplean contra quienes les estorban, por la humana razón de que denuncian sus formas intolerantes las cuales atacan a los derechos humanos esenciales como el de la libertad de creencias, el de la libertad de conciencia o el de la libertad de expresión u opinión.

Por los cuatro puntos cardinales de España, sin olvidarnos del centro, es fácil trazar un mapa de la profanación que tiene distintas zonas y fechas donde se colocarían las diversas formas deshonrosas, injuriantes, blasfemas, aberrantes, intolerantes, sacrílegas, antieclesiales y anticlericales, anticristianas y anticatólicas, y siempre profanadoras de los símbolos religiosos, de lo sagrado cristiano como la Cruz, los Evangelios, la Eucaristía, Jesucristo, la Virgen María, los Apóstoles, la Iglesia Católica, los santos, y cómo no, la autoridad religiosa, la jerarquía eclesial, el clero, desde el Papa, Cabeza visible de Cristo en la Tierra, pasando por los obispos y los sacerdotes para acabar con los religiosos y religiosas consagrados a Dios, a la Iglesia y al Pueblo de Dios.


Dentro de este mapa de la profanación socialista-nacionalista, faltaba un elemento más, ahora añadido por una de las peñas de los Sanfermines de Pamplona, una peña dedicada a la música, a la danza y actividades más teatreras que al arte propio del teatro: las fanfarrias de bandas callejeras, pasacalles, tamborradas, conciertos y desconciertos , fiestas populares securalizadas; los bailarines político-folklóricos, los fanfarrones ludo-blasfemos, los entremetidos y presuntuosos danzantes de pies ligeros y cerebros embotados del nacionalismo radical vasco-navarro, los fanfarre-danzantes profanadores de lo sacro, son los que han exhibido un pancarta caricaturesca-insultante ya no sólo contra Monseñor Fernando Sebastián Aguilar(1929), Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, sino contra lo que resulta mucho más grave, la imagen de Cristo: la blasfema imagen de Jesucristo crucificado levantando el brazo derecho al estilo nazi y fascista, es una profanación totalitaria contra el Cristianismo, que es el origen de los Derechos Humanos, y que fue quien denunció los asesinatos en masa, las persecuciones y el holocausto judío, el terrorismo de estado tanto de los regímenes nazis y fascista como de los comunistas y socialistas en el siglo XX, y salvó a miles de judíos de los hornos crematorios, de las cámaras de gas y de los campos de concentración.

La Iglesia Católica, la Iglesia de Cristo, ni antes, ni ahora, como tampoco Monseñor Fernando Sebastián Aguilar, han apoyado ni pedido el voto a ninguna ideología ni de extrema derecha ni de extrema izquierda porque esto iría contra la separación entre el poder político y el poder religioso exigida por el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia derivada de él y de la secular Tradición del Magisterio de la Iglesia. Desde tiempos del Emperador Constantino I el Grande (272-337), hubo papas como Gelasio I (492-496) que exigieron la separación entre el Estado y la Iglesia Católica, y el Concilio Vaticano II(1962-1965)lo dejó ya perfectamente aclarado.

La libertad de conciencia es sagrada para todos los cristianos, pero la libertad de conciencia es incompatible con todo aquello que profana la presencia sacrosanta de Dios y su ley natural en nuestras conciencias como es el terrorismo en sus diversas formas política y mediáticas monstruosas y depredadoras del derecho a la vida y a la libertad.

Monseñor Fernando Sebastián Aguilar, como obispo de la Iglesia Católica en España, ha denunciado la sanguinaria estrategia de cualquier terrorismo, pero en especial el que nos asola y destroza desde hace cuarenta años: el terrorismo nacionalista de ETA y la de sus brazos políticos y tentáculos mediático-financieros que los sostienen, para destrozar la unidad en la paz, la libertad y el bien común de nuestra democracia constitucional.

A la Iglesia Católica, a los cristianos católicos españoles y a los españoles no creyentes que aman la libertad de conciencia e ideológica, los fanfarre-danzantes profanadores de la democracia constitucional y del Cristianismo, los quieren obligar a que participen en la danza macabra del terrorismo nacionalista, al compás, claro está, de la letra y música del cobarde proceso de paz del pacifismo terrorista que exige la independencia de Vascongadas y la anexión de Navarra.

La intención de esta pancarta de unos fanfarre-danzantes profanadores, es acribillar con el insulto sacrílego al humanismo cristiano que defendió con la palabra de Cristo San Fermín, (272-303), Obispo de Amiens, cuando predicaba por la Hispania romana y las Galias, las futuras naciones de Europa: España y Francia. San Fermín repudiaría lo que actualmente vienen padeciendo la Iglesia Católica, en la España del nacionalsocialismo laicista, por parte de un poder que quiere hacerla desaparecer de la vida pública y social.

San Fermín, fue víctima de la persecución religiosa contra el Cristianismo por parte del Imperio Romano en la Hispania de los siglos III-IV donde hubo miles de mártires como él. Hijo de unos padres paganos convertidos al Cristianismo, los aristócratas romanos Firmo y Eugenia, fue encarcelado y luego decapitado en Amiens por predicar el Evangelio, por denunciar las injusticias del paganismo romano, un paganismo que luego mezclaron con sus ideologías laicistas, los regímenes fascistas, nazis y comunistas, pues, al igual que hicieron los emperadores romanos, en el siglo XX, esclavizaron las conciencias y las vidas de los más necesitados que defendía el Cristianismo, con la imposición del culto a la personalidad, la obligación oficial de rendir culto idolátrico al poder del estado, de someter a los ciudadanos al pánico del terrorismo de estado y a la explotación continua a través del miedo y del asesinato.

Profanar la identidad de nuestras raíces históricas que están en el Cristianismo, es también profanar a San Fermín, el Patrón de Pamplona, que fue predicador de Cristo por la provincia de la Tarraconense y por la que también formaba parte de la Hispania romana, la prefectura de las Galias. La diócesis de Hispania es el origen de lo que más tarde sería el Reino visigodo, el embrión del Estado español. La unidad de los pueblos, la fusión de las razas y de las culturas cristiana, grecorromana y germana, se dio en la Hispania visigoda, unidad destrozada y casi aniquilada por el la invasión del islam en el año 711. Luego, en la Edad Media, sería restablecida a lo largo de los siglos de Reconquista contra el islam, donde el Reino de Navarra desempeñó un papel importante. Unidad recuperada y que alcanzaría su culminación en el siglo XV con los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla (1451-1504) y Fernando II de Aragón (1452-1516) con los que ya aparece España como nación y Estado moderno.

Todos aquellos que profanan lo símbolos del Cristianismo, como los ultranacionalismos y las ideologías que se apoyan en ellos y el terrorismo, lo hacen para dejar sin fundamentos históricos, morales y éticos, a la sociedad española. De este modo tienen el camino allanado para llevar a término sus proyectos destructores de la democracia en libertad e imponernos la nada de las dictaduras del relativismo.