El desastre educativo viene con La educación para la ciudadanía.

Autor: Diego Quiñones Estévez

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Ante la actitud despótica de una ideología en el poder, que hace del mismo, no un servicio al bien común de la democracia constitucional española, que se fundamenta en la  Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y el en cumplimiento de los tratados y acuerdos internacionales, como es constitucional Acuerdo Internacional entre el Estado Español y la Santa Sede(1979), la sociedad española tiene que empezar a reivindicar sus derechos y deberes para demostrar al mundo y a ella misma, que no está dispuesta a someterse a las imposiciones de aquellos que violan las leyes fundamentales.  

Entre de ellos están el derecho y el deber a la educación en libertad según el Art. 27.3 de la Constitución Española (1978) que habla del derecho de los  padres a que sus hijos reciban una formación religiosa y moral acorde con sus propias convicciones; y también  según el Art. 27.2, ya que en él se habla del derecho a la educación integral, al “pleno desarrollo de la personalidad humana”.  

La Constitución Española (1978), que es aconfesional, no dice nada de que la sociedad y la  educación tengan que ser laicas. Lo laico es un concepto eufemístico del socialismo y de los nacionalismos desintegradotes y anticonstitucionales, para ocultar un laicismo radical anticatólico y anticristiano, relativista e intervencionista que ha encontrado su instrumento de ideologización en una materia obligatoria, como es la Educación para la ciudadanía.  

La antisocial y no pactada ni dialogada Ley Orgánica de Educación (LOE), es la culminación de uno de los objetivos prioritarios del socialismo y de los nacionalismos anticonstitucionales: control absoluto de la enseñanza para programar ideológicamente a las generaciones y que se articula por medio de una materia que acompañará toda la trayectoria educativa de los niños, adolescentes y jóvenes: Educación para la ciudadanía, que es la perversión de la educación para someter a los ciudadanos a los determinaciones del poder. 

La Educación para la ciudadanía, ya estaba sibilinamente inyectada en los programas antipedagógicos de los sistemas educativos anteriores, en las socialistas y nacionalistas leyes de educación: la LODE (1985) y la LOGSE (1990). Ambas han ido perfilando una enseñanza pública atomizada, desarticulada según los proyectos de ideologización del socialismo y de los nacionalismos independentistas. Ambos han coincidido en llevarnos al caos educativo reflejado en el fracaso y la violencia escolar, en el bajísimo nivel de competencias básicas en todas las materias que son necesarias para adquirir una formación general donde el sentido crítico y creativo se apoye en una educación humanística y científico-técnica, en una educación integral e integradora donde se equilibren la fe y la razón, el sentido de la vida como Transcendencia y humanización de la persona humana.  

Después del caos antieducativo, anticultural, anticonstitucional y antidemocrático, en el que está encerrada la enseñanza en España, ahora nos viene el desastre total que será irreversible si las familias no toman la iniciativa y el protagonismo. El desastre viene ya anunciado y programado en la Educación para la ciudadanía.

Quien no se lo crea, quien considere que esta es una visión catastrofista de la realidad educativa y cultural, sólo tiene que leer y comprobar cuáles son los presupuestos programáticos, los contenidos ideológicos de esta materia contaminada por el relativismo radical- laicista, anticristiano, y que emplea el arma letal de la desintegración de la personalidad como es la ideología neormarxista de género, impuesta anticonstitucionalmente a las familias por el homosexualismo y el feminismo ultrarradicales. 

Con la Educación para la ciudadanía, las convicciones morales y religiosas  de las familias y el derecho y el deber de ejercer el derecho a la libertad de educación y de conciencia, quedan desarticulados porque detrás de ella maniobra un estado totalitario que pretende controlar la vida privada y pública, pues, vive obsesionado por hacer de la educación un campo de concentración antipedagógico y de experimentaciones históricamente fracasadas, para así  lavar los cerebros de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, impidiéndoles ser ciudadanos españoles libres y responsables. 

Es el momento de evitar el desastre que asoma sus fauces totalitarias por el horizonte de una política nacional esquizofrénica. A contribuir evitarlo le corresponde a la escuela católica que tiene como misión transmitir la fe. El centro[1] de su proyecto educativo no es la  Educación para la ciudadanía, es el Evangelio, la inculturación del mismo ya que es el “punto de referencia decisivo para la formación de la persona y para toda propuesta cultural”[2].

Por España, los centros católicos de educación, no deben olvidar lo que constituye una prioridad en la Doctrina Social de la Iglesia Católica en materia educativa: la escuela católica debe colaborar con las familias y con la comunidad eclesial porque el objetivo fundamental[3] de la educación cristiana es promover la unidad entre la fe, la cultura y la vida.  Por el contrario, la Educación para la ciudadanía, tiene como objetivo fundamental destruir la educación cristiana. 

Del mismo compromiso eclesial educativo participan los educadores cristianos que desempeñan su función educativa en la enseñanza pública de muy diversas formas, tantas como las materias educativas que imparten. Como los padres y alumnos que están ejerciendo el derecho y el deber a la objeción de conciencia, ellos también, y de modo específico a los profesores de Filosofía y de Historia, por coherencia de fe y dignidad profesional, les compete llevar a cabo la objeción de conciencia cuando la Administración les obligue a impartir la Educación para la ciudadanía y los derechos humanos.  

Pero en esta tarea educativa de inculturación y transmisión de los valores y del patrimonio científico-cultural del Cristianismo, los profesores de Religión Católica, son los que desempeñan una labor esencial, y más ahora cuando se tienen que enfrentar con la  Educación para la ciudadanía, que obliga a los alumnos a aceptar contravalores que atacan ya no sólo el Cristianismo sino a la antropología universal y natural que se encuentra en Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948).  

A pesar de las nefastas e injustas condiciones administrativas y laborales (antes y ahora con la LOE) que padecen los profesores de Religión en los centros públicos dominados por la ideología del poder social-laicista, su misión es educar cristianamente a los alumnos así como la de colaborar con las familias y con la comunidad eclesial[4] que les ha otorgado la idoneidad para impartir clases de Religión en los centros públicos.  

Mientras que la Educación para la ciudadanía es obligatoria para todos los alumnos, en la LOE, la situación de la asignatura voluntaria de Religión, queda una vez más desacreditada académicamente al reducirle horas lectivas. Otro tanto cabe decir respecto  a la identidad, la idoneidad y la dignidad de los profesores de Religión, que los deja en la precariedad laboral y en la ambigüedad administrativa para desvincularlos de su compromiso eclesial y con las familias cristianas, y también, como es propio del maquiavelismo socialista de años y años contra la presencia de la Religión en la enseñanza pública, para enfrentarlos con la autoridad eclesial, y para convertirlos en marionetas manipuladas por los espurios intereses de sindicatos y de asociaciones de profesores antieclesiales y antirreligiosos.    

Con esta concienciación eclesial en la enseñanza privada católica y en la enseñanza pública, debemos denunciar el peligro que supone la Educación para la ciudadanía  que se retroalimenta de una mentalidad y contracultura influenciada por el secularismo, “el relativismo, el consumismo y una falsa y destructora exaltación, o mejor, profanación del cuerpo y la sexualidad” que con tanta frecuencia asoma por los medios de comunicación.[5]

Por ello, como indica Benedicto XVI, porque decimos un gran sí al hombre y a la mujer, a los niños, adolescentes y jóvenes de nuestro tiempo, que son amados por Dios, “no podemos desinteresarnos de la orientación conjunta de la sociedad a la que pertenecemos, de las tendencias que la impulsan y de las influencias positivas y negativas que ejerce en la formación de las nuevas generaciones”.[6] 

El compromiso educativo y cultural de la comunidad de creyentes católicos[7], el mensaje de fe, de confianza y de amor que transmite, son en realidad un servicio inestimable al bien común y especialmente a las generaciones que se están formando y preparando para la vida.   

Desde este compromiso educativo y cultural de la comunidad de creyentes en la vida pública, es como podremos hacer entender a los responsables políticos instalados en la demagogia y el despotismo educativo, que en la enseñanza, al igual que en todas las instituciones del Estado, hay que hacer viable la sana laicidad, la cual “no implica cerrarse a la Transcendencia  y mantener una falsa neutralidad respecto de los valores morales que están en la base de la auténtica formación de las personas”[8]. La laicidad es la cooperación, es la fecunda colaboración entre creyentes y no creyentes, entre las instituciones políticas del Estado y las instituciones eclesiales y religiosas. No hay nada más contrario a la laicidad, que la Educación para la ciudadanía. 

La educación en España, ha alcanzado una situación límite, que junto a otras situaciones similares de desmembración político-cultural ponen en peligro nuestra convivencia y existencia como Nación civilizada. Es necesario poner en práctica nuestras responsabilidades ante una situación que el Santo Padre Benedicto XVI, ha calificado como de peligro, de emergencia educativa. Mientras en Europa se toman medidas democráticas donde participan todas las fuerzas sociales y políticas para evitar el desastre definitivo que aniquile la educación integral de nuestras sociedades, aquí en España somos otra vez el ejemplo a no seguir porque los actuales gobernantes se han empecinado en adueñarse de la educación para controlarla desde la ideología socialista y nacionalista, adornándola con la dictadura del relativismo laicista y antirreligioso, más propio de los nauseabundos sistemas totalitarios del siglo XX como fueron el comunismo, el socialismo utópico y de gestión, el fascismo y el nazismo.


[1] Benedicto XVI, Discurso a la asamblea diocesana de Roma, La emergencia educativa, 11 de junio de 2007, en www.ZENIT.org, viernes 22- de junio de 2007.

[2] Ibídem.

[3] Ibídem.

[4] Ibídem.

[5] Ibídem

[6] Ibídem.

[7] Ibídem.

[8] Ibídem.