Andalucía: otro Estatuto de las improvisaciones anticonstitucionales.

Autor: Diego Quiñones Estévez

Blog del autor

 

 

En esta legislatura nos ha tocado sufrir las intransigencias de otro gobierno socialista más que le gusta aprobar leyes y reformas de todo tipo, aprisa y corriendo, como si tuviera miedo a que el poder se le fuera a escapar mañana de las manos. Todas sus actuaciones, han llevado a cabo una política de improvisaciones anticonstitucionales, improvisaciones aceleradas y peligrosas para nuestro Estado de Derecho.

Las falsarias reformas de los Estatutos de Autonomía, como la del ahora escasamente aprobado Estatuto de Andalucía, llevan la marca de la inconstitucionalidad desde que se aprobó el Estatuto de Autonomía de Cataluña que lo convierte en el primer peldaño de un futurible Estado federalista que romperá la soberanía y la unidad de la Nación española, que son la expresión de nuestra libertad y que regulan las relaciones de solidaridad entre las regiones de España. Cataluña, es ahora, un país o una nación encubierta, como Andalucía, que con el nuevo e innecesario Estatuto de Autonomía, se tapa los ojos con la venda nacionalista del eufemismo federalista de  “la realidad nacional”, el cual se remonta a las oxidadas reivindicaciones separatistas del Manifiesto Andalucista de Córdoba de 1919, allá por el siglo XX, y que es una incoherencia nacionalista más, una incoherencia vestida de un nacionalismo andaluz donde se mezclan las exaltaciones anarquistas de la revolución bolchevique y proletaria con un filoislamismo andaluz mítico que rechaza, persigue y falsifica lo  que constituye su esencia e identidad histórica: la civilización de Occidente que representa la cultura grecorromana y el Cristianismo católico. El Manifiesto Andalucista de Córdoba, es un panfleto revolucionario sin pies ni cabeza contra la libertad, la unidad y la soberanía de España, en el cual los dos partidos mayoritarios de la Comunidad Autónoma de Andalucía, se han fijado para llamar “realidad nacional” a lo que es una comunidad autónoma o una autonomía de las nacionalidades y regiones de la Nación española, tal y como se ha de definir según la Constitución Española (1978). Y esto es lo que han aprobado con un escuálido sí, de forma incauta e ingenua, los andaluces en el referendo del 18 de Febrero de 2007, porque los firmantes del Manifiesto de Córdoba de 1919, entre los que se encontraba Blas Infante, también eran partidarios de la misma política separatista y anticonstitucional que en esta legislatura ha sido alentada por el gobierno socialista y los ultranacionalismos:  

“Declarémonos separatistas del Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la libertad; de ese Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los pueblos extranjeros. Avergoncémonos de haber sufrido y condenémoslo al desprecio o al perecimiento (…)

Nosotros, por esto, estamos fundidos con aquella expresión de la Asamblea Regionalista de Ronda que proclamó a Andalucía como realidad nacional, como una patria (patria es un grupo humano que siente las mismas necesidades y ha de trabajar por satisfacerlas en común), como una patria viva en nuestras conciencias.” 

Aprobar un Estatuto en esas condiciones y con estos antecedentes separatistas, es propio de la distorsión de la Historia y de las improvisaciones anticonstitucionales y proultranacionalistas, en una región como la andaluza, donde los andaluces no saben ni quieren saber qué es una “realidad nacional”, porque es un anacronismo inventado por un nacionalismo andaluz inexistente, un nacionalismo de segunda fila, que imitaba e imita a los nacionalismos vasco y catalán.

Las improvisaciones anticonstitucionales del Estatuto de Autonomía andaluz, les va a costar muy caro a los andaluces, porque seguirán siendo una comunidad que no levanta cabeza en el desarrollo global de sus provincias y de las Comunidades Autonómicas. Las mentiras anquilosadas de un partido socialista que siempre ha gobernado esta

comunidad, van a seguir perpetuándose, porque el partido en la oposición, el PP, ha caído en las trampas de la política gubernamental nacionalsocialista para todo el Estado español, ya que a la derecha neoliberal-conservadora, le han colado un estatuto izquierdista, de una izquierda que no se atrevió a tanto cuando hace ya 26 años, engatusó al 53´68 % de los andaluces de la Transición democrática para que aprobarán el Estatuto de Autonomía en el referéndum del 28 de Febrero de 1981, siguiendo el Articulo 151 de la Constitución Española(1978).

Una minoría de andaluces en este referendo, como los catalanes, no han aprobado una reforma estatutaria sino un nuevo estatuto de autonomía que es más bien una constitución independentista que sustituye a la Constitución Española de 1978 y al Estado de Derecho por un utópico estado plurinacional.

Los dos estatutos se han aprobado con una muy escasa participación de los ciudadanos (el 63,75 % del censo andaluz no ha votado). Con una participación que no llega al 36 %, el raquítico apoyo a este Estatuto anticonstitucional, demuestra que la mayoría de los andaluces, no están de acuerdo con las improvisaciones anticonstitucionales e insolidarias con que se han elaborado ya que sólo benefician a la clase política en el poder más que al bien común de los españoles.

El espíritu de la Transición democrática, que preconizaba olvidar las barbaridades inhumanas de la izquierda y la cobardía de la derecha en la II República (1931-1936) (las cuales nos avocaron a una Guerra Civil (1936) y después a la Dictadura franquista del nacionalcatolicismo) no ha democratizado a España, porque se ha incumplido sistemáticamente la Constitución Española de 1978, hecha realidad gracias a la concordia de la mayoría las fuerzas políticas y de la Iglesia Católica.

Este nuevo e  innecesario estatuto, no responde a las necesidades de los andaluces, ni muchos menos de todos los españoles, porque la preocupación de unos y de otros, es que le resuelvan los gravísimos problemas: como la política cobarde y condescendiente con el terrorismo que nos está dinamitando la convivencia entre todos los españoles; el de la inmigración ilegal y descontrolada que provoca inseguridad ciudadana y laboral; el aumento de la criminalidad y de la delincuencia de todo tipo, sobre todo del narcotráfico y los asaltos a los negocios y domicilios; las dificultades para adquirir una vivienda digna porque ha alcanzado un precio desorbitado e insolidario; una educación plural, aconfesional y no laica y anticatólica; los desequilibrios sociales y económicos entre los andaluces del interior y los andaluces de las zonas costeras, más prósperas pero también con la corrupción urbanístico-empresarial y política que impide una justa distribución de la riqueza e imposibilita que se ayude a los más necesitados y a las familias; el control monopolista de los medios de comunicación en manos del poder político, que imposibilita una opinión plural y de criterios diversos que enriquezcan la información para que los ciudadanos tengan una visión más objetiva de la realidad histórica en la que viven; una cultura que contemple todos los aspectos y dimensiones de las personas, para de este modo impedir la manipulaciones políticas que condicionan la libertad y distorsionan la verdadera identidad de los andaluces y españoles.

El PP, la derecha democrática, ha sido incoherente, como ya le viene marcado por su herencia liberal y conservadora, más preocupado por la financiación máxima del Estatuto, más obsesionado por los beneficios económicos que se gestionen desde el poder que por las cuestiones fundamentales como son: la cesión ante el terrorismo y el olvido de las víctimas, muchas de ellas andaluzas; el abandono de la familia y la falsificación del matrimonio por la neomarxista ideología de género; el encarecimiento de la vivienda por el blanqueo del dinero negro; la integración y participación de las familias inmigrantes; la precariedad laboral y los salarios en descenso; la educación, corrompida por la ignorancia y la violencia en las aulas; el desequilibrio entre las regiones de España en cuanto a la solidaridad y a la equidad socioeconómica; la corrupción urbanística y de las instituciones políticas; la colaboración o subsidiaridad entre el poder político y la Iglesia Católica para hacer factible la solidaridad y el bien común con los más necesitados e indefensos, en definitiva, por la defensa de los derechos y deberes constitucionales y de los Derechos Humanos fundamentales como el más principal de todos: el derecho a la vida desde que se es embrión y feto hasta la ancianidad, amenazados por el aborto libre, las leyes de la manipulación genética y la eutanasia activa y pasiva.

Con su beneplácito de aceptar lo que la Constitución Española (1978) no contempla, el PP, se ha condenado a sí mismo a vivir perpetuamente en la oposición en Andalucía. Si hubiera sido coherente, si hubiera dicho que no a este Estatuto como hizo con el Estatuto de Cataluña, la gran abstención de los andaluces hubiera significado para el partido liberal conservador, un paso gigantesco para poder gobernar ya en Andalucía y desterrar a la oposición a un socialismo sin ideas ni principios pero con mucha propaganda e incontables agarraderas mediático-económicas. 

Las incoherencias, las improvisaciones anticonstitucionales, tarde o temprano pasan factura, y la factura de los liberales conservadores en Andalucía, será la de continuar anclados en políticas cobardes que se rinden ante sus enemigos políticos cuya única política siempre ha sido la de la descalificación, la demagogia, la incultura, la democracia totalitaria y el odio al pensamiento plural y democrático.

Pero quienes las seguirán sufriendo en su vida privada y pública, serán todos los andaluces, que a pesar de la gran abstención, no han dicho no en las urnas, no han exigido que los políticos que siempre les han gobernado, hagan las rectificaciones constitucionales y morales que les permitan salir de los últimos lugares en el desarrollo político, social, económico y cultural.