Tan cerca y tan lejos…

Autor: Diacono Jorge Novoa

 

 

Al despertar aquella mañana, Melgabá, un hombre del Oriente conversaba con sus otros dos compañeros, sobre algo que golpeaba fuertemente su corazón. Esa mañana, había dentro de él algo que no podía explicar, pero que lo dejaba en una situación de gran expectación. Y permanentemente, les decía a sus amigos; algo grande está por ocurrir.

Los otros, le pedían una y otra vez, que explicara más claramente lo que sentía, pero las palabras ofrecían más obstáculos que soluciones. Sus gestos eran elocuentes y sus ojos admirados abarcaban el horizonte, pero su boca permanecía tan abierta como silenciosa. 

-Que es lo que te ocurrió? dijo uno de ellos. Ésta pregunta, abrió su corazón y desató su lengua. Y comenzó a narrar. "Anoche, no podía conciliar el sueño, y una y otra vez me encontré mirando las estrellas. Esas que todas las noches iluminan nuestras carpas, o acompañan nuestras marchas nocturnas. Al observar esa fotografía celestial, pude ver, un fenómeno complejo de explicar. Había una que realmente era distinta a las demás.

Uno de sus compañeros, sonrió por compromiso, y el otro, sopló con malestar. E inmediatamente replicó. -"Tú estarías dormido y lo que te ocurrió fue un sueño". Y, observó con sarcasmo.- "No habrás bebido en demasía? Mira que la bebida es mala consejera. Y por otro lado, a mí también, algunas estrellas me parecen más grandes y más brillante que otras. Que encuentras de extraordinario en ello?"

Era el más anciano de los tres , tal vez, demasiado golpeado por la vida, y agregó: "Hombres soñadores son una plaga…Estrellas con mensajes…Únete, Melgabá a una de esas Caravanas que van siguiendo una estrella y verás tu final. Todo es pura imaginación. Ya verás que la vida es una interminable cadena de realidades monótonas y pequeñas. Nuestro buen amigo está enloqueciendo. Será que lleva demasiado tiempo en el desierto?"

Luego de esta interrupción, que alcanzó los oídos de Melgaba, pero no su corazón, que absorto seguía embebido con el espectáculo presenciado, continuó su relato: -"Había algo muy particular en su presencia. No era únicamente su brillo o tamaño, su movimiento tenía un halo misterioso, parecía recibir una especie de cortejo respetuosos de las otras, que a su paso la saludaban con gran alegría. 

Amigo esto es demasiado, replicó Bamelgá, caminando inquietamente y llevándose su mano a la cabeza. Dónde estaba yo anoche? Bajo que cielo me encontraba? No estábamos bajo la misma luna? Tengo por costumbre como tú, observar largamente el cielo. Dicen los antiguos padres, que el Altísimo va escribiendo cada día para nosotros los hombres, una carta celestial. 

Melgabá, interrumpió su relato y dijo a Bemalgá. "Amigo, nuestros ojos a veces están puestos en el cielo, pero son incapaces de ver lo nuevo que allí está aconteciendo. Nos cuesta ver aquello que nace, porque nuestro corazón ha matado la esperanza. El Altísimo renueva permanentemente para nosotros el Universo". 

Y entre palabras, sonrisas y enojos, acordaron por la noche observar atentamente el cielo. Y aquel día, fue el más largo que tuvieron que enfrentar, acuciados por la ansiedad y la expectativa, sufrieron un desgaste físico y emocional excesivo. Bemalgá entre dientes rumiaba su escepticismo de hombre viejo, pero, era invadido muchas veces por pensamientos que lo invitaban a creer. Las distintas tareas de la jornada, sirvieron a modo de escalones, para que el día muriera.
Por la noche, los tres hombre, luego de encender el fuego se sentaron a esperar. Eran tres imágenes de la humanidad que busca. Estaban en torno al mismo fuego y bajo el mismo cielo, pero esperaban con distinta intensidad. 

Aquella noche, ocurrió algo inesperado para los tres, la luna que brillaba esplendorosa se fue apagando en su brillantez y el mundo comenzó a ser invadido por la oscuridad. Y una tremenda tormenta de arena se desató. Los tres amigos perplejos y desorientados no podían reaccionar.

"Que es lo que ocurre? preguntó Bemalgá. El amigo más silencioso, sentenció: "es una maldición a causa de nuestro escepticismo". El eclipse, desconocido para nuestros amigos había sumido sus expectativas en al oscuridad. Rápidamente entraron en la carpa. Entonces Melgabá elevó su oración: "Oh Altísimo, enciende una luz en medio de esta oscuridad". El silencio que invadió sus búsquedas y expectativas, permitía sentir el galopante latido de sus corazones atemorizados.

Lentamente cesó la tormenta de arena, que sumió a Melgabá en la oscuridad. Sus ojos habían recibido una irritación, que desaparecería lentamente, pero por ahora, para él todo era difuso. Aunque desapareció la tormenta, permanecía la oscuridad. Sacudieron por un largo rato la arena que se había impregnado en sus ropas y ayudaron en esa tarea a Melgabá. Uno sirvió de ayuda para al otro, a fin de eliminar los rastros de la tormenta, que permanecían en los ojos, pero no en el corazón del que había visto la estrella. 

De repente y en el silencio de la noche preguntó Bemalgá: Qué es eso? "Parece un pequeño sol". Y que cosa más sorprendente, se mueve en nuestra dirección. Los ojos de Bemalgá sirvieron para que conociera el fenómeno Melgabá. Lenta y minuciosamente le fue describiendo con lujo de detalles la situación. Éste lleno de alegría confesó: " ¡esa es la estrella…, de la que les hablé hoy!!!. El Altísimo ha escuchado mi humilde oración…." 

La estrella parecía aproximarse, según Melgabá, había recibido un encargó del Altísimo que nada ni nadie podía detener, aunque todo presagiaba la oscuridad, ella se fue abriendo paso entre la tormenta y la oscuridad para encaminarse a su destino. En su ruta por el cielo, iba trazando un camino lleno de luz, que contrastaba con la oscuridad imperante. Éste se reflejaba con gran nitidez sobre la tierra, y permitía transitar en la oscuridad. Rumiando una y otra vez, sentenció Melgabá : "Hay un camino de luz en medio de la oscuridad".

Lo que inicialmente era un pequeño punto resplandeciente en el cielo, se iba lentamente dilatando. Al aproximarse en dirección de nuestros amigos del desierto, y ver que seguía su marcha, ellos voluntariamente abandonaron sus carpas, tomaron sus camellos y comenzaron a seguirla. Tenía una marcha lenta pero segura. En el trayecto compartieron sus alegrías de historias pasadas. Ella iluminaba el camino, y aunque de tanto en tanto se perdía de sus vistas, se hacía encontradiza. La jornada sin principio ni fin parecía augurar un nuevo comienzo. Y así, al llegar a una pequeña villa, constataron que su ritmo comenzaba a enlentecerse. En la villa, sus pobladores con sus idas y venidas tenían otras búsquedas; alojamiento, comida, lugar para dejar los animales, etc. Uno podría pensar, tan cerca y por otra, parte tan lejos…

Inquietos por saber donde se encontraban, preguntaron a uno de los tantos lugareños o visitantes circunstanciales, pues allí se realizaba un censo, que les anunció que se llamaba Belén. Fue suficiente, para que nuestros caminantes estelares, de allí en más, la bautizaran con ese nombre: la estrella de Belén. 

Entonces recordaron las promesas realizadas en la antigüedad. Melgabá susurró que el Altísimo los había elegido para ser testigos privilegiados de lo nuevo que obra en el mundo. La estrella apartándose del barullo circundante se detuvo sobre un establo. El más silencioso de los tres viajeros, replicó: Qué puede haber aquí de nuevo?

La estrella permanecía inmóvil sobre la gruta, cual lámpara de sagrario, anunciaba una presencia. Los tres se asomaron a la gruta. El centro de la escena se había desplazado, la atención la atesoraba un recién nacido. Que puede ser más elocuente para expresar la novedad, que un recién nacido. La vida es el mayor milagro con el que Dios renueva al mundo.

Melgabá y Bemalgá fueron agraciados por el Altísimo, el primero tuvo el auxilio del cielo, para poder recobrar la vista y contemplar lo esperado. Bemalgá había comenzado a sanar sus heridas al ser guía y custodio de su compañero, su escepticismo en el camino se fue apagando. ¿Qué ocurrió con el tercero? Y ciertamente, había un tercer viajero, ese que ha sido identificado como "el más silencioso", del que no se nos reveló el nombre. Sabes por qué? Porque ese eres tú. ¿Cómo ha sido tu peregrinación siguiendo la estrella? ¿Cuáles han sido tus obstáculos para animarte a seguirla? ¿Estás más cerca de Mebalgá o de Bemalgá?

El Señor espera tu respuesta, y si todavía no se la diste, despójate del hombre viejo y déjate sorprender por la presencia de Dios en Belén. Que no te ocurra como a parte los moradores de Belén, que demasiado preocupados por las cosas de la vida, iban de aquí para allá, sin percibir lo que estaba aconteciendo. Pensar que estaban tan cerca, y sin embargo, lo vivieron tan lejos…