Si la misericordia de Dios es infinita ¿Se salvaran todos los hombres?
Autor: Diacono Jorge Novoa

En esta única acción encontramos dos polos: Dios y los hombres, "¿puede haber dos cosas más lejanas y remotas que Dios y los hombres, el inmortal y los mortales, el justo y los pecadores?..."([1]) ambos se encuentran de forma única en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. La pregunta que nos convoca implica una serie de  conceptos, que manifiestan la relación de ambos (Dios-hombre) que es necesario aclarar: misericordia, infinitud, salvación…  

¿Que exista como posibilidad real la condenación niega la infinitud de la misericordia de Dios y su eficacia? ¿Si existe la posibilidad real de la condenación, existe la posibilidad real de la "salvación para todos"? ¿qué puede afirmar el hombre?

 La salvación es universal

Preguntémonos por la salvación; así pues, ella es ante todo redención del pecado como impedimento para la amistad con Dios, y liberación del estado de esclavitud en la que se encuentra al hombre que ha cedido a la tentación del maligno y ha perdido la libertad de los hijos de Dios (cf. Rm 8,21)([2]). Dios  ha ofrecido al hombre, luego de la caída, en la obra de la Redención la salvación y con ello ha revelado claramente su infinita misericordia. “La misericordia del hombre alcanza a su prójimo la misericordia del Señor abarca a todo el mundo”(Eclo 18,13).

"La causa de nuestra salud no es otra que la misericordia de Dios, a quien no amaríamos si antes Él no nos hubiera amado y con su luz de verdad no hubiera alumbrado nuestras tinieblas de ignorancia. Esto ya nos lo había anunciado el Señor por medio de su profeta Isaías: guiaré a los ciegos por un camino ignorado y les haré caminar por senderos desconocidos. Ante ellos tornaré en luz las tinieblas, y en llano lo escarpado. Cumpliré mi palabra y no les abandonaré (Is 42, 18). Y de nuevo: me hallaron los que no me buscaban, y me presenté ante los que no preguntaban por mí (Is 65, 1)"([3]). 

La historia de la salvación presupone 'de facto' la existencia del pecado en la historia de la humanidad creada por Dios. La salvación, de la que habla la divina Revelación, es ante todo la liberación de ese mal que es el pecado. Es esta una verdad central en la sotereología cristiana: 'propter nos homines et propter nostram salutem descendit de coelis'.

Claramente expresa la Sagrada Escritura que esta voluntad de salvación  es universal,  fruto del amor compasivo de Dios:

" pues él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.  Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre,  que en el tiempo fijado dio el testimonio: se entregó para rescatar a todos (I Tim 2,3-6).

"De este modo en Cristo y por Cristo, se hace también particularmente visible Dios en su misericordia, esto es, se pone de relieve el atributo de la divinidad, que ya el Antiguo Testamento, sirviéndose de diversos conceptos y términos, definió "misericordia". Cristo confiere un significado definitivo a toda la tradición veterotestamentaria de la misericordia divina. No sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica. El mismo es, en cierto sentido, la Misericordia." (DM. 2.2)

La  obra de Dios realizada en Jesucristo, vincula definitivamente la justicia con la misericordia,  manifestando la armonía que se establece entre ambas y desterrando el posible conflicto que algunos quieren atribuir. En la tradición la enseñanza de Cristo aparece claramente; Justicia y Misericordia como atributos divinos no están en contradicción. 

San Anselmo([4])comienza preguntándose, en una meditación([5]), sobre la relación de la justicia y la misericordia:

“Pero si eres absoluta y soberanamente justo. ¿Cómo perdonas a los malos? Porque siendo absoluta y soberanamente justo ¿cómo haces algo injusto?¿O qué justicia hay en dar la vida eterna a quien merece la muerte eterna?¿De dónde viene, pues, oh Dios bueno, bueno para los buenos y bueno para los malos, de dónde viene que salves a los malos, tú que no puedes hacer nada injusto?”([6]).

El santo doctor descubre que la misericordia de Dios brota de su Bondad, “eres, pues, misericordioso, porque eres absoluta y soberanamente bueno”([7]). Pero ello no revela la fuente de donde brota este río: “vemos de donde brota tu misericordia, pero nuestras miradas no penetran más allá; vemos los lugares de donde sale el río, pero no distinguimos la fuente de donde nace”([8]). Finalmente concluye su búsqueda afirmando: “Eres, pues, verdaderamente misericordioso, porque eres verdaderamente justo”([9]).

“Es, por tanto, bien cierto que todos los caminos del Señor son misericordia y verdad,  y sin embargo es cierto también que el Señor es justo en todos sus caminos, y estas dos verdades no están en contradicción... Así tu misericordia nace de tu justicia...”([10]).

Santo Tomás responde que Dios ofrece su misericordia como cierta plenitud de la justicia:

“Que Dios obra misericordiosamente no por cierto faltando a su justicia, sino superándola: como si uno da doscientos dineros a un individuo a quien no debe sino cien, no obra contra la justicia sino con liberalidad y misericordia. Y lo mismo cuando se perdona una ofensa recibida, porque el que perdona un  agravio hace una especie de don. Por lo cual San Pablo llama a la remisión de las ofensas donación: Condonaos recíprocamente, así como Cristo os ha perdonado ( Ef 4,32). Es, pues, evidente que la misericordia no destruye la justicia sino que es cierta plenitud de ella, por lo cual dice Santiago la misericordia superexalta el juicio (Sant 2,13) ([11]).

<<Así entendida la misericordia no solo no se opone a la justicia, sino antes al contrario la trasciende y llega a ser una cierta plenitud de justicia. Es, más,  en  la

base de todo acto de justicia hay siempre un acto de misericordia>>([12]).

 La salvación acogida o rechazada por el hombre

¿Quiénes son los destinatarios de esta acción salvífica de Dios? Son los hombres bajo el signo del pecado. "En realidad, la salvación no es un hecho automático, es decir, la gracia de la salvación debe aceptarse y acogerse libremente. Dios no quiere imponer la salvación, obligando al hombre a salvarse y por tanto a amarlo, porque la salvación conlleva de parte del hombre un acto de amor a Dios, y Dios no quiere obligar a nadie a amarlo, porque el amor no se puede imponer"([13]) . El misterio de la redención está en su misma raíz, unido de hecho con la realidad del pecado del hombre. Los hombres deben responder a la misericordia de Dios que tiene un nombre propio : Jesucristo.  

Con la plenitud de la Revelación que se manifiesta en el Hijo unigénito, accedemos al "querer" de Dios. La salvación es obra de la gracia de Cristo que es infinita([14]). En  esta obra de Reconciliación, el hombre esta llamado a responder en la libertad, "puede elegir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él".

 

San Ireneo reflexiona de esta manera: "Dios lo hizo libre desde un principio, y así como le dio la vida le dio también el dominio sobre sus actos, para que voluntariamente se adhiriera a la voluntad de Dios, y no por coacción del mismo Dios. Porque Dios no hace violencia, aunque su voluntad es siempre buena para el hombre, y tiene, por tanto, un designio bueno para cada uno. Sin embargo, dejó al hombre la libertad de elección, lo mismo que a los ángeles, que son también seres racionales. De esta suerte, los que obedeciesen justamente alcanzarían el bien, el cual, aunque es regalo de Dios, ellos tendrían en su mano el retenerlo. Por el contrario, los que no obedeciesen justamente serian privados del bien y recibirían la pena merecida, ya que Dios les dio el bien con benignidad, pero ellos no fueron capaces de guardarlo diligentemente, ni lo estimaron en su valor, sino que despreciaron su extraordinaria bondad..".

"Porque obedecer al Salvador es participar en la salvación, y seguir a la luz es tener parte en la luz"([15]). Por lo tanto a la primera proposición debemos responder, que ciertamente, la misericordia de Dios es infinita y obra la salvación de todos los hombres. Ella se expresa privilegiadamente en el  sacrificio de Cristo que  tiene valor infinito, manifestando " profundamente la verdad de la misericordia, tal como ha sido hondamente revelada en la historia de nuestra salvación" ([16]).

 Acoger la misericordia de Dios, es responder en el Espíritu Santo  a Jesucristo  que obra la salvación. "El misterio pascual es el culmen de esta revelación y actuación de la misericordia, que es capaz de justificar al hombre, de restablecer la justicia en el sentido del orden salvífico querido por Dios desde el principio para el hombre, y mediante el hombre, en el mundo ([17])

"Dios ofrece al hombre esta vida nueva: ¿Se puede rechazar a Cristo y todo lo que él ha traído a la historia del hombre? Ciertamente es posible. El hombre es libre. El hombre puede decir no a Dios. El hombre puede decir no a Cristo"([18])."La condenación sigue siendo una posibilidad real, pero no nos es dado conocer, sin especial revelación divina, si los seres humanos, y cuáles, han quedado implicados efectivamente en ella" ([19]). 

" Ahora bien, la separación de Dios es muerte, y la separación de la luz es tinieblas. La separación de Dios es la pérdida de todos los bienes que están en él, y así, los que por su apostasía los perdieron, se encuentran privados de todos los bienes y experimentan todos los males. No es que Dios directamente los castigue por si mismo: sino que ellos han de sufrir el mal que se deriva de estar privado de todos los bienes. Porque los bienes de Dios son eternos e infinitos: por esto la pérdida de estos bienes es eterna e infinita. Si uno se ciega a sí mismo o es cegado por otro dentro de una luz infinita, quedará para siempre privado del gozo de la luz: no es que la luz le castigue con la ceguera, sino que su misma ceguera tiene como consecuencia tan grande mal. Por esto decía el Señor: «EI que cree en mi, no es juzgado», es decir, no es separado de Dios, ya que por la fe permanece unido a Dios. «Pero el que no cree —dice— ya está juzgado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios», es decir, él mismo se separó de Dios por su propia decisión. «Éste es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz. Porque todo el que obra mal, odia la luz, y no viene a la luz, a fin de que no se vean sus obras. En cambio el que hace la verdad, viene a la luz, para que sus obras queden patentes, porque ha obrado según Dios» (cf. Jn 3, 18ss) ([20]).

Que puede afirmar el hombre

¿Hay realidades vinculadas al plan de la salvación que escapan al conocimiento humano? Debemos responder afirmativamente en un doble sentido. La Revelación es obra del querer Divino. Jesús ante la requisitoria curiosa de sus discípulos, sobre el día y la hora, en que se establecería el Reino, respondió diciendo: " a ustedes no les toca saber el día y la hora".

Ante la pregunta por la salvación de sus discípulos, Jesús muestra claramente la intención de no responder:

"Alguien le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvarán?» Jesús respondió: «Esfuércense por entrar por la puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán" (Lc 13,23-24). 

Dice a este respecto el P. Lagrange <<Iba Jesús de camino, cuando se le propuso una cuestión que aún produce ansiedad en muchas almas, precisamente porque el Maestro no ha querido revelar el secreto del Padre. Nos ha dicho lo que era útil que supiéramos...La contestación de Jesús tiene tres puntos: la salvación exige esfuerzo; la salvación no es posible sin obediencia a Dios; los gentiles serán admitidos, en tanto que los judíos serán reprobados>>([21]).

El hombre puede afirmar la voluntad salvífica universal de Dios y su acción superabundante en la obra de la Redención. Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rom 5,15-21). Pero convengamos que se encuentra fuera de las posibilidades humanas, salvo revelación divina, el poder afirmar si hay condenados y quienes son. De la afirmación  de esta imposibilidad,  se desprende que el hombre no pueda afirmar que se "salvan todos" en virtud de que se afirma "la posibilidad real de la condenación".El propio von Balthasar, que ha propuesto la discutible necesidad de esperar la salvación para todos ([22]), considera insostenible la posición por la cual se afirma: "que todos los hombres se salvan, por tanto que en el infierno no hay nadie"([23]). 

"La perdición es un verdadero riesgo para todos y no debemos pensar que es una amenaza o una posibilidad que para nadie llega a concretarse. De ser así, la amenaza de la perdición sería en cierto modo parecida a la idea del lobo feroz, a la cual recurrían los padres para que sus hijos pequeños tuvieran buena conducta. Semejante cosa no sería digna de Dios, que trata al hombre como ser adulto y responsable"[24].


[1] San Agustín.

[2] Misericordia Dei.

[3] San León Magno

[4] San Anselmo nació en Aosta (Lombardía) en 1033, tomó el habito benedictino. En 1093 fue elegido, contra su voluntad, arzobispo de Canterbury. Murió el 21 de abril de 1109.

[5] San Anselmo, Oraciones y meditaciones, Rialp, Madrid, p.217-223.

[6] Ibid, p.217.

[7] Ibid, p.218.

[8] Ibid,p.218.

[9] Ibid,p.220.

[10] Ibid,p.223.

[11] Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, q. 21,a 3.

[12] P.Parente, De Dios al hombre,Atenas,Madrid, 1957, p.117.

[13] El infierno. Humanitas N17.www.humanitas.cl

[14] Ofrecemos el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, en torno a la gracia infinita  de Cristo, que aparece en el Compendio de Teología ( Edición Rialp, CT; Cap.215, Nª 431-433)

(431) Es propio de Cristo tener una gracia infinita, porque, según el testimonio de San Juan Bautista, Dios no dio con medida los dones del Espíritu Santo a Cristo hecho hombre (confróntese Jn 3,34). En cambio, a los demás se les da con medida la gracia, como dice el Apóstol en su carta a los de Efeso: "A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia a medida de la donación de Cristo"(Ef 4,7). No hay duda de que la gracia de unión ha sido concedida de un modo finito a los hombres y de modo infinito a Cristo, porque ha sido concedido a los santos ser dioses o hijos de Dios por participación, como don, el cual, por ser criatura debe necesariamente ser limitado, como son las demás criaturas. Cristo, sin embargo, revestido de la naturaleza humana, fue Hijo de Dios no por participación sino por naturaleza; luego, en virtud de la misma unión, Cristo recibió un don infinito, por lo que, sin duda alguna, su gracia de unión es infinita.

 

[15] San Ireneo.

[16]  DM 7 .

[17] Ibid.

[18] Redemptoris missio 7.

[19] Catequesis de Juan Pablo II  sobre el Infierno Miércoles 28 de julio 1999 ,n 4.

[20] San Ireneo, Adv. Haer. V, 1, 3.

[21] J.M. Lagrange, El evangelio de Nuestro Señor Jesucristo (ed .Española, Barcelona 1933) p.289.Citado por Antonio Royo Marín en Teología de la salvación, BAC 147, p 119.

[22] Se puede acceder a su propuesta en la Teodramática, Vol V, Encuentro,Madrid pp 311-316.  Un esbozo resumido lo encontramos en el artículo aparecido en la revista Communio: La iglesia y el infierno, Communio N 2, Abril-Mayo, 1991 pp 122-127.

[23] Hans Urs von Balthasar, La iglesia y el infierno, Communio N 2, Abril-Mayo,1991. Citamos el contexto inmediato de la afirmación.

" La tradición teológica conoce dos posturas extremas, que hoy para nosotros son insostenibles. Una sabe con certeza que todos los hombres se salvan, por tanto que en el infierno no hay nadie. Esta postura fue condenada (bajo la presión de Justiniano, Ds 411, y con la confirmación de Roma); tal condena se dirige a algunos monjes origenistas, pero hoy no estamos seguros de que el mismo Orígenes haya sostenido esta tesis; los principales expertos lo niegan. Con toda seguridad la sostuvo San Gregorio de Nisa, que sin embargo no fue condenado. La posición contraria es la de San Agustín, con su profundo influjo durante todo el medioevo escolástico hasta la Reforma y el Jansenismo incluidos: esta postura sabe con  certeza que un cierto número de hombres (es secundario que ese número sea mayor o menor) se ha condenado para toda la eternidad. Esto va en contra tanto de la cautela del Magisterio sobre este punto, cuanto de las tendencias del Nuevo Testamento en sus últimas partes". 

Este texto de San Gregorio de Nisa  presenta la doctrina de la apocatástasis,: “Después de tres días de padecimiento en las tinieblas, los egipcios volvieron a disfrutarla luz. Podríamos ver en esto un signo de la restauración final por la que los condenados al infierno esperarían entrar en el reino de los cielos” ( Vida de Moisés, Sígueme, Salamanca, 1993,p.84).

Por su parte el  P. Pozo atribuye la doctrina de la apocatástasis a Origenes, Dídimo de Alejandría o San Gregorio de Nisa.

"Es muy conocido el intento de atenuación de la doctrina evangélica sobre el infierno, que representó la doctrina de la   apocatástasis, la cual concibe el infierno como una pena purificadora, a través de la que finalmente todos serían  conducidos a la salvación, tendría entonces lugar <<la restauración de todas las cosas>>, de que se hablaría en Hch 3,21. Un reducido número de padres se sintió atraído  por esta concepción: Orígenes, Dídimo de Alejandría o San Gregorio de Nisa". Cándido Pozo, La venida del Señor en la gloria, Edicep, Valencia, 1993, p.203. 

[24] Humanitas 17.