Pescadores de hombres (Mc. 1,16)
Autor: Diacono Jorge Novoa

 

 

 

" Y pasando por la ribera del mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Y Jesús les dijo: venid en pos de mí, y os haré ser pescadores de hombres. Y al punto, dejadas las redes, fueron tras Él" Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes;
y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él. (Mc 1,16-20)

San Marcos nos presenta en los primeros capítulos de su Evangelio, esta perícopa que describe la llamada  de Jesús a sus discípulos. La imagen se concentra en torno a dos polos:         

1)                          Jesús

2)       Andrés y Pedro - Santiago y Juan

 

Podemos iniciar nuestra meditación, sobre la escena bíblica de la "llamada de Jesús a sus discípulos", pidiendo al Espíritu Santo su luz para que nos introduzca en la oración. Utilicemos algunas preguntas básicas. Tratemos de contestar a ellas, aunque más no sea de forma general. ¿Dónde los llama Jesús?¿Cómo los llama?¿Para qué los llama?

 

¿Dónde?

Ellos son llamados en el lago de Galilea. Para todo hombre de esa región, ese lugar era un espacio cotidiano. Muchos galileos recorrían el lago con sus embarcaciones pequeñas buscando el sustento diario. El Señor al pasar por el Mar de Galilea,  ve a unos pescadores que están  trabajando y se dirige a ellos  en un tono imperioso. La llamada de Jesús los alcanza en su trabajo diario, ocupados en las tareas cotidianas, "lavando las redes". Se desprende claramente de esta escena, y otras, que Jesús se acerca al hombre  en las situaciones de la vida diaria.   

El seguimiento de Jesús lleva a estos pescadores a una nueva vocación que les será presentada mediante una alusión a su antiguo trabajo."¡Feliz cambio de pesca!: Jesús les pesca a ellos, para que a su vez ellos pesquen a otros pescadores"[1].  

¿Cómo?

Jesús toma la iniciativa "acercándose" a los pescadores que se encuentran en sus barcas y les hace una invitación. Él se muestra cercano. La llamada que nace de su Corazón misericordioso y compasivo, alcanza el corazón del hombre enfermo por el pecado que necesita ser sanado. "Como la misericordia está en sus labios, la enseña misericordiosamente" (San Agustín). 

¿Para qué?

Los invita a ser sus discípulos. No hay en primer lugar una serie de verdades, a las que se deben adherir, el seguimiento está referido directamente a Él. Seguirlo, podría expresarse claramente con la imagen de alguien que camina detrás, como el mismo texto lo expresa,"fueron tras Él". Seguimiento en su sentido más profundo, significa entonces: unión personal con Jesucristo el Señor, participando de una vida de amistad por el ejercicio de las virtudes teologales.  

En el  seguimiento de Cristo hay un misterio de intimidad.  La Sagrada Escritura nos enseña que es necesario "estar con Él", o como lo expresa el vocabulario joánico "permanecer" en Él. La mirada del discípulo descansa sobre el maestro, su gozo es compartir la vida con Él yendo a "zaga de su huella". 

Luego de responder de manera general a las preguntas básicas, reflexiones en torno a los dos polos que concitan la escena, por un  lado está Jesús, en el otro los cuatro pescadores que son llamados.

Jesús llama 

Jesús es el centro de la acción, tres verbos nos indican el recorrido que realiza desde una realidad exterior a otra más interior del que es llamado, ellos son: pasar (caminar), ver y decir (llamar). 

Dice el texto que Jesús pasaba…cumpliendo su misión recorría los pueblos y aldeas anunciando el Reino de Dios. Algunas corrientes de pensamiento  ponen a Dios desentendiéndose del hombre y del mundo que creó. Jesús al  "pasar" anuncia la salvación, "sanando a muchos enfermos y liberando de espíritus impuros". El mal retrocede ante el Mesías. Con la llegada del  Reino de Dios, que irrumpe en la plenitud de los tiempos, se inaugura el año de gracia del Señor.  

Hoy también, Jesús pasa en medio de nuestras tareas cotidianas. Él está presente en medio de nosotros, como nos lo prometió, "yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo". Sus huellas están presentes en nuestra historia personal y social, camina cerca de nuestros conflictos, se acerca silenciosamente para acompañarnos y fortalecernos en nuestro camino. Muchos católicos damos testimonio del "paso del Señor". Su acción no se puede reducir a un esquema o plan determinado, ella es siempre "nueva", fruto de su amor de buen Pastor. 

La segunda acción que Jesús realiza, hace referencia al modo en que posa su mirada (vio) sobre la realidad. Es Él, quien viendo las intenciones de los corazones los invita a seguirlo. Su mirada no nace de la curiosidad, ni  se posa sobre la realidad para investigarla científicamente. La mirada de Dios se posa sobre nuestra existencia con un juicio misericordioso. Jesús manifiesta históricamente la mirada de Dios que se compadece del hombre pecador con un amor de  benevolencia. 

Finalmente Jesús les dirige su Palabra. Él los invita personalmente con una Palabra eficaz que deja los corazones al descubierto. El Padre al enviarnos a su Hijo nos dice su última Palabra, la más entrañable, su Palabra Eterna que está (apud Deum) en su seno, aquella que existía en el principio y era Dios, su Hijo. Ella es una Palabra desbordante, ninguna otra será necesaria  hasta el final de los tiempos. Ella es luz para nuestro camino, y al tiempo que nos esclarece el misterio de Dios, nos revela el destino eterno del hombre. 

 

Pedro y Andrés, Santiago y Juan responden

¿Qué debemos dejar?

Los pescadores se sienten conmovidos por la voz de Aquel que los ha llamado, su voz ha penetrado hasta el núcleo más íntimo de su ser repitiéndoles: "Sígueme". Como toda realidad de la existencia humana es portadora de un dinamismo; "os haré" pecadores de hombres. Dios en y con nosotros realiza su obra.  Aquellos que siendo llamados responden favorablemente, crecerán en el conocimiento íntimo de Jesús  al tiempo que  irán reconociendo cada día más, sus dones y  debilidades.  

Reflexionemos sobre éste "pasar" de Jesús por nuestras tareas cotidianas, ellas representan para nosotros un lugar seguro, donde muchas veces nos refugiamos, pero, al igual que Simón y Andrés- Santiago y Juan, para seguirlo debemos dejar lo que nos impide ir "detrás suyo".  "Las intervenciones de Dios en la vida de los hombres no tienen nada que ver con el formalismo y la rutina. Dios viene a nosotros siempre, a <<hacer nuevas todas las cosas>> (Ap.21,5) , y siempre que él viene a nosotros, es necesario, en cierto sentido, que lo dejemos todo y le sigamos"[2].

Estos dos grupos de discípulos, que  el texto nos muestra,  al ser llamados dejan las redes y barcas, a los que el segundo grupo agrega al Padre y los jornaleros. Cuando las cosas o personas están ordenas a Dios, nunca son un obstáculo para seguir su llamada, pero, en otras oportunidades ellas pueden ser un obstáculo, que hay que ordenar  o superar.  

En primer lugar siempre debemos tratar de "ordenar". ¿Qué significa "ordenar"? San Pablo resuelve esta misma problemática en la comunidad de Corinto (Cap.7), con aquellos convertidos del paganismo que consultan al apóstol, pues viviendo en el matrimonio y dado que el esposo o la esposa no han abrazado la fe,  surge el interrogante ¿debemos abandonarlo(a)? 

"En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le despida.
Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente" (I Cor 7,10-14). 

"Ordenar" es ganar al "hermano alejado" para Cristo, dando testimonio con la propia vida, para que el otro conozca, ame y sirva al Señor. Como enseña el Apóstol San Pablo: "Que nadie procure su propio interés, sino el de los demás" (I Cor 10,24)… lo mismo que yo, que me esfuerzo por agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de la mayoría, para que se salven (I Cor 10,33).  La salvación  del "hermano" es el fin último que mueve el obrar cristiano.  

¿Y si el obstáculo persiste? Debemos orar incesantemente, para que Dios abra el corazón que se encuentra endurecido y nos ayude a perseverar integrando la incomprensión que vivimos, ofreciéndosela a Él.  

Podemos dividir los obstáculos, según el texto, en dos grupos: 

Redes y barcas = bienes

Padre y jornaleros = afectos 

Los bienes que tenemos, muchas veces nos atan esclavizándonos a su servicio. Uno puede incluso tener poco, pero igualmente alguna de sus posesiones puede tener su corazón esclavizado. Nosotros los clérigos, y en muchos casos viviendo pobremente, quedamos esclavizados a veces por la "posesión" de un libro sencillo. Los bienes en la cultura materialista, quieren ocupar el lugar de Dios, ellos según su lógica diabólica nos proporcionan; "felicidad","dignidad" e incluso le dan a nuestra vida "plenitud". De allí que en la cultura imperante, el hombre se mide por lo que tiene y no por lo que es. Este lenguaje aplicado a los efectos que producen en nosotros, es manipulado en favor  de los intereses que promueve la sociedad de consumo.

También algunos afectos pueden obstaculizar nuestro seguimiento de Jesús. Cuando los hijos del Zebedeo dejan a su padre en la barca, el texto no nos describe su reacción, ellos, aunque nos pueda resultar paradójico, con esta decisión cumplían con el cuarto mandamiento en plenitud. La honra que recibieron estos padres por la entrega de sus hijos Dios no la dejará sin recompensa. Es cierto, que las decisiones cuestan porque muchas veces se toman  con la incomprensión de los demás. De allí, que el cura de Ars sentenciaba sobre el "respeto humano[3]":

"¿Sabéis cuál es la primera tentación que el demonio presenta a una persona que ha comenzado a servir mejor a Dios? Es el respeto humano ¡Oh, maldito respeto humano, qué de almas arrastra al infierno! ".

 

¿Qué le respondemos nosotros al Señor?

 

En el oficio de la pesca, las redes y la barca son para los pescadores, una parte de ellos mismos. Son sus sueños, sus proyectos, expresan su autoridad e independencia. Conocen y aman su oficio, la barca los ha introducido tantas veces en el Mar de Galilea permitiéndoles afrontar  vientos fuertes y noches apacibles. Ser pescador en el Mar de Galilea es algo seguro, pero, ser pescador de hombres en el mar del mundo, inspira incertidumbre y temor…  

Nuestro corazón aún sigue amarrado en algún muelle desolado. Nuestras "supuestas seguridades" muchas veces nos dejan anclados, adormecidos y convencidos de la inexistencia de riesgos en las costas que habitualmente transitamos. Nosotros sentimos el peso de  nuestra inestabilidad, sentimos la fuerza que tienen los "falsos" amores del pasado  y experimentamos nuestra fragilidad que está a flor de piel. Nuestra existencia centrada sobre nosotros mismos impide que el centro de nuestra vida lo ocupe Dios. Hay que desplazar del centro de atención los intereses personales para morir al egoísmo que debilita nuestra entrega al Señor.  

Él está "bordenado" nuestras casas y nuestras vidas, dejemos que tome posesión de ellas. Jesús quiere dirigirnos su Palabra.  Ella es portadora de la  vida eterna, y se posa sobre nosotros para calmar las tempestades que hay en nuestro corazón. "Tu Palabra Señor es la Verdad y la luz de mis ojos". Ella nos indicará lo que debemos dejar y el camino que debemos tomar.  Él nos invita a abandonarnos en su Palabra, ella ciertamente, nos llena de confianza, incluso nos impulsa a ir más allá de nuestras seguridades.  

Ante la voz del Señor que pasa y nos llama, no permanezcamos indiferentes,  su paso es lo más importante que ocurre en nuestra vida. Si estamos destinados a ser sus sarmientos, debemos saber, que solamente podremos dar fruto si "permanecemos en Él". 

Lo primero que debemos hacer es dejarnos amar por el Señor. No debemos poner resistencias. Debemos dejar que entre en nuestra vida, casa, trabajo y  estudio, su presencia iluminará todo de manera totalmente nueva.  

El pescador del mar de Galilea  depende de su barca, sus redes y su ingenio. El pescador de hombres en el mar del mundo, depende de la respuesta que dé a la gracia de Dios, y  la docilidad que tenga a las mociones del Espíritu Santo. Hay que permitir que Jesús tome posesión de nuestro corazón, para que vaya orientando nuestra mirada hacia sus intereses, "la mies es mucha y los obreros pocos…", para que vaya modelando en nosotros un corazón semejante al suyo. 

La vida del arriesgado "pescador del Señor" queda embargada por el gozo que le infunde el Espíritu Santo, llenándolo de admiración ante la obra que Dios realiza y le encomienda. Debemos segar sin pausa lo que ha sembrado el Señor o sembrar lo que cosechará. Porque ya  sea que sembremos o cosechemos, la obra es toda de Dios. Como nos enseña San Pablo," Él es el que da crecimiento". 

La barca  que el Señor confió a los "pescadores de hombres" es maravillosa, nuestro timonel en ella es Él. Tiene sus velas desplegadas en dirección del cielo y navega en mares tormentosos con la certeza de que arribará a  su destino. Ella es impulsada por el soplo del Espíritu Santo, que desplegando sus velas la introduce "mar adentro". La vela mayor lleva el cáliz y la patena,  la menor un nombre dulce, María. La Iglesia Católica es la nave que el Señor construyó sobre la roca de Pedro, para que sea a través de los tiempos el Arca de Alianza y Salvación.
 

[1]San Jerónimo, Comentario al Evangelio según San Marcos (Mc 1,13-31).

[2] Tomas Merton, El pan vivo, Rialp-Madrid, 1963, p.164.

[3] Para comprender lo que significa esta expresión : ¿Hay que obedecer a los hombres o a Dios?; Jorge Novoa  http://feyrazon.org/Jorgerespeto.htm .